V Centenario Santa Teresa de Jesús: Conversión y las sanbandijas, por Ángel Moreno de Buenafuente

V Centenario Santa Teresa de Jesús: Conversión y las sanbandijas, por Ángel Moreno de Buenafuente

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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V Centenario Santa Teresa de Jesús: Conversión y las sanbandijas, por Ángel Moreno de Buenafuente

En el deseo de tomar camino de oración, no se puede andar negociando para hacer compatibles los bajos instintos con la vida espiritual. Santa Teresa avisa del riesgo que corremos si tardamos en desprendernos de todo aquello que estorba para la oración, como pueden ser las dependencias afectivas, los pensamientos ociosos, las imágenes evasivas.

El camino de la oración exige determinación, no es como recurrir a un placebo espiritualista, sino un compromiso de acercarse con corazón limpio a tratar con Dios como único Señor.

La maestra de oración presenta todo lo que estorba bajo la figura de una sabandija. En la Biblia se habla de la mordedura de las serpientes venenosas, de la que solo se puede uno curar si mira a Cristo en la Cruz.

Las sabandijas

"Decíame poco ha un gran letrado que son las almas que no tienen oración como un cuerpo con perlesía o tullido, que aunque tiene pies y manos no los puede mandar; que así son, que hay almas tan enfermas y mostradas a estarse en cosas exteriores, que no hay remedio ni parece que pueden entrar dentro de sí; porque ya la costumbre la tiene tal de haber siempre tratado con las sabandijas y bestias que están en el cerco del castillo, que ya casi está hecha como ellas, y con ser de natural tan rica y poder tener su conversación no menos que con Dios, no hay remedio" (Moradas I, 1, 6).

"? entran en las primeras piezas de las bajas; mas entran con ellos tantas sabandijas, que ni le dejan ver la hermosura del castillo, ni sosegar; harto hacen en haber entrado. (Moradas I, 1, 8)

"Procuremos hacer lo que es en nosotros y guardarnos de estas sabandijas ponzoñosas; que muchas veces quiere el Señor que nos persigan malos pensamientos y nos aflijan, sin poderlos echar de nosotros, y sequedades; y aun algunas veces permite que nos muerdan, para que nos sepamos mejor guardar después y para probar si nos pesa mucho de haberle ofendido" (Moradas II, 1, 8).

Harto buena disposición es, si persevera en aquello y no se torna a meter en las sabandijas de las primeras piezas, aunque sea con el deseo; que no hay duda sino que si persevera en esta desnudez y dejamiento de todo, que alcanzará lo que pretende. (Moradas III, 1, 8)

"Por eso digo, hijas, que pongamos los ojos en Cristo, nuestro bien, y allí deprenderemos la verdadera humildad, y en sus santos, y ennoblecerse ha el entendimiento ­como he dicho­ y no hará el propio conocimiento ratero y cobarde; que, aunque ésta es la primera morada, es muy rica y de tan gran precio, que si se descabulle de las sabandijas de ella, no se quedará sin pasar adelante" (Moradas I, 2, 11).