La revelación, título homilético para II Domingo Cuaresma, C, (17-3-2019)
Madrid - Publicado el - Actualizado
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La revelación, título homilético para II Domingo Cuaresma, C, (17-3-2019)
"Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrán y un terror intenso y oscuro cayó sobre él. El sol se puso y vino la oscuridad". Ese es el escenario en el que Dios se muestra a Abrán para concertar con él una alianza (Gén 15, 12.17).
El relato subraya la iniciativa de Dios. Dios saca de su tienda a Abrán, le invita a mirar al cielo, le recuerda el pasado en el que lo sacó de su tierra de Ur y le promete un futuro en el que le dará en propiedad la tierra en la que ahora se encuentra.
Si el texto anota la oscuridad en la que se ve envuelto Abrán, el salmo responsorial canta el misterio de la luz que guía a los creyentes: "El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?" (Sal 26,1).
En su carta a los Filipenses, san Pablo, anuncia que Jesucristo transformará nuestra condición humilde, según el modelo de su condicion gloriosa" (Flp 3,21).
LA INICIATIVA DE DIOS
Pues bien, esa futura transformación de nuestra condición humana encuentra ya su cumplimiento y su modelo definitivo en la transfiguración de Jesús en lo alto del monte. El evangelio de Lucas (Lc 9,28-32) nos ofrece hoy algunas pautas para nuestra reflexión:
LA ESCUCHA DE LA PALABRA
Según el evangelio, desde el seno de la nube resuena una voz que viene de lo alto. La nube representa a Dios. Un Dios inaferrable e indomesticable. Un Dios invisible a los ojos humanos, pero cercano a todos los que han de prestar oídos a su palabra y su mensaje.
– Señor Jesús, también nosotros nos encontramos a veces en la socuridad y sumidos en un sueño profundo. Pero, en medio de la tiniebla, tú eres la luz que nos libra del temor y del cansancio y la palabra de Dios que guía nuestros pasos por los senderos de este mundo. Bendito seas por siempre, Señor. Amén.
José-Román Flecha Andrés