Las últimas cartas entre Francisco y su esposa antes de ser ejecutado por Hitler: "Por mi culpa"

Francisco Jägerstätter estuvo preso de marzo a agosto de 1943, cuando es condenado a muerte por no jurar fidelidad al Führer. Hasta el final, se intercambió cartas con su familia

Las últimas cartas entre Francisco y su esposa antes de ser ejecutado por Hitler: "Por mi culpa"

José Melero Campos

Publicado el - Actualizado

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La negativa del campesino austríaco Francisco Jägerstätter de jurar fidelidad a Hitler provocó su detención y posterior martirio y ejecución en la guillotina. En febrero de 1943, cuando fue llamado a filas para luchar en el frente con la Alemania nazi, decidió rechazar pese a la presión de su entorno.

La persecución de los cristianos por parte del Tercer Reich hizo que Francisco se reafirmase en su fe y amor a Cristo. Su detención se efectuó en marzo de 1943. Estuvo detenido hasta mayo en la prisión militar de Linz, donde le torturaron para que se retractara de su rechazo al Führer. Luego fue trasladado a una cárcel de Berlín, donde un tribunal militar le condena a muerte por insumisión. El 9 de agosto de 1943 fue ejecutado.

Días antes de su muerte, le autorizaron un vis a vis con su mujer, Francisca. Fue la última vez que se vieron. Francisca trata de convencer a su marido para que cambie de postura, pero fue inútil.

El amor que sentían el uno por el otro fue palpable hasta el final. Prueba de ello son las cartas que se escribieron durante su etapa de reclutamiento y luego tras ser detenido por desertor y condenado a muerte. A continuación, publicamos algunas de los textos que se intercambiaron días antes de ejecutarse su sentencia de muerte, y que recoge el libro 'Resistir al mal. Cartas y escritos de la prisión' que publicó 'Ediciones Encuentro'.

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Carta del 8 de julio de 1943: Francisco responde a su esposa dos días después de ser condenado a muerte, aunque el veredicto aún no estaba confirmado.

“Por fin ha llegado el momento de poder escribiros unas líneas. En primer lugar, os doy las gracias de corazón por vuestras cartas, que he recibido lleno de alegría y que sigo esperando con gran anhelo. Muchísimas gracias también por las bonitas fotos, que también me han causado gran alegría pero a la vez me han llevado casi hasta las lágrimas, pues a Loisi casi no la he reconocido. En la foto da la sensación de ser una chica muy enérgica. Sería una gran alegría si se pudieran vviir nuestros pocos días de vida acompañados por una familia feliz. Pero si el buen Dios lo ha pensado de otro modo para nosotros, también eso es bueno. Es una alegría para Jesús y también para nuestra fe el poder sufrir. Tenemos la alegre esperanzade que los días de vida que aquí en la tierra no estamos pudiendo compartir serán sustituidos en el cielo por mil días en los que podremos gozar con inefable alegría y felicidad, junto a Dios, y nos alegraremos eternamente con Él y con nuestra Madre del cielo, la Virgen María. ¡Si pudiéramos permanecer en el amor de Dios! Pues nos esperan duras pruebas de fe. Y no sabemos si nos tocará a nosotros vivir el tiempo del cual se dice que en él apenas el justo podrá salvarse.

Te doy las gracias también por haberme mandado mi comida favorita. El sábado de Pentecostés me lo comí y estaba delicioso. Y aún me valió de postre para dos comidas más. Aunque me encantó y me alegró mucho, os pido que ya no me mandéis más alimentos porque por lo visto aquí no está permitido. Lo que mandasteis me lo dejaron pasar por benevolencia, como un favor. Creo de corazón en nuestro amor hacia mí y que en todo momento estáis preocupados por mí. Podéis estar seguros de que de momento no me ha ido tan mal aquí como vosotros en casa quizás os imagináis. Gracias a Dios estoy sano, y espero que vosotros lo estéis también.

Querida esposa y madre, temo que este duro verano esté siendo demasiado para vuestra frágil salud pues sé muy bien todo el trabajo que hay cuando comienza el verano. Si fuerais comerciantes lo tendríais más fácil pero parece que para ello la perspectiva no es buena. Por lo que me cuentas parece que el precio del ganado no ha bajado. Todo eso es peligroso porque a menudo uno puede apegarse demasiado al dinero.

Querida madre, de doy las gracias por esas amables líneas, que me han alegrado mucho. Espero que ya no estés enfadada por mi desobediencia y te pido que no tengas miedo ni te preocupes por mi bienestar corporal, incluso si tuviera que ocurrirme algo peor que lo que estoy viviendo, pues el Señor no me va a mandar algo mayor de lo que yo pueda soportar.

Querido suegro, te doy las gracias por tu carta por las amables líneas que has escrito en ella. En mi última carta metí una hoja separada con unas palabras para ti pero lo que veo en vuestras cartas creo que lo la habéis recibido. En este caso, lo escribo todo aquí, en la misma hoja. Espero que hayas dejado de sangrar y que te encuentras mejor, te lo deseo de corazón. Este año el Señor está mandando un tiempo propicio para aquellos que sudan fácilmente. Si no habéis tenido un tiuempo mejor que el que hay aquí supongo que aún no habréis terminado la cosecha, ¿no es así? Aunque no está lloviendo mucho, no creo que hubiera dos días seguidos de sol y julio no ha empezado mejor. Me alegro de que no le exijas demasiado a los míos en el trabajo, sobre todo porque de ese modo os queda tiempo libre para pensar y rezar. Seguro que tendréis curiosidad por saber cuál es mi futuro, si ya se ha decidido algo. Os pido que tengáis un pcoo de paciencia hasta que os pueda escribir. Espero al menos hasta entonces para tomar la última decisión.

Querida esposa, mientras yo no sea infeliz, no debes sentir pena por mí. Lo único que te pido es que no me olvidéis en vuestra oración, igual que yo tampoco os olvido a vosotros en la mía. Acordaos de mí especialmente en la celebración de la Santa Misa. Te quería contar también una noticia muy alegre: ayer recibí una visita de un sacerdote, el martes próximo vendrá de nuevo con el Santísimo Sacramento. Como ves, tampoco aquí estoy abandonado por Dios. Te saluda su esposo Franz, que piensa en ti con amor.

Saludos a mis queridas niñas. Vuestras fotos me han causado gran alegría. Claro que para mí lo mejor sería pdoeros ver una vez más en persona. No os desaniméis si papá no va a contaros historias. Hoy en día hay muchos niños cuyos padres no pueden ir a verlos o oncluso que ya no están. Me alegra muchísimo lo que me ha contado mamá, que siempre rezáis. Estoy seguro de que os habéis vuelto unas niñas buenísimas y muy obedientes. Me haría muy feliz que eso siguiera siendo así. El domingo del Corpus Christi he pensado mucho en vosotras y hubiera querido veros con vuestras pequeñas coronas. Os saluda de corazón, desde la distancia, vuestro padre que os quiere”.

Carta del 12 de julio de 1943: Francisca responde a su esposo

"Dios te guarde, querido esposo:

Hemos decidido volver hoy mismo a casa porque no hemos conseguido habitación y todavía son las 10, es buena hora para marcharnos. Hemos vuelto a ver a tu abogado defensor y espero que, con la ayuda de Dios, todo vaya lo mejor posible. Traía de casa un montón de cosas que contarte y me he olvidado de muchas de ellas. Seguro que te habrás enfadado pero el párroco tenía buena intención. Voy a rezar mucho por ti. Por favor, no desesperes en tu difícil situación. Cariñosos saludos de tu esposa, que te quiere y se preocupa por ti”.

Carta del 8 agosto de 1943: de Francisco escribe a su esposa, día antes de morir guillotinado

“Querida esposa y queridos familiares y amigos:

Recibid, en primer lugar, un cariñoso saludo de mi parte. Y ante todo millones de gracias por vuestras cartas, la del 13 y la del 25 de julio, que he recibido con gran alegría. Espero que hayáis recibido la mía del mes pasado. Querídisma esposa, el mes pasado tuviste que hacer un sacrificio por mí viniendo hasta aquí. Mañana hace ya cuatro semanas desde la última vez que nos vimos. Se os podía haber ahorrado mucho dolor hasta ahora si mi abogado defensor no os hubiera escrito, pues hasta hoy aún sigo sin noticias de que la condena a muerte se haya confirmado. Debéis ofrecer a Dios tosas estas fatigas y esfuerzos enormes, para que no hayan sido en vano.

El reencuentro contigo me trajo gran alegría, no así el objetivo d dicha visita por causa de la cual habéis asumido un sacrificio tan grande. Me dio pena no haber podido hablar más tiempo contigo. No siento rencor alguno hacia nuestro señor párroco y me gustaría que le pidieses perdón de mi parte por todas mis palabras inútiles, que quizás lo ofendieron y que en mí solo han provocado un prfundo arrepentimiento. Creo que yo con mis palabras no alcancé en modo alguno el fin que deseaba, como nuestro párroco tampoco lo logró con las suyas. Quisiera poder ahorraros todo el sufrimiento que estáis padeciendo por mi culpa. No obstante, conocéis las palabras de Cristo, quien dijo: “El que ama a su padre o a su madre, a su esposa o a sus hijos más que a mí, no es digno de mí”. ¡Cuánto doloir tuvo que padecer Cristo al ver que por su pasión su madre sufría lo indecible! Y sus sufrimientos son incomparables a los nuestros. Y todo ello so sufrió Jesús solo por amor a nosotros pecadores. ¿Creéis acaso que dejaríais de sufrir si yo, a través de una mentira, buscara prolongar mi vida en esta tierra? Si realmente creéis, como pude percibir por vuestras palabras, que haciendo lo que hago incumplo el cuarto mandamiento, estoy seguro de que estaréis pasando por un momento durísimo. No sabemos cómo serán nuestras últimas horas, tampoco qué luchas habremos de afrontar en tales momentos. Poero de l oque estoy absolutamente seguro es de que tengo una gran confianza en la misericordia de Dios, de que mi amador Salvador no me abandonará en las últimas horas, pues hasta ahora no me ha abandonado, así como tampoco lo hará nuestra Madre del Cielo ya que no para de fluir por mis labios la oración del 'Ave María'.

Queridísima esposa, piensa también en lo que Jesús ha prometido a aquellos que guarden los nueve viernes del Sagrado Corazón de Jesús. Si no antes, con seguridad todas aquellas cosas por las que hoy los hombres tienen disputas, se aclararán en el día del Juicio. Os perdono de corazón a vosotros y a todos los demás, aunque sé que mis palabras no son precisamente agradables a vuestros oídos. ¿No quiso decir nuestro querido Salvador todo esto? ¿Y debemos nosotros estar exentos de cumplir sus palabras? Aun cuando muchos me desprecian, los méritos para la eternidad no se vuelven por ello menores. Lo más importante es que el Señor, en la Eternidad, no deje frustrada mi esperanza. Que el Señor venga en nuestro auxilio en la última hora y que sea para nosotros no juez sino redentor.

No os preocupéis ni temáis por las cosas terrenas, el Señor sabe lo que necesitamos los peregrinos en este mundo, aunque a menudo cambien muchas cosas y otras no vengan como las hemos planeado. Sabemos, sin embargo, que en esta tierra podemos expiar las culpas. En el más allá ya no sufriremos y cuanto más sufrimiento tengamos aquí mayores serán allí las alegrías.

He recibido hace poco una carta muy consoladora del hermano Mayer, dale las gracias de mi parte y mándale un cordial saludo, aunque es posible que él sea llamado a la eternidad incluso antes que yo. ¿Cuántos habrán llegado ya a la eternidad?”

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Carta del 9 de agosto: Francisco se despide de su familia

“Dios os guarde, queridísima esposa, y todos mis familiares y amigos: He recibido con gran alegría tus cartas de los días 13 y 25 de julio. Muchísimas gracias. Justo hoy hace cuatro semanas que nos vimos por última vez en este mundo. Esta mañana, a las 5.30h nos han dicho que nos vistamos, que el coche estaba ya preparado para marcharme a Brandemburgo con otros condenados a muerte. Lo que harán con nosotros no lo sabemos. A mediodía me han dicho que la condena a muerte se había confirmado ya el día 14 de julio y que será ejecutada hoy a las cuatro de la tarde. Os quiero escribir unas breves palabras de despedida.

Queridísima esposa y madre. Doy las gracias de corazón por todo lo que habéis hecho por mí en mi vida, por todo el amor y los sacrificios que habéis realizado por mí, y os pido una vez más perdón por las veces que os he podido ofender o molestar. Igualmente pido perdón a todos los demás a los que haya podido ofenmder. De modo muy especial pido perdón al señor párroco si con mis palabras lo pude ofender el día en que vino a visitarme contigo. Asimismo, yo perdono a todos de corazón. Que Dios acoja mi vida como sacrificio expiatorio no solo por mis pecados, también por los pecados de otros.

Queridísima esposa y madre, no me ha sido posible libraros de este sufrimiento que ahora padecéis por mi culpa. ¡Qué duro habrá sido para nuestro amado Salvador Jesucristo haberle causado, debido a su pasión y su muerte, tantos sufrimientos a su madre la Virgen María! Y todo ello lo sufrió por amor a nosotros pecadores. Le doy las gracias a nuestro Salvador por haberme permitido sufrir por Él y morir por Él. Y confío por su infinita misericordia en que me ha perdonado todo y que no me abandonará en la última hora. Queridísima esposa, piensa también en lo que Jesús ha prometido a aquellos que guarden los nueve viernes del Sagrado Corazón de Jesús. Y también ahora vendrá a mi Jesús en la santa Comunión y me fortalecerá en el viaje hacia la eternidad. En Tegel tuve la gracia de recibir los santos sacramentos en cuatro ocasiones. Saluda de corazón a mis queridas hijas, le pediré al buen Dios, si se me permite llegar pronto al cielo, que guarde un pequeño lugar allí para vosotras. En la última semana he pedido a menudo a la madre de Dios que, si era su voluntad pudiera moriur pronto para poder celebrar ya en el cielo la fiesta de la Ascensión de la Virgen”.

Carta del 5 de septiembre de 1943: Francisca escribe al párroco que visitó en prisión a su marido, Heinrich Kreutzberg

“Reverendísimo padre:

He recibido su amable carta, cuyas palabras han sido muy consoladoras. Muchas gracias por ella. Especialmente le doy las gracias de todo corazón por las frecuentes visitas que Ud. le ha hecho a mi marido mientras estaba en la cárcel. Seguro que le habrá alegrado mucho haber recibido palabras de consuelo también de parte de un representante de Cristo, y más aún haber recibido con frecuencia al mismo Jesús en la santa Comunión. Puesto que Franz siempre se esforzó en cumplir los mandamientos, no habrá sido un gran pecado el hecho de ho naber prestado obediencia al Estado y tengo la esperanza de que, con la ayuda de Dios, habrá alcanzando seguro su destino eterno. Siento muchísima tristeza por él, pues con él he perdido un buen marido y un padre estupendo para mis hijas. Además, puedo asegurarle que nuestro matrimonio fue uno de los más felices de nuestro pueblo. Muchos nos envidiaban. Pero el Señor lo ha pensado todo de otro modo y ha soltado el bello lazo. Me alegro de que nos podamos encontrar en el cielo, donde ninguna guerra podrá ya seprarnos. Le digo a Ud. una vez más: ¡Que Dios le tenga en cuenta todo lo que ha hecho por mi amado esposo! Muy atentamente, le saluda agradecuda Franziska Jägerstätter”.