¿Quiénes son los mártires de Damasco?: "La mejor corona y el mejor testimonio"
El franciscano Antonio Arévalo ha hablado en 'Ecclesia al día' sobre la canonización y el legado de estos mártires.
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Este domingo 20 de octubre, la ciudad de Roma será el escenario de la canonización de siete franciscanos españoles que fueron martirizados en Damasco en 1860. El secretario de la provincia de la Inmaculada de los Franciscanos Menores, el padre Antonio Arévalo, ha hablado en 'Ecclesia al día', sobre la canonización y el legado de estos mártires.
"frailes con el deseo de seguir sirviendo a la Iglesia"
Como ha explicado el padre Arévalo, los franciscanos llegaron a Damasco tras la desamortización y exclaustración en España, que obligó a muchos religiosos a buscar nuevas oportunidades misioneras en Tierra Santa y Marruecos: “Eran frailes con el deseo de seguir sirviendo a la Iglesia. Se reunieron en el convento de San Miguel de las Victorias en Cuenca, donde se promovía la misión franciscana”.
la noche del 9 de julio
Su labor en la región se centró en la educación de niños, tanto cristianos como musulmanes, y en la atención pastoral. Sin embargo, en 1860, en medio de disturbios provocados por tensiones religiosas, estos frailes fueron asesinados: “La noche del 9 al 10 de julio, tras revueltas que se extendieron desde Beirut a Damasco, fueron atacados en su convento. Algunos fueron decapitados en el altar, junto a alrededor de 100 refugiados cristianos”.
canonización: ejemplo de amor y entrega
El padre Arévalo también ha añadido que la canonización, que también incluye a tres seglares de rito maronita, "no sólo es un reconocimiento de la Iglesia, sino un recordatorio del valor del testimonio de los mártires en nuestros días. Estos frailes son un ejemplo de amor y entrega, especialmente en tiempos de persecución”.
Por último, ha añadido que la Iglesia Antigua siempre consideró como los mejores seguidores de Jesucristo precisamente a estos testigos o mártires. Y es, insisto, la gloria de la Orden y de toda la Iglesia. El cristiano que pueda derramar su sangre en odio a la fe o, mejor aún, por amor a la causa, a la Iglesia y a Jesucristo, yo creo que es la mejor corona y el mejor testimonio".