Hernán Quezada (Jesuitas): «Que la sangre de nuestros hermanos sea fermento de paz y justicia en México»

Hoy se procede a la identificación de los tres cadáveres hallados por las fuerzas de seguridad, dos de ellos supuestamente los de los padres Javier Campos y Joaquín Mora

Hernán Quezada (Jesuitas): «Que la sangre de nuestros hermanos sea fermento de paz y justicia en México»

José Ignacio Rivarés

Publicado el - Actualizado

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«Esperamos que la sangre de nuestros hermanos sea fermento para que la paz y la justicia lleguen a nuestro país». Este es el deseo del padre Hernán Quezada, miembro del equipo de gobierno de la Compañía de Jesús en México, tras el homicidio este 20 de junio de los padres Javier Campos y Joaquín Mora.

Los dos jesuitas fueron asesinados en el interior de la iglesia de Cerocahui (Chihuahua) por un hombre armado que perseguía a otro individuo que también resultó muerto. El autor material de los disparos ha sido identificado como José Noriel Portillo, alias El Chueco, un sicario que tras el crimen se llevó los tres cuerpos en una camioneta, se supone que con ayuda de otras personas. La víctima que huía era un guía turístico. Poco antes del crimen habían sido secuestrados en un hotel cercano otras cuatro personas, una de ellas la esposa del fallecido.

Este miércoles la gobernadora del Estado de Chihuahua informó al provincial de la Compañía de Jesús en México, Luis Gerardo Moro Madrid, del hallazgo de tres cadáveres. Hoy se procede a su identificación, informa la Compañía en un comunicado.

«Javier y Joaquín estaban en una reunión en la comunidad, oyeron algo en la iglesia y salieron. Mataron al que estaban persiguiendo y también a nuestros hermanos», ha declarado el Padre Quezada, quien supone que, conociendo a sus compañeros, estos trataron de ayudar al hombre que huía.

Según el portavoz jesuita, Javier Campos y Joaquín Mora eran «dos misioneros de toda la vida» en la Sierra Tarahumara, «jesuitas entregados a la misión» en unos pueblos en los que llevaban décadas y en los que hacían «un trabajo cercano, valiente y amorosísimo». Eran «hermanos muy queridos» y «hombres comprometidos con la paz, la justicia y el anuncio del Evangelio».

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El Padre Javier Campos Morales tenía 79 años, 53 de los cuales los había dedicado a los pueblos rarámuris y mestizo. Había nacido en 1943 en Ciudad de México, aunque pasó sus primeros años de vida en Monterrey (Nuevo León) y Guadalajara (Jalisco). A Chihuahua llegó en 1973, un año después de ser ordenado sacerdote, para trabajar con los indígenas que habitan la sierra del mismo nombre. Persona vitalista y alegre, era el superior de la misión de los jesuitas, párroco, vicario de Pastoral Indígena de la diócesis de Tarahumara y asesor regional de las Comunidades Eclesiales de Base.

El Padre Joaquín César Mora Salazar, por su parte, tenía 80 años, era de Monterrey y llevaba 23 años sirviendo al pueblo tarahumara. Ordenado en 1971, había sido vicario parroquial en Chínipas (2000) y vicario cooperante en Cerocahui desde 2007.

Presencia de crimen organizado

Cerocahui es un pueblo de poco más de mil habitantes de la Sierra Tarahumara que está ya próximo a los Estados de Sonora y Sinaloa, lugares con una importante presencia de crimen organizado vinculado al narcotráfico.

«La Sierra Tarahumara, como muchas otras regiones del país —ha explicado la Compañía de Jesús en México en un comunicado— enfrenta condiciones de violencia y abandono que no han sido revertidas. Todos los días se priva arbitrariamente de la vida a hombres y mujeres, como hoy fueron asesinados nuestros hermanos».

«Al denunciar lo ocurrido —añade la nota— hacemos notar también el dolor que vive nuestro pueblo por la violencia imperante y nos solidarizamos con tantas personas que padecen esta misma situación, sin que su sufrimiento suscite empatía y atención pública».

El Papa Francisco expresó en la audiencia general de ayer miércoles su condena y consternación por el crimen, recordando que «la violencia no resuelve los problemas, sino que aumenta el sufrimiento innecesario».

La Conferencia Episcopal Mexicana y la diócesis de Tarahumara también han emitido sendas comunicaciones de repulsa por este nuevo crimen. «En medio de tanta muerte y crimen que se vive en el país —dice la declaración del episcopado— condenamos públicamente esta tragedia y exigimos una pronta investigación y seguridad para la comunidad y todos los sacerdotes del país».

Protección del equipo pastoral

El padre Quezada reconoce que la situación en la zona se había deteriorado en los últimos años, y con ella, «el trabajo de los hermanos», que se había complicado. Pero niega que estos hubieran sufrido agresiones o amenazas anteriormente. «Es importante señalar —ha declarado en este sentido a distintos medios mexicanos— que no ha sido una acción dirigida a los jesuitas, por odio a los jesuitas». No obstante, la Compañía de Jesús en México ha exigido «medidas de protección» para los demás jesuitas, las religiosas y los laicos de la comunidad de Cerocahui.

La presencia de la Compañía de Jesús en la Sierra Tarahumara se remonta a los comienzos de la evangelización en este agreste territorio, en el siglo XVII. Allí cuenta hoy con un complejo asistencial, una pequeña clínica, y lleva a cabo labores educativas y de acompañamiento pastoral entre las comunidades indígenas.

El Padre Quezada agradece las numerosas muestras de apoyo que están llegando a la Compañía en México estos días. «Hemos recibido gestos de respaldo, solidaridad y preocupación de distintos hermanos de todo el mundo», señala.

El pasado 17 de mayo fue asesinado también en México otro sacerdote, José Guadalupe Rivas Saldaña, presidente de la Casa del Migrante de Tecate (Baja California). Tenía 57 años y pertenecía al presbiterio de la archidiócesis de Tijuana. Su cuerpo sin vida presentaba signos de tortura. En los últimos cuatro años han sido asesinados en México al menos ocho sacerdotes.

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