¿Recuerdas cómo vivía el Papa Francisco sus Jueves Santo antes de la pandemia?

La visita a las cárceles han ocupado buena parte de la agenda del Santo Padre durante el Jueves Santo. La covid-19 obliga a trastocar los planes del Pontífice

Así ha vivido otros Jueves Santo el Papa Francisco antes de la pandemia

Eva Fernández Huéscar

Roma - Publicado el - Actualizado

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Desde su primera Semana Santa como Pontífice, el Papa Francisco ha celebrado la Misa de la tarde del Jueves Santo en diferentes instituciones penitenciarias, tal como solía hacer durante su época como arzobispo de Buenos Aires. Tan sólo hubo dos excepciones. En 2014 acudió a un centro para personas con discapacidad llamado Santa María de la Providencia en Roma y en 2016 visitó un centro de acogida de refugiados, a las afueras de Roma, en Castelnuovo di Porto.

Las cárceles: su lugar predilecto para el Jueves Santo

Nada más ser elegido papa fue a la prisión para jóvenes de Casal del Marmo en Roma, donde lavó los pies a 12 chicos y chicas, incluida una joven musulmana. En 2015 se trasladó hasta el enorme complejo penitenciario de Rebibbia, a las afueras de Roma, donde cumplen condena cerca de 2.500 personas entre hombres y mujeres.

En esta cárcel Francisco se arrodilló para lavar los pies de una reclusa nigeriana y de su hijo pequeño de 3 años, que observaba con ojos abiertos como platos lo que un anciano vestido de blanco hacía con los pies de su madre. Tras secarlos, depositó un beso sobre ellos con infinito cuidado, como si se tratara de un objeto de gran valor. Todavía permanecía arrodillado ante ella, cuando Francisco levantó la cabeza y les dirigió a los dos una amplia sonrisa. Fue sólo un instante, pero encerraba tanta ternura, que el resto de hombretones rudos y tatuados que esperaban su turno, a duras penas pudieron contener las lágrimas.

Alguno de estos presos apenas había recibido un detalle de cariño en la vida, y se encontraban con un papa que les estaba besando los pies y les decía que “Jesús no se cansa nunca de amar a nadie”.

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Alí Bahaze, un preso musulmán en la cárcel del Tratévere

Años más tarde, en 2018, acudió a celebrar el acto central del Jueves Santo a la histórica cárcel romana situada en el Trastevere. “Regina Coeli” recibe el nombre de un antiguo convento de carmelitas dedicado a la Virgen que había en ese lugar. En cuanto llegó al penal se dirigió, en primer lugar, a la enfermería donde estuvo visitando a los detenidos ingresados. Después, en la ceremonia Francisco lavó los pies a otros 12 presos, incluidos dos musulmanes, un ortodoxo y un budista.

Alí Bahaze es uno de los presos musulmanes a los que el papa lavó los pies aquel Jueves Santo. Había huido de Argelia cuando era adolescente y las malas compañías hicieron el resto, pero la cárcel le ha ayudado a cambiar. Ahora trabaja en la enfermería y cuando consiga la libertad le encantaría dedicarse al cuidado de personas mayores. En el momento del lavatorio de los pies, él no conocía el ritual y el papa se dio cuenta, por lo que se puso a explicarle que Jesús en la Última Cena lavó los pies de sus discípulos, y que, si él quería, le gustaría hacer lo mismo con los presos de la cárcel:—No me lo podía creer, pero cuando se acercó a mí, empecé a llorar... Todos somos humanos y todos cometemos errores. Pero si me dan otra oportunidad no fallaré. Aquí no vuelvo más. Para mí fue como una caricia de Dios. — cuenta Alí al recordarlo.

Al concluir la celebración, fue a saludar a algunos reclusos en régimen de aislamiento y de especial protección por haber cometido graves delitos de violencia sexual.

En esta visita, el papa se mostró muy contundente al rechazar la pena de muerte: Toda pena debe estar abierta al horizonte de la esperanza, por eso no es ni humana ni cristiana la pena de muerte, porque no conduce ni a la esperanza ni a la reinserción”.

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Velletri, la última cárcel en la que ha estado el Papa un Jueves Santo

En 2019 el Papa inició el Triduo Pascual en la cárcel de Velletri, a una hora de distancia de Roma. El Papa compartió la misa y el rito del lavatorio de los pies con 12 de los 575 detenidos que cumplen condena en dicha institución para reclusos con juicio pendiente o condenas menores, la mayoría de ellos inmigrantes. Entre los presos a los que lavó los pies había nueve italianos, un marroquí, un marfileño y un brasileño.

El Papa lavaba los pies a cada uno, los secaba cuidadosamente, los besaba y, al terminar les miraba a los ojos e intercambiaba un apretón de manos. Durante su homilía improvisada el Papa les dijo que: “Nosotros también debemos ser servidores. Es verdad que hay problemas en la vida: discutimos entre nosotros… pero esto debe ser algo que pasa, algo temporal, porque en nuestros corazones debe haber siempre este amor de servir al otro, de estar al servicio del otro”.

Al finalizar la misa, los presos regalaron al Papa productos de una granja que tienen en la cárcel, elaborados por ellos mismos.