Carta del arzobispo de Sevilla para la Jornada del Emigrante y del Refugiado

Carta del arzobispo de Sevilla para la Jornada del Emigrante y del Refugiado

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Carta del arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, para la Jornada del Emigrante y del Refugiado

Celebramos en este domingo la Jornada del Emigrante y el Refugiado con el lema Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor.

Es e?sta una nueva oportunidad para considerar la realidad de los inmigrantes a la luz del Evangelio y para ver el modo de que su llegada hasta nosotros no se convierta para los inmigrantes en causa de sufrimiento, sino en una justa oportunidad de alcanzar la plenitud que Dios quiere para sus hijos.

El feno?meno migratorio tiene como causa la huida de la pobreza extrema, de la discriminacio?n por cualquier causa, de la violencia o de amenazas para la vida. Con frecuencia es una experiencia dolorosa en nuestro mundo globalizado, que abre las fronteras a los mercados, los capitales o las personas con recursos econo?micos, pero que las custodia sin piedad cuando se trata de seres humanos pobres o perseguidos en busca de un futuro mejor para ellos y sus familias.

En Europa, y tambie?n en otras partes del mundo, estamos comprobando co?mo las poli?ticas migratorias son causa de sufrimiento y de muerte. Se cuentan por miles en la u?ltima de?cada las vi?ctimas de la impermeabilidad de nuestras fronteras. El Papa Francisco nos recuerda que, como Cai?n, hoy nadie se siente responsable de las muertes de los inmigrantes, mientras Dios nuestro Sen?or nos pregunta a cada uno ¿do?nde esta? tu hermano? En el pasado mes de octubre casi trescientos inmigrantes, mujeres, hombres y nin?os, que en gran parte hui?an de la guerra, murieron ahogados frente a las costas de Lampedusa. El Papa califico? aquel acontecimiento como una vergu?enza.

Entonces se produjo una sacudida momenta?nea en la conciencia europea. Transcurridos tres meses no ha habido ninguna actuacio?n tendente a evitar que la tragedia se repita. A pesar de las primeras declaraciones ante los fe?retros, no ha habido cambios en la poli?tica europea de inmigracio?n. Sigue habiendo personas que mueren cada di?a a escasos kilo?metros de nuestras casas, en el Estrecho, en Ceuta y Melilla, en el intento de atravesar el desierto… Como disci?pulos y seguidores de Jesu?s, podemos y debemos exigir a quienes disen?an estas poli?ticas que pongan como centro al ser humano, por encima de cualquier requisito administrativo, intereses econo?micos o miedos a la diferencia.

En el momento de crisis econo?mica que padecemos, los inmigrantes sufren de forma muy severa las consecuencias del paro y los recortes en los recursos sociales. Muchas de estas personas han estado trabajando junto a nosotros, cotizando a la Seguridad Social, contribuyendo a fortalecer nuestro

sistema de pensiones, pagando sus impuestos y enriqueciendo nuestro tejido econo?mico, social, cultural y religioso. La tentacio?n es pensar que ya no los necesitamos y que deben marchar porque son fuerza de trabajo en la abundancia, pero estorbo en la escasez, pensamiento e?ste muy alejado del Evangelio de Jesu?s.

En nuestras parroquias hay familias inmigrantes arraigadas, vecinos y amigos nuestros, cuya situacio?n administrativa es hoy muy comprometida: la falta de empleo les impide renovar sus permisos de residencia y ello desencadena mu?ltiples situaciones de discriminacio?n: no poder acceder a un puesto en una guarderi?a, perder la ayuda para el comedor de sus hijos, dificultades para el empadronamiento, vulnerabilidad en la negociacio?n de las condiciones laborales, especialmente en el empleo dome?stico, y padecer abusos e incumplimientos de la ley por parte de los empleadores, sin mencionar la presio?n psicolo?gica de no sentirse seguros, con el temor de ser enviados a un Centro de Internamiento de Extranjeros o repatriados forzosamente. Estas circunstancias, a las que se une la falta de recursos econo?micos para atender a las necesidades ba?sicas, esta?n desencadenando procesos de empobrecimiento y deterioro personal y familiar que no pueden dejarnos indiferentes.

La Jornada del emigrante de este an?o es una invitacio?n a fortalecer nuestra fraternidad, a buscar el bien para cada hermano, hijo de Dios, alguien de mi familia, alguien que me pertenece. No habra? un mundo mejor si solo esta garantizada la prosperidad econo?mica de unos pocos, si no trabajamos codo con codo con los inmigrantes para construir una sociedad justa en la que existan oportunidades de desarrollo integral para todos.

La crisis no nos enfrenta; ma?s bien nos debe ayudar a buscar juntos soluciones. En las parroquias no nos debemos limitar a atender las necesidades materiales de los inmigrantes. Hemos de construir espacios de dia?logo y encuentro, en la liturgia y en la celebracio?n, en el crecimiento en la fe, en el testimonio y la caridad, apoya?ndonos unos a otros para ser sal de la tierra y luz del mundo. Construyamos comunidades donde se vive la lo?gica evange?lica, el respeto a la diferencia, la riqueza de la diversidad intercultural, el compartir los bienes, en comunidades en las que se vive la fraternidad y se testimonia la Buena Noticia del amor de Dios.

Con mi gratitud al Delegado Diocesano de Migraciones y a su equipo por su compromiso con estos hermanos nuestros, para todos mi saludo fraterno y mi bendicio?n.

+ Juan Jose? Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla

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