El testimonio del sacerdote nigeriano que sobrevivió a la masacre de Pentecostés: "Los niños se escondían"

El pasado 5 de junio, un grupo de asaltantes irrumpían en la Misa de Pentecostés en la parroquia de San Francisco Javier, en el estado de Ondo. Su párroco recuerda cómo lo vivió

El testimonio del sacerdote nigeriano que sobrevivió a la masacre de Pentecostés: "Los niños se escondían"

Redacción Religión

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El pasado 5 de junio un atentado terrorista dejó 41 muertos en la iglesia de San Francisco Javier, en el estado nigeriano de Ondo. Fue durante la Misa con motivo de la festividad e Pentecostés. Cuando se van a cumplir dos semanas de la terrible masacre, el vicario parroquia del templo, el Padre Andrew Adeniyi Abayomi, ha relatado para Ayuda a la Iglesia Necesitada cómo vivió aquellos momentos tortuosos que nunca podrá olvidar.

En la entrevista, el sacerdote nigeriano ha asegurado que, según testigos presenciales, fueron cuatro las personas que irrumpieron en la parroquia, aunque no se descarta a día de hoy que hubiese al menos dos infiltrados más entre los fieles durante la Eucaristía.

Cuando tuvo lugar los asesinatos, Andrew Adeniyi se encontraba en el interior del presbiterio: “Había terminado la misa y estaba reponiendo el incienso para la procesión posterior fuera de la iglesia. Fue entonces cuando oí un ruido. Pensé que era un portazo o que alguien se había caído o había visto una serpiente, como ya había ocurrido en alguna ocasión. Pero entonces oí un segundo ruido fuerte y vi a los feligreses corriendo en diferentes direcciones en la iglesia. Me quedé en estado de shock, hasta que alguien corrió hacia mí gritando: ¡Padre, pistoleros!”, ha relatado.

En esos instantes, el religioso solo pensaba en cómo ayudar a los feligreses y salvarles la vida: “Algunos se armaron de valor y cerraron la puerta de entrada” mientras el propio sacerdote les instó a “a pasar por el presbiterio para entrar en la sacristía”.

Gracias a ello, algunos feligreses lograron escapar, pero el Padre Andrew optó por permanecer en el interior, ya que muchos niños y adultos se aferraron a él: “Algunos niños incluso se escondieron debajo de mi casulla, yo los protegía como una gallina a sus polluelos”.

Ante este dramático panorama, el sacerdote solo podía calmarlos y rezar por ellos: “Les pedía que no se preocuparan, que Dios haría algo. Entonces oí tres o cuatro explosiones, una tras otra. El atentado estaba bien planeado y duró entre 20 y 25 minutos”, ha recordado.

Una vez que los asaltantes se marcharon, abandonaron la sacristía. La escena era desoladora, con varios feligreses sin vida en el suelo de la iglesia, además de decenas de heridos: “Estaba conmocionado. Supliqué a la gente que llevara a nuestros hermanos y hermanas heridos al hospital, con la ayuda de los feligreses que saben conducir empecé a trasladar a algunos de los heridos al hospital de San Luis y al centro de salud federal. Dejamos atrás los cadáveres mientras intentábamos salvar a los heridos”, ha detallado en la entrevista con Ayuda a la Iglesia Necesitada.

Pese a que el estado de Ondo siempre ha sido pacífico en comparación con el norte de Nigeria y el Cinturón Medio, las tensiones entre los pastores fulani y los campesinos cristianos han ido en aumento. En este sentido, el Padre Andrew Adeniyi ha explicado que “hay grupos militantes que están movilizando a la gente en el suroeste y en otras partes del país. No podemos determinar la tribu, la raza o el grupo al que pertenecen los atacantes. Incluso cuando se produjo el ataque, algunos los vieron, pero no pudieron identificarlos por la lengua porque no hablaron. Algunos de los atacantes acudieron haciendose pasar por feligreses a la misa, celebraron la misa con nosotros hasta que iniciaron el ataque”.

Ante este atentado, asegura que entre muchos feligreses se ha instalado el miedo a regresar a la iglesia, pese a los intentos de los sacerdotes y religiosos por animarles a volver: “El objetivo es establecer un contacto directo con ellos para fortalecerlos y recordarles que profesar nuestra fe en Dios significa que le entregamos toda nuestra vida. Esta vida es solo un tránsito a la eternidad. La eternidad debe ser nuestra meta final”, subraya.

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