"La Iglesia es, y debe ser cada vez más, esa casa donde te llaman por tu nombre"

Irene Pozo reflexiona sobre los primeros mensajes del Papa Francisco a los jóvenes en la JMJ: "Invita a ponernos en camino y salir de nuestra zona de confort"

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Mucho hablamos estos días de ‘peregrinos’, una palabra que como recordaba el Papa Francisco a los jóvenes de la Universidad Católica Portuguesa, invita a ponernos en camino y salir de nuestra zona de confort. En un momento histórico de grandes desafíos, el Papa pedía buscar y arriesgar, tener la valentía de “sustituir los miedos por sueños”.

Momentos antes, escuchaba atento el testimonio de varios jóvenes. En sus palabras se advertía claramente que estamos ante una generación de esperanza, que es consciente del impulso que pueden dar para caminar hacia una sociedad más justa. De fondo, la educación, uno de los grandes temas del pontificado de Francisco que fácilmente podemos observar en cada una de sus encíclicas, exhortaciones o discursos.

El trazo del Papa Francisco

Presente y futuro de quienes estos días cobran especial protagonismo mostrando que una cultura del encuentro es posible. Como gesto, la firma del Papa en el mural de 4 kilómetros que los jóvenes de Scholas Occurrentes, pertenecientes a distintas religiones, han pintado como signo de futuro. Este movimiento, impulsado por el propio Francisco, trabaja con escuelas y comunidades educativas de todo el mundo para transformarlo precisamente desde la educación en vistas al Pacto Global Educativo.

Estos días donde muchos jóvenes se conocen y comparten experiencias que cambiarán muchas vidas, el Papa les invitaba en la ceremonia de acogida a dejarse sorprender y entrar en diálogo con Dios a través de su Hijo. Y les recordaba que en la Iglesia “hay espacio para todos” también para “el que se equivoca, para el que cae, para el que le cuesta. Porque la Iglesia es, y debe ser cada vez más, esa casa donde resuena el eco de la llamada que Dios dirige a cada uno por su nombre”.

Junto a ellos, los símbolos de la JMJ, el icono de Nuestra Señora Salus Populi Romani y la cruz peregrina de casi 4 metros de altura que el Papa san Juan Pablo II, impulsor de las Jornadas Mundiales de la Juventud, confió a los jóvenes para llevarla por todo el mundo. Una cruz que nos habla de esperanza. Y también de la alegría de la fe, capaz de tender puentes entre los jóvenes de todo el mundo.