Compartir Evangelio y pan con los más pobres de nuestras ciudades

Compartir Evangelio y pan con los más pobres de nuestras ciudades

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

11 min lectura

Compartir Evangelio y pan con los más pobres de nuestras ciudades

Discurso del Papa Francisco a los participantes en el Congreso Internacional de Pastoral de Grandes Ciudades (Barcelona, 24/26-11-2014) (27-11-2014)

Queridos hermanos:

Os doy las gracias por vuestra participación en el presente encuentro, que remite al momento preparatorio que tuvo lugar en Barcelona el pasado mes de mayo. Doy las gracias al cardenal Sistach por sus palabras de introducción.

Más que pronunciar un discurso formal ?en parte, porque quisiera ser algo espontáneo, y, en parte, porque no he tenido tiempo de preparar un discurso formal, entre los de Turquía, los de Europa, estaba "a tope"…?, os hablaré partiendo de mi experiencia personal, de alguien que ha sido pastor de una ciudad populosa y multicultural como Buenos Aires. Y también de la experiencia que vivimos juntos como obispos de las 11 diócesis que componen esa región eclesiástica; con ellos, partiendo de diferentes ámbitos y propuestas, intentamos, en comunión eclesial, afrontar algunos aspectos pastorales para la evangelización de esa aglomeración urbana, que cuenta con una población de unos 13 millones de personas, en el total de las 11 diócesis: Buenos Aires tiene 3 millones por la noche y casi 8 durante el día, por los que acuden a la ciudad. Pero en total son 13 millones. Ocupa el decimotercer lugar entre las ciudades más pobladas del mundo. Al reflexionar con vosotros, deseo entrar en esta "corriente" para abrir nuevos caminos; deseo ayudar también a analizar posibles miedos, que muchas veces todos, de una u otra manera, experimentamos y que nos confunden y nos paralizan.

En la Evangelii gaudium he querido llamar la atención sobre la pastoral urbana, pero sin oponerla a la pastoral rural. Esta es una ocasión óptima para ahondar en retos y en posibles horizontes de una pastoral urbana. Retos, es decir lugares a los que Dios nos está llamando; horizontes, es decir aspectos a los que creo que deberíamos prestar especial atención. Solo hablaré de cuatro, ¡pero, con toda seguridad, vosotros descubriréis otros!

1. Primer reto, tal vez el más difícil: realizar un cambio en nuestra mentalidad pastoral. ¡Hay que cambiar!

En la ciudad necesitamos otros "mapas", otros paradigmas, que nos ayuden a reubicar nuestros pensamientos y nuestras actitudes. No podemos permanecer desorientados, porque ese desconcierto nos lleva a errar camino, ante todo a nosotros mismos, pero también confunde al Pueblo de Dios y a los que buscan con corazón sincero la Vida, la Verdad y el Sentido.

Venimos de una práctica pastoral secular, en la que la Iglesia era el único referente cultural. Es verdad: es nuestro legado. Como auténtica Maestra, ella ha sentido la responsabilidad de delinear y de imponer no solo las formas culturales, sino también los valores, y, más profundamente, la de trazar el imaginario personal y colectivo, es decir las historias, los ejes en los que las personas se apoyan para encontrar los significados últimos y las respuestas a sus preguntas vitales.

Pero no nos encontramos ya en aquella época. Ha pasado. No nos encontramos en la cristiandad, ya no. Hoy no somos ya los únicos que producen cultura, ni los primeros, ni los más escuchados. Por eso necesitamos un cambio de mentalidad pastoral, pero no una "pastoral relativista" ?no, eso no? que, por querer estar presente en la "cocina cultural", pierda el horizonte evangélico, dejando al hombre encomendado a sí mismo y emancipado de la mano de Dios. No, eso no. Ese es el camino relativista, el más cómodo. ¡A eso no se lo podría llamar pastoral! Quien actúa así no se interesa realmente por el hombre, sino que lo abandona a la merced de dos peligros igualmente graves: le oculta a Jesús y la verdad sobre el hombre mismo. ¡Y ocultar a Jesús y la verdad sobre el hombre son peligros graves! Camino que lleva al hombre a la soledad de la muerte (cf. Evangelii gaudium, nn. 93-97: ecclesia 3.704-05 [2013/II], pág. 1832).

Hay que tener el valor de hacer una pastoral evangelizadora audaz y sin miedos, porque el hombre, la mujer, las familias y los diferentes grupos que habitan la ciudad aguardan de nosotros ?y la necesitan para su vida? esa Buena Noticia que son Jesús y su Evangelio. Muchas veces oigo decir que uno siente vergüenza al exponerse. Debemos trabajar para no sentir vergüenza o reticencia a la hora de anunciar a Jesucristo; buscar cómo… Esta es una labor clave.

2. El diálogo con la multiculturalidad. En Estrasburgo he hablado de la Europa multipolar. Pero también las grandes ciudades son multipolares y multiculturales. Y debemos dialogar con esa realidad, sin miedo. Se trata, por lo tanto, de establecer un diálogo pastoral sin relativismos, que no negocie la propia identidad cristiana, pero que quiera alcanzar el corazón del otro, de los otros diferentes de nosotros, y ahí sembrar el Evangelio.

Necesitamos una actitud contemplativa que, sin rechazar la aportación de las diferentes ciencias para conocer el fenómeno urbano ?tales aportaciones son importantes?, intente descubrir el fundamento de las culturas, que en su núcleo más profundo están siempre abiertas a Dios y sedientas de él. Nos ayudará mucho conocer los imaginarios y las ciudades invisibles, es decir los grupos o los territorios humanos que se identifican en sus símbolos, lenguajes, ritos y formas de narrar la vida. Muchas veces pienso en la creatividad y en la valentía que tuvo Pablo en su discurso de Atenas. ¡Pobrecito, le salió mal…! Pero tuvo creatividad, porque detenerse ante los ídolos… Metámonos en una mentalidad judeocristiana. Entró en la cultura de ellos… No fue un éxito, desde luego, pero ¡qué creatividad! Él intentaba hacerse entender por esa multiculturalidad, que tan alejada estaba de la mentalidad judeocristiana.

3. El tercer aspecto es la religiosidad del pueblo. Dios vive en la ciudad. Hay que ir a buscarlo y quedarse allí donde él está actuando. Sé que no es lo mismo en los distintos continentes, pero tenemos que descubrir, en la religiosidad de nuestros pueblos, el auténtico sustrato religioso, que en muchos casos es cristiano y católico. No en todos: hay religiosidades no cristianas. Pero hay que ir ahí, al núcleo. No podemos negar ni despreciar esa experiencia de Dios, que aun estando a veces dispersa o mezclada, pide ser descubierta, y no construida. Ahí están los "semina Verbi" sembrados por el Espíritu del Señor. No es bueno hacer valoraciones apresuradas y genéricas del tipo: "Esta no es más que una expresión de religiosidad natural". ¡No, esto no puede decirse! Por ahí podemos empezar el diálogo evangelizador, como hizo Jesús con la Samaritana y seguramente con muchos otros más allá de Galilea. Y para el diálogo evangelizador es precisa la consciencia de la propia identidad cristiana y también la empatía con la otra persona. Esto creo que os lo dije a vosotros, a los obispos de Asia, ¿no es así? Esta empatía, para encontrar en la religiosidad ese sustrato.

La Iglesia que está en Latinoamérica y en el Caribe, desde hace unos decenios se ha dado cuenta de esa fuerza religiosa, que procede, sobre todo, de las mayorías pobres.

Dios sigue hablándonos hoy, como ha hecho siempre, por medio de los pobres, del "resto". Por regla general, las grandes ciudades están habitadas hoy por numerosos migrantes y pobres, que proceden de zonas rurales, o de otros continentes, con otras culturas. Roma también… El viceobispo de Roma puede decirlo, ¿no es así? Muchos vagabundos por todas partes… Son peregrinos de la vida, en busca de "salvación", que muchas veces encuentran la fuerza para seguir adelante y para luchar gracias a un sentido último que reciben de una experiencia sencilla y profunda de fe en Dios. El reto es doble: ser hospitalarios con los pobres y los migrantes ?¡la ciudad, por regla general, no lo es, rechaza!? y valorizar su fe. Es muy probable que esa fe esté mezclada con elementos propios del pensamiento mágico e inmanentista, pero debemos buscarla, reconocerla, interpretarla y, seguramente, también evangelizarla. Pero no dudo de que en la fe de esos hombres y de esas mujeres haya un potencial enorme para la evangelización de las zonas urbanas.

4. Cuarto, continuando: los pobres urbanos. La ciudad, junto con su multiplicidad de ofertas valiosas para la vida, tiene una vertiente que no puede ocultarse y que en muchas ciudades resulta cada vez más evidente: los pobres, los excluidos, los descartados. Hoy podemos hablar de descartados. La Iglesia no puede ignorar su grito, ni entrar en el juego de los sistemas injustos, mezquinos e interesados que intentan que se vuelvan invisibles.

Muchos pobres, víctimas de antiguas y nuevas pobrezas. ¡Hay nuevas pobrezas! Pobrezas estructurales y endémicas que están excluyendo a generaciones de familias. Pobrezas económicas, sociales, morales y espirituales. Pobrezas que marginan y que descartan a personas, a hijos de Dios. En la ciudad, el futuro de los pobres es más pobreza. ¡Acudir ahí!

Algunas propuestas

Os propongo dos núcleos pastorales, que son acciones, aunque no solo. Pienso que la pastoral es más que acción: es también presencia, contenidos, actitudes, gestos.

Una primera cosa: salir y facilitar.

Se trata de una auténtica transformación eclesial, toda ella pensada en clave de misión. Un cambio de mentalidad: de recibir, a salir; de esperar a que vengan, a ir a buscarlos. ¡Y para mí esto es clave!

Salir para encontrar a Dios, que vive en la ciudad y en los pobres. Salir para encontrarse con la gente, para escucharla, para bendecirla, para caminar con ella. Y facilitar el encuentro con el Señor. Hacer accesible el sacramento del bautismo. Iglesias abiertas. Secretarías con horarios pensados para las personas que trabajan. Catequesis adecuadas en sus contenidos y para los horarios de la ciudad.

Nos resulta más fácil hacer que crezca la fe que ayudarla a nacer. Creo que debemos seguir profundizando en los cambios necesarios en nuestras diferentes catequesis, sustancialmente en nuestras formas pedagógicas, para que los contenidos sean mejor entendidos; pero, al mismo tiempo, necesitamos aprender a despertar en nuestros interlocutores la curiosidad y el interés por Jesucristo. Esta curiosidad tiene un santo patrono: es Zaqueo. Pidámosle a él que nos ayude a despertarla. Y después invitar a adherirse a Él y a seguirlo. Debemos aprender a suscitar la fe. ¡Suscitar la fe! Y luego no ir de aquí para allá… ¡No! ¡Sembrar! Si la fe prende, está el Espíritu, que después hará que esa persona vuelva a mí o vuelva a otro para pedir un paso más, un paso más… Pero suscitar la fe.

Segunda propuesta: la Iglesia samaritana. Estar ahí.

Se trata de un cambio en el sentido del testimonio. En la pastoral urbana, la calidad la dará la capacidad de testimonio de la Iglesia y de cada cristiano. El Papa Benedicto, cuando dijo que la Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción, hablaba de esto. El testimonio que atrae, que despierta la curiosidad de la gente.

Ahí está la clave. Con el testimonio podemos influir en los núcleos más profundos, allí donde nace la cultura. Mediante el testimonio, la Iglesia siembra el granito de mostaza, pero lo hace en el corazón mismo de las culturas que se están generando en las ciudades. El testimonio concreto de misericordia y ternura, que intenta estar presente en las periferias existenciales y pobres, actúa directamente sobre los imaginarios sociales, generando orientación y sentido para la vida de la ciudad. Así, como cristianos contribuimos a construir una ciudad en la justicia, en la solidaridad y en la paz.

Por medio de la pastoral social, de Cáritas, de diferentes organizaciones ?como siempre ha hecho la Iglesia a lo largo de los siglos?, podemos hacernos cargo de los más pobres con acciones significativas, acciones que hagan presente el Reino de Dios, manifestándolo y dilatándolo. También aprendiendo a trabajar junto con cuantos están haciendo ya cosas muy eficaces a favor de los más pobres. Se trata de un espacio muy propicio para la pastoral ecuménica caritativa, en la que asumimos compromisos de servicio a los más pobres junto con hermanos de otras Iglesias y Comunidades eclesiales.

En todo ello resulta muy importante el protagonismo de los laicos y de los propios pobres. Y también la libertad del laico, porque lo que nos aprisiona, lo que no nos deja abrir de par en par las puertas, es la enfermedad del clericalismo. Es uno de los problemas más graves.

Queridos hermanos y hermanas: Esto es lo que la reflexión sobre la experiencia pastoral me ha sugerido. Me causa alegría pensar que estamos recorriendo juntos un camino, y que lo hacemos siguiendo las huellas de tantos santos pastores que nos han precedido; solo cito como ejemplo al beato Giovanni Battista Montini, que durante su episcopado en Milán cuidó con apasionado celo la gran misión ciudadana. En los escritos del beato Pablo VI de la época en que era arzobispo de Milán, hay una mina, una mina de cosas que podrán ayudarnos en esto. Que el ejemplo y la intercesión de esos pastores, junto con la de nuestra Madre celestial, nos ayuden a realizar un cambio provechoso de mentalidad, a aumentar nuestra capacidad de dialogar con las diferentes culturas, a valorizar la religiosidad de nuestros pueblos y a compartir Evangelio y pan con los más pobres de nuestras ciudades. Gracias.

(Original italiano procedente del archivo informático de la Santa Sede; traducción de ECCLESIA)