Kike Figaredo: «Si bajamos al encuentro de los pobres no nos equivocaremos nunca»

Los misioneros Patricio Larrosa, Janeth Aguirre y Kike Figaredo reflexionan sobre la pobreza en el marco de la Jornada Mundial de los Pobres

Kike Figaredo: «Si bajamos al encuentro de los pobres no nos equivocaremos nunca»

José Ignacio Rivarés

Publicado el - Actualizado

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«No se trata de tener un comportamiento asistencialista hacia los pobres; es necesario hacer un esfuerzo para que a nadie le falte lo necesario. No es el activismo lo que salva, sino la atención sincera y generosa que permite acercarse a un pobre como a un hermano que tiende la mano». Esta frase del Papa Francisco forma parte del mensaje para la VI Jornada Mundial de los Pobres, que la Iglesia católica celebró el pasado domingo, 13 de noviembre.

Este jueves, día 17, tres misioneros, el sacerdote granadino Patricio Larrosa, la religiosa colombiana Janeth Aguirre y el jesuita cántabro Kike Figaredo han compartido reflexiones y experiencias sobre los pobres y la pobreza en el marco de un encuentro digital organizado por Manos Unidas bajo el lema «Signos de amor en un mundo que sufre». Figaredo, obispo de la prefectura apostólica de Battambang (Camboya), se ha hecho presente en el evento mediante un vídeo en el que afirma que la gente sencilla y pobre nos interpela para que modifiquemos nuestras conductas y salgamos de nuestros círculos y de nuestras maneras de pensar y actuar. Cristo —subraya— se hizo pobre «para enseñarnos el camino», por lo que este ha de ser el del abajamiento. «Si bajamos, si vamos al encuentro de los pobres, no nos equivocaremos nunca», sostiene el prelado, presidente también de Cáritas Camboya.

Empoderamiento de mujeres en Malí

Janeth Aguirre reivindica una nueva mirada hacia los más desfavorecidos. «No hay pobres, hay seres humanos víctimas de la injusticia social a quienes falta salud, educación, agua… Son personas a las que les falta una oportunidad», ha dicho. Aguirre lleva 18 años en Koulikaro, al sur de Malí, luchando contra la desnutrición y trabajando en el empoderamiento de la mujer para combatir la pobreza. Lo hace con otras dos hermanas de su congregación, las Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora.

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En Malí, ha explicado, «la mujer nace para el hombre», está relegada a las tareas del hogar y tiene escasas oportunidades para escolarizarse, formarse y dejar de depender del varón. «Cuando entienden que ellas pueden ser instrumentos de transformación cambian su perspectiva y dejan de creer que son inferiores al hombre. (…) Inicialmente quieren aprender a leer, luego contabilidad, después formar una empresa, más tarde obtener un título… Al final son mujeres que quieren transformar sus vidas», señala.

La Hermana Janeth y sus dos compañeras reparten vida a raudales. Enseñan a leer y a escribir; ponen en marcha talleres de formación profesional en los que se enseña a la mujer cuestiones de peluquería, moda, maquillaje y cocina para que puedan trabajar y ganarse la vida; organizan cooperativas; promueven huertos caseros con pozos; enseñan a conservar los alimentos; explican a las mujeres como controlar el peso y la talla de los niños… «Nuestro proyecto bandera en este momento es un jardín infantil», dice. Y añade: «Sabiendo leer y escribir, la mujer puede aspirar a trabajar. En Malí hay un problema de poligamia. A una mujer con educación, el esposo no la reemplaza sino que la hace única».

«A veces —reflexiona— los misioneros corremos el riesgo de ser considerados héroes, cuando los héroes son ellos».

Acoes: «Como una pandilla, pero en positivo»

La pobreza es como un rodillo que impide la plena realización del ser humano. El Padre Patricio Larrosa, director de la fundación Acoes (Asociación Colaboración y Esfuerzo), es algo que tiene muy claro: llegó a Honduras en 1992 para una estancia temporal y hoy lleva ya 30 años ayudando a escapar de ese pozo a los más de 4.000 niños que estudian en los colegios de su asociación. «Pensaba que la pobreza era otra cosa, hoy sigo sin acostumbrarme», reconoce.

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«En Honduras, la pobreza extrema hace que los padres no puedan ofrecer a los niños la oportunidad de estudiar y que los pongan a trabajar. Luego, se van quedando en la calle y tienen que buscarse la vida. Si se les abre las puertas de una pandilla, ingresan, y luego es muy difícil salirse de ellas pues no les es permitido», explica el sacerdote granadino. «Intentamos dar mejores oportunidades que la pandilla. Intentamos que sientan que forman parte de una familia. La mara también lo hace, pero para destruirlos. Somos como una pandilla, pero en positivo», argumenta en tono de broma.

Educar para compartir y servir a los pobres

Larrosa sostiene que sin educación no puede haber desarrollo humano. Explica que gracias al esfuerzo de un millar de voluntarios y colaboradores —hondureños y españoles a partes iguales, más o menos— en Acoes ayudan a estudiar a miles de niños, pero que tratan de hacer las cosas según los criterios del Evangelio. «Queremos que la formación no sea solo intelectual o académica, sino también humana en el sentido del Evangelio. Trabajamos el compromiso. Cuando alguien viene a pedir ayuda le decimos que tiene que participar en la ayuda a los demás. Si sabe leer, tiene que enseñar a leer a otro niño. Intentamos crear una red. Les pedimos que medio día lo dediquen a estudiar y el otro medio a ayudar a otros niños». Se trata de «educar para el compartir, para el servir y para atender las necesidades de los más pobres».

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Dignificar a los pobres y explicar el trabajo de la Iglesia

¿Cómo se puede luchar para que los jóvenes no se dejen seducir por el dinero fácil y no caigan en manos de las maras en Honduras, o del yihadismo en Malí?, se les ha preguntado a los misioneros. Su respuesta ha sido clara: generando unas condiciones de vida dignas. La Hermana Aguirre ha puesto el caso de un chico de Malí a cuya familia un grupo yihadista ofreció mucho dinero para que se uniera a ellos. La única manera de evitar algo así es darles una salida, ofrecerles un trabajo.

¿Y cómo se puede combatir la aporofobia, el rechazo y la aprensión a los pobres instalados en la opinión pública? Dignificándolos a través de los medios de comunicación, donde, según Janeth Aguirre, «no los presentamos como seres humanos, sino como seres miserables».

Aguirre y Larrosa coinciden en que la Iglesia es uno de los principales actores internacionales en la lucha contra la pobreza, pero señalan que hay que dar a conocer mucho más su labor. «Somos muy tímidos a la hora de presentar a la opinión pública lo que somos, lo que hacemos y lo que construimos con ellos», dice la misionera colombiana. «A mí me hace mucha gracia cuando se habla de tal o cual organización “sin fronteras”, cuando la Iglesia está en todas partes y es universal», remacha Larrosa, Premio de Derechos Humanos Rey de España 2020.