30 años del asesinato de Giovanni Falcone, el juez que debilitó a 'Cosa Nostra': así reaccionó Juan Pablo II

El 23 de mayo de 1992, 500 kilos de explosivos reventaron la autopista entre el aeropuerto y Palermo en Capaci, acabando con la vida de Falcone y su esposa

30 años del asesinato de Giovanni Falcone, el juez que debilitó a 'Cosa Nostra': así reaccionó Juan Pablo II

José Melero Campos

Publicado el - Actualizado

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Este lunes, 23 de mayo, se han cumplido treinta años desde el asesinato de uno de los jueces más reconocidos de Italia, Giovanni Falcone, a manos de la organización mafiosa 'Cosa Nostra', grupo terrorista contra el que Falcone luchó desde su posición en la justicia. Uno de los autores del asesinato fue el capo Salvatore 'Toto' Riina, aunque tres décadas después se desconocen al resto de los responsables del atentado producido en Palermo.

En sus años como juez, desentrañó el funcionamiento interno y los mecanismos de poder de 'Cosa Nostra', motivo por el que fue objetivo de sus líderes. Aquel 23 de mayo de 1992, 500 kilos de explosivos reventaron la autopista entre el aeropuerto y Palermo en Capaci, acabando con la vida de Falcone, de su esposa (también jueza) y a tres de sus escoltas.

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Pero su asesinato no fue en vano, ya que marcó un antes y un después en la manera en el que la sociedad italiana, especialmente la del sur, miraba a los grupos mafiosos que atemorizaban a sus ciudadanos. Tras la muerte de Giovanni Falcone, se escribieron miles de mensajes por parte de ciudadanos anónimos que se congregaron en su vivienda de Palermo para mostrar su rabia. “Habéis cerrado la boca a cinco italianos, pero se la habéis abierto a 50 millones", decía uno de estos mensajes recogidos en el árbol que se encontraba enfrente de su inmueble, y que se convirtió en todo un símbolo en la lucha contra la mafia.

El asesinato de Falcone y otros jueves, como Paolo Borsellino, fue el inicio del fin de una manera de funcionar por parte de estos grupos mafiosos, que hasta entonces sembraban el miedo entre la población.

La Iglesia clama contra la situación de miedo que se vivía en Catania

Para la Iglesia también marcó un antes y un después el asesinato contra el juez Falcone. El arzobispo de Catania, Luigi Bommarito, denunció ante el Papa Juan Pablo II que el mal de la mafia mantenía su poder en Sicilia, “con toda su capacidad de colusión y de camuflaje".

El prelado denunció que la opresión “"de minorías aguerridas y violentas que dominan la ciudad” no había cesado. El fraude organizado, la extorsión de los comercios y establecimientos públicos eran los males que propiciaba una sangría que “ha mandado a la emigración a cataneses ya casi ancianos; la violencia de la delincuencia, organizada o no el "vampirismo" de los usureros que en esta zona de Italia tienen un volumen de negocios sólo comparable al de Nápoles, y el paro, tres veces superior al que sufren los italianos del norte”, expresaba el arzobispo ante la atenta mirada de Juan Pablo II.

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El asesinato de los magistrados Rosario Livatino en 1990 y los jueves 'antimafia' Giovanni Falcone y Paolo Borsellino en 1992, devastaron a Italia. Por ello, en mayo de 1993, Juan Pablo II realizó una visita pastoral a Sicilia. Los asesinatos estaban frescos en la mente de todos.

Aquel día, el Papa polaco responsabilizó en Sicilia a la mafia de la depresión económica y social que vivía el sur de Italia. Durante su visita a esta zona de Italia, ofreció un discurso no programado e improvisado, después de celebrar una Misa multitudinaria desde el Valle de los Templos de Agrigento.

“El pueblo siciliano, tan arraigado a la vida, que ama y da la vida, no puede vivir siempre bajo la presión de una civilización contraria, de la muerte. Hace falta la civilización de la vida. En nombre de Cristo crucificado y resucitado, que es camino, verdad, y vida, me dirijo a los responsables: ¡Convertíos, un día vendrá el juicio de Dios!”, exclamó el Santo Padre fallecido en 2005.

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No se quedó ahí su mensaje, ya que instó a la mafia a no seguir con su actividad asesina contra inocentes: “Tienen que entender que no se puede matar inocentes. Dios dijo una vez, ‘No matarás’. ¡El hombre, cualquier organización humana, la mafia, no puede matar ni pisotear este derecho santísimo de Dios!”.

Aquellas palabras de Karol Wojty?a no dejaron indiferente y, visto con la perspectiva del tiempo, supuso un impulso contra la mafia en el país adriático.