Así te hemos contado la muerte de Jesús
Jesucristo de Nazaret ha sido finalmente crucificado en Jerusalén
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Así te hemos contado los disturbios que se iniciaron el Jueves en Jerusalén. El llamado por muchos 'mesías' -Jesús de Nazaret- ha sido detenido por una turba de hombres armados, mientras rezaba en el huerto de los olivos. Tras un juicio polémico, ha sido crucificado:
Minuto a minuto
Poncio Pilato ha concedido su deseo a los fariseos. El motivo de su petición es el recuerdo de las palabras de Jesús: “Al tercer día, resucitaré”. El temor de los fariseos es que los discípulos roben el cuerpo y digan que ha resucitado.
Al igual que los discípulos de Jesús se han asegurado de dar reposo al cuerpo de Jesús, los fariseos también se han reunido con Pilato. Los sumos sacerdotes han pedido al procurador que disponga una guardia frente al sepulcro.
Según el rito funerario judío, José de Arimatea, otro discípulo de Jesús llamado Nicodemo y varias mujeres han ungido el cuerpo de Jesús con aromas y aceites antes de colocarlo en el sepulcro.
Pilato ha ordenado que se entregue el cuerpo de Jesús a José de Arimatea. El judío, que se ha reconocido discípulo de Jesús, ha envuelto el cuerpo en una sábana y lo ha colocado en un sepulcro nuevo.
Los cuerpos permanecen todavía en las cruces en el Calvario. La noticia ha llegado del palacio del procurador porque un hombre ha reclamado el cuerpo de Jesús. Se trata de José de Arimatea, un hombre rico y que se había opuesto a la condena a muerte de Jesús.
Ha salido sangre y agua del costado de Jesús. para certificar su muerte, un soldado le ha atravesado el costado con su lanza y han brotado sangre y agua.
Para acabar de asfixiar a los crucificados, los verdugos toman un mazo y les quiebran las piernas para que mueran. Sin embargo, no ha ocurrido así con Jesús.
Estamos en la previa del Sábado, fiesta grande del pueblo judío dedicada a Dios y en la que no se puede trabajar con las manos. Por eso, han pedido a Pilato que acabaran con su sufrimiento y retiraran los cuerpos.
Se están produciendo más reacciones a estos sucesos. El centurión, el capitán romano, que está con sus soldados custodiando a Jesús ha reconocido que Jesús “era verdaderamente Hijo de Dios”.
La muerte de Jesús ha generado extraños fenómenos. Uno de ellos ha llegado desde el Santuario de los judíos: el velo se ha rasgado de arriba a abajo. Además, se han producido temblores en la tierra.
El cielo se ha oscurecido y lleva así tres horas. Jesús ha muerto. Este signo coincide con el suplicio que ha pasado. Aún resuenan las palabras que ha gritado al cielo: “¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?”
Jesús se ha dirigido directamente a Dios: “¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?”.
Sus últimas palabras han sido: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”
Jesús ha muerto. Después de la tortura, la flagelación, la coronación de espinas, el recorrido al Calvario cargando con la Cruz y la crucifixión, ha fallecido.
Los soldados han mojado una esponja con vino mezclado con hiel y se la han acercado a Jesús a la boca para que beba, usando una vara de hisopo. Sin embargo, la ha rechazado. Mientras Jesús aguanta en la Cruz, sus verdugos se reparten a suertes sus vestidos.
Jesús se ha dirigido a su madre desde la Cruz y a Juan, el único apóstol que le ha seguido hasta la Cruz. Jesús ha entregado a María como Madre a Juan, y a Juan como hijo a María. La Virgen viviría con Juan, asumiendo que Jesús está cerca de morir.
Todas estas escenas las ha contemplado la Madre de Jesús, María. Junto a ella, estaba María de Cleofás, la tía de Jesús y María Magdalena, la mujer a la que Cristo había defendido.
El otro ha increpado al primero, recordándole que ellos están sufriendo esa pena porque son culpables, no como Jesús. Después, le ha pedido: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino”. Jesús le ha contestado: “Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
Los ladrones que están colgados con Jesús han hablado con Él. Uno de ellos se ha sumado a las críticas de los judíos. “¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!”, le ha gritado.
Los reproches se prolongan haciendo mención a lo que Jesús ha dicho de sí mismo:
“A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es: que baje ahora de la cruz, y creeremos en él”. “Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya que dijo: ‘Soy Hijo de Dios’”.
“Tú que destruyes el Santuario y en tres días lo levantas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!”, le dicen.
Aún estando Jesús en la Cruz, continúan insultándole. Tanto el pueblo como los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, continúan mofándose de él.
Jesús no ha sido crucificado solo. A su derecha y a su izquierda, también han clavado a dos ladrones, que están sufriendo su mismo destino.
Un detalle de la crucifixión de Jesús es el cartel que figura por encima de su cabeza, en la Cruz. Pone INRI, que en latín dice Ieus Nazarenus Rex Iudeum, “Jesús Nazareno, el Rey de los judíos”.
La comitiva ha llegado al lugar y los verdugos han tumbado a Jesús sobre la Cruz. Han colocado clavos en sus manos y en sus pies. Están fijando ahora los miembros de Jesús con los clavos al madero a golpe de martillo. Después, lo han alzado para que quede expuesto.
Después de caer hasta en tres ocasiones por el peso de la Cruz, los soldados temen que no llegue vivo hasta el monte. Por eso, han obligado a un Simón de Cirene, hombre que volvía de trabajar del campo, a ayudarle a cargar con el madero.
Jesús sale con la cruz a cuestas rumbo al lugar donde va a ser crucificado. Se trata del monte llamado “Calvario”, o Gólgota. El significado de ese lugar es “monte de la calavera”.
Las ofensas de los guerreros romanos continúa ahora con chanzas y más burlas ante el cuerpo demacrado de Jesús, que también ha recibido latigazos. “¡Salve, Rey de los judíos!”, le dicen. Esas palabras han venido acompañadas de salivazos y golpes con la misma caña que le han puesto.
Los soldados han rodeado a Jesús, lo han desnudado, le han echado un manto de color púrpura por encima y dado una caña a modo de cetro real. Es un signo de burla con el que se mofan de su condición de “Rey”. Esta intención se confirma con la corona de espinas que han trenzado y colocado en su cabeza.
Jesús ha sido entregado a su suerte al pueblo judío y a los soldados romanos para que lo ejecuten. Antes, va a ser torturado.
Pilato ha decidido la suerte de Jesús con su decisión. Sin afirmar la condena ni recovacarla, se ha lavado las manos ante el pueblo. Se desentiende así del destino de Jesús, y se dice a sí mismo “inocente de la sangre de este justo”.
El procurador pregunta por el destino de Jesús. El mismo pueblo que ha pedido libertad para un asesino es el que aclama ahora contra Jesús. Los judíos piden su muerte por crucifixión. Han insistido en su clamor ante la pregunta de Pilato por el crimen del que se acusa a Jesús.
Pilato se dispone a cumplir con la tradición de liberar a un detenido. Los sumos sacerdotes han enardecido al pueblo para pedir la liberación de Barrabás.
El procurador ha recibido un recado de su mujer mientras presidía el tribunal. Ella le ha advertido sobre condenar a Jesús. “No te metas con ese justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa”, ha sido el mensaje.
El juicio contra Jesús coincide con la cercanía de la Pascua de los judíos. Como es costumbre, Pilato deja al pueblo elegir a un preso para ponerlo en libertad. Jesús podría quedar libre. La alternativa es un preso llamado Barrabás, acusado de revueltas y homicidio.
Entretanto, se siguen sucediendo las acusaciones de los sumos sacerdotes y los ancianos contra Jesús. Por ellas le pregunta Pilato, que ha quedado sorprendido por el silencio de Jesús
Ha comenzado la comparecencia de Jesús ante Pilato. Jesús ha reiterado su condición de Rey de los judíos remitiéndose a la propia pregunta del gobernante romano. “Sí, tú lo dices”, ha sido su respuesta.
Judas ha aparecido ahorcado. Los sumos sacerdotes se han desentendido de sus palabras y rechazado su petición de amnistía para Jesús . Él ha tirado al suelo el dinero y se ha retirado para acabar con su vida.
El remordimiento por haber entregado a Jesús hace mella en Judas Iscariote. El apóstol se ha dirigido a los sumos sacerdotes y los ancianos para devolverles las 30 monedas que le pagaron por Jesús. “Pequé entregando sangre inocente”, ha dicho.
VIERNES | Amanece en Jerusalén. Se ha celebrado el consejo en el que han sentenciado a Jesús. Ahora, los sumos sacerdotes, ancianos y escribas lo trasladan al palacio del procurador. Pretenden que el procurador romano ejecute la condena a muerte.
JUEVES | El motivo de la salida de Pedro se ha confirmado que es por unas palabras de Jesús. Después de haberle jurado que le seguiría hasta la muerte, Jesús le había dicho que iba a renegar de Él hasta en tres ocasiones.
El apóstol Pedro ha protagonizado otro desencuentro en el palacio de Caifás. Se le acaba de ver salir llorando amargamente del lugar poco después de haber escuchado el cantar del gallo.
Varios de los presentes han dicho reconocerlo como uno de los seguidores de Jesús. Con intención de acusarle, se han dirigido a él en varias ocasiones. Pedro ha respondido con negativas a las insinuaciones hasta en tres ocasiones.
Jesús ha recibido varios escupitajos, bofetadas y golpes por su respuesta. Se han burlado de él mientras se los propinaban. “Adivínanos, Cristo. ¿Quién es el que te ha pegado?”, decían.
Caifás le ha conminado a contestar si es o no el “Cristo, el Hijo de Dios”. Tras la respuesta afirmativa, Jesús ha añadido que “a partir de ahora veréis al hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo”.
Jesús ha roto su silencio y ha afirmado ser el Cristo. Eso ha desencadenado la reacción de Caifás. El sumo sacerdote se ha rasgado las vestiduras y ha asegurado que las palabras de Jesús son blasfemia. Ha pedido su veredicto a los presentes, que lo han declarado reo de muerte.
El interrogatorio de los sumos sacerdotes a Jesús ha comenzado. Se han presentado testimonios y testigos en su contra. Han reprochado a Jesús haber dicho que podía destruir el Santuario de Dios y edificarlo en tres días. El nazareno permanece callado ante las acusaciones.
Los apóstoles que estaban con Jesús han huido al ver la escena. Sólo se ha visto a Pedro en el patio del palacio de Caifás. En los exteriores se ha encendido una hoguera para que curiosos y criados puedan calentarse. Pedro ha pasado dentro finalmente, para presenciar la conclusión del juicio del Sanedrín.
La comitiva que ha apresado a Jesús se aproxima al palacio del sumo sacerdote Caifás, suegro de Anás. Esta detención se ha producido días después de que la propia autoridad religiosa dijera que era conveniente la muerte de uno por la salvación del pueblo.
Dentro del edificio, se espera un interrogatorio de los sumos sacerdotes, ancianos y escribas a Jesús.
Durante la breve refriega en el huerto, Pedro, uno de los principales seguidores de Jesús, ha herido con la espada a uno de los criados. El sirviente ha perdido la oreja derecha como consecuencia de la herida. Sin embargo, Jesús le ha pedido a Pedro guardar su espada y ha curado al criado herido, que ha recuperado su oreja.
Se trata de un grupo numeroso de personas que han enviado los sumos sacerdotes, ancianos y escribas de los judíos. Con palos y espadas se han llevado a Jesús en dirección al palacio de Anás.
Jesús de Nazareth ha sido detenido en la noche del jueves en el llamado huerto de los olivos. Judas Iscariote, uno de sus seguidores, ha encabezado la turba que ha prendido al nazareno en Getsemaní con espadas y palos.