¿Por qué Abraham es profeta para cristianos, musulmanes y judíos?
Las claves del encuentro interreligioso del Papa Francisco en la llanura de Ur durante su viaje a Irak
Roma - Publicado el - Actualizado
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El gran sueño incumplido de San Juan Pablo II durante el Gran Jubileo del 2000 fue recorrer la tierra de Abraham y alguno de los lugares más destacados del Antiguo Testamento. Deseaba subrayar con su presencia el permanente vínculo de la Iglesia con el antiguo pueblo de la alianza: “me gustaría, si ésta es la voluntad de Dios, ir a Ur de los Caldeos, la actual Tal al Muqayyar, en el sur de Irak, ciudad donde, según la narración bíblica, Abraham oyó la palabra del Señor que lo arrancaba de su tierra, de su pueblo, y en cierto modo de sí mismo, para hacer de él el instrumento de un designio de salvación que abarcaba el futuro del pueblo de la alianza e, incluso, todos los pueblos del mundo” (Carta del 29 de junio de 1999).
El encuentro interreligioso en la Llanura de Ur de Caldea será uno de los grandes momentos del viaje del Papa a Irak, puesto que Abraham es profeta para cristianos, musulmanes y judíos. Representa, además, un símbolo de la unidad para todos los cristianos de Irak. El Papa Francisco estará en la “casa” de Abraham. Una imagen histórica, signo de esperanza y de concordia para todas las religiones que cohabitan la región y que han sufrido persecuciones religiosas.
Según relata la Biblia, Ur de Caldea fue el lugar de nacimiento del patriarca Abraham. Hacia el año 1943 a.C., cuando contaba 75 años, partió hacia Canaán tras recibir la orden de Yahvé de dejar la tierra de sus antepasados, su familia y la casa de su padre. A cambio, Yahvé le prometió que él y su descendencia “llenarían” la tierra. En Ur se casó con Sara, quien según el relato bíblico era estéril y a los 90 años concibió a Isaac.
Abraham es el profeta de la unidad
Venerado por judíos, musulmanes y cristianos, la figura del gran patriarca bíblico es capaz de conciliar puntos de unión entre las tres grandes religiones monoteístas del mundo.
En la Meca, los fieles dan vueltas alrededor de la Kaaba, el santuario que Dios mandó construir a Abraham (Ibrahim para los musulmanes) y a su hijo Ismael. Los que no pueden viajar a La Meca se reúnen para la Fiesta del Sacrificio –el día sagrado del calendario islámico– en la que se mata un cordero o una cabra para conmemorar que Abraham ofreció su hijo a Dios, el mismo motivo por el que los judíos celebran su Año Nuevo.
La vida de Abraham y de parte de su descendencia se relata en el Génesis, primer libro de la Torah judía. El Génesis también conforma el Pentateuco perteneciente al Antiguo Testamento de la Biblia cristiana y también aparece a menudo en algunas suras del Corán, el libro sagrado del islam. Se le cita en concreto hasta en 70 ocasiones.
En la Declaración “Nostra Aetate” del Concilio Vaticano II, se refiere a los musulmanes como aquellos “que procuran someterse con toda el alma a los ocultos designios de Dios, como se sometió Abraham, a quien la fe islámica mira con complacencia”.
Excluyendo a Dios, Abraham es la única figura bíblica a la que las tres religiones se refieren como Padre.