Los protagonistas de la Semana Santa
Con un claro protagonismo de Jesús, la Virgen, San Pedro, San Juan o Pilatos son otras de las personas que marcaron estas celebraciones
Madrid - Publicado el - Actualizado
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La Semana Santa es el tiempo en el que la Iglesia y los cristianos contemplan los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección, actuados por Cristo en los últimos días de su vida. Se trata de siete días que comienzan con la entrada mesiánica en Jerusalén del Domingo de Ramos y que concluyen con su Resurrección en el Domingo de Resurrección.
Jesús es el claro protagonista de este tiempo. El misterio de la Resurrección es, junto con su Encarnación y Nacimiento, la razón de ser de la fe cristiana. Junto a él, se encuentran en esos momentos de su vida, los últimos, otros protagonistas.
Jesús, el hombre que se dice Dios y muere para salvarnos
Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre, el Mesías que esperaba el pueblo judío, verdadero Dios y verdadero Hombre y la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. La Semana Santa celebra los "últimos días" de su vida: desde su entrada triunfal en Jerusalén hasta su Resurrección.
Jesús es condenado por blasfemia por el Sanedrín – tribunal de la ley judía -, muere crucificado en tiempos del procurador romano Poncio Pilato y resucita al tercer día. Así lo dicen las Sagradas Escrituras y así se cree que sucede en la religión cristiana.
Jesucristo es divino antes de ser víctima. Es el único caso en la historia de las religiones en que esto ocurre así, y no al revés. También, es el único hombre que dice de sí mismo que es Dios en toda la historia de la humanidad.
Los apóstoles, enviados de Jesús al mundo
Los apóstoles son los 12 hombres a quienes Jesús escogió durante su vida pública para que fuesen sus discípulos. La diferencia entre estos Doce y las personas a las que el Evangelio se refiere como "discípulos" viene de la propia palabra.
Discípulo viene del latín discipulus, el que se deja enseñar, el que aprende. Apóstol, sin embargo, es un paso más. Ser apóstol significa ser "enviado". Los apóstoles son los "enviados" de Jesús al mundo para proclamar el Evangelio.
En Semana Santa, durante la Pasión y Muerte de Jesús, la Escritura llama la atención especialmente sobre la figura de dos de ellos, Pedro y Juan, ambos pescadores antes de que Jesús los llamase.
Pedro es a quien Jesús encomendó el gobierno de la Iglesia. También, en esta Semana Santa, se le mira por negar tres veces a Jesús después de haberle asegurado que lo acompañaría a la muerte.
Juan es hermano menor de Santiago, también pescador. Es el llamado "discípulo amado" de Jesús y el único que permanece junto a las mujeres – entre ellas, la Virgen María – al lado de la Cruz. Es el apóstol que se encarga de recibir a María en su casa tras la muerte de Jesús, y en nombre de quien Jesús nos la entrega como Madre, y a nosotros como Hijos.
El resto de los apóstoles huyeron por miedo a los judíos al ver lo que le había ocurrido a Jesús.
La Virgen María, la Cordera de Dios
La Virgen María es la mujer que escogió Dios para ser la Madre de Jesús. En ella se produjo la Inmaculada Concepción por la que Jesús se encarnó de ella por obra del Espíritu Santo y nació para una nueva teofanía (aparición de Dios en la historia) y para salvar a la humanidad.
Estos misterios de la fe también se contemplan en Semana Santa desde los ojos de María. Si Jesús es inmolado como Cordero de Dios, por amor, María lo es también como Cordera de Dios. De hecho, la Virgen - inocente como Jesús - sufre por la Muerte de Su Hijo, que es también Su Dios.
La Verónica, el "verdadero rostro" de Jesús
La Verónica es la mujer que se dice que rompió el cerco de los soldados y los que se agolpaban en las calles para ver a Jesús cargando con la Cruz para enjugarle el rostro. Es un personaje que no figura en el relato de los Evangelios, pero a quien la tradición popular recuerda.
Su gesto ayuda a incidir en la humanidad de Jesús: un rostro que sangra y suda por el dolor y el esfuerzo.
Poncio Pilatos, gobernador romano en la Judea de Jesús
Pilatos era el prefecto romano que gobernaba la provincia de Judea en tiempos de Jesús. Es la persona a la que entregan los judíos a Jesús para que le juzgue y lo sentencie a muerte. El procurador de Roma cede finalmente a los deseos del pueblo, a pesar de haber querido soltar a Jesús hasta en tres ocasiones. Él mismo lo entrevista y dice al pueblo que no encuentra ninguna culpa en Jesús como para condenarlo. Antes de entregarlo para su muerte, lo envía a Herodes.
Herodes, tetrarca de Galilea
Herodes es tetrarca – una especie de gobernante o rey – de Galilea en tiempos de Jesús. Es uno de los cuatro "Herodes" que figuran en la Escritura. De hecho, es hijo de Herodes el Grande. Herodes, en tanto que gobernador, recibe a Jesús, enviado por Pilato. El Evangelio cuenta el deseo que tenía el tetrarca de conocer a Jesús y verle obrar algún milagro. Sin embargo, se lo acabó devolviendo a Pilatos.
Simón de Cirene, el hombre que ayudó a Jesús a cargar la Cruz
Simón de Cirene es un hombre a quien ordenan ayudar a Jesús a llevar la Cruz hasta el Calvario. Esa es la versión en la que coinciden tres de los cuatro Evangelios. Dos de ellos, el de Marcos y el de Lucas, cuentan que volvía del campo (de trabajar) y cargó la Cruz con Jesús, que caería hasta tres veces.
José de Arimatea, el hombre que pidió el Cuerpo de Jesús
José de Arimatea es un judío de los que formaban el Consejo que condena a Jesús a muerte. Junto a Nicodemo, ambos pertenecían al Sanedrín, pero eran discípulos de Jesús, y no estaban de acuerdo con la sentencia. Según Juan, José era discípulo de Cristo en secreto "por temor a los judíos". Era un "hombre rico de Arimatea", según San Mateo. San Lucas lo trata como un “hombre bueno y justo, que no había asentido al consejo y proceder de los demás”.
En lo que todos los evangelistas coinciden es en que fue él el que pidió el Cuerpo de Jesús a Pilatos, para poder descolgarlo y darle sepultura. Colocaron el cuerpo de Jesús en un sepulcro nuevo: "y lo puso en su sepulcro nuevo que había hecho excavar en la roca; luego, hizo rodar una gran piedra hasta la entrada del sepulcro y se fue", San Mateo. También es Mateo el que escribe que Pilatos autorizó a los judíos a colocar una guardia para custodiar el sepulcro, por temor a que los discípulos se llevasen el cuerpo y dijeran que había resucitado.
San Marcos habla de que cubrieron el cuerpo de Jesús con una "sábana" y lo ungieron con "aromas y mirra". Así lo confirma San Juan, aportando el cumplimiento con la tradición judía de la sepultura. "Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar. Fue también Nicodemo - aquel que anteriormente había ido a verle de noche - con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras".
Caifás, Sumo Sacerdote
Caifás era el Sumo Sacerdote de los judíos en el año en que Jesús es condenado a muerte. Cuando prenden a Jesús en Getsemaní, lo llevan en primera instancia al palacio de Caifás. Allí interrogan y humillan a Jesús antes de trasladarlo al pretorio para pedir su muerte ante Pilatos. Caifás es el Sumo Sacerdote que había dicho – como relata el Evangelio- que la muerte de Jesús era conveniente para el pueblo judío.
Judas Iscariote, el apóstol que entregó a Jesús
Judas Iscariote es uno de los Doce apóstoles que elige Jesús como sus "enviados". Sin embargo, es él el que se lo entrega a los sumos sacerdotes, escribas y ancianos de Israel a cambio de 30 monedas de plata.
Durante la Última Cena, cuando Jesús anuncia a los apóstoles que uno de ellos le va a entregar, todos le preguntan por la identidad del traidor, Judas incluido. Jesús confirma ante todos – según relatan los Evangelios – que él es el que va a hacer que lo prendan. Es el que encabeza el grupo de personas que encuentran a Jesús y los apóstoles en el huerto de los olivos y se lo entrega con un beso: "Aquel a quien yo dé un beso, ése es; prendedle", cuenta San Mateo.
También son las Sagradas Escrituras las que explican cómo Judas se da cuenta de lo que ha hecho y devuelve el dinero que le habían pagado los sumos sacerdotes por Jesús. Después, plasma San Mateo, se ahorcó.
San Dimas, el hombre que estuvo más cerca de Jesús en la Cruz
Este parece el nombre menos reconocible de la Semana Santa. Sin embargo, es una de las personas que están más cerca de Jesús en el momento de su Muerte. Casi tanto como la Virgen María o el discípulo amado. Se trata del llamado "Buen ladrón".
Cuando Jesús fue crucificado, junto a él perecieron otros dos. Uno de ellos, insultaba a Jesús, pidiéndole que se descolgase a sí mismo y a ellos. El otro, tercia en favor de Jesús y reconoce su culpa. Le pide a Jesús, no obstante, que se acuerde de Él cuando llegue al Cielo. Sólo por la respuesta de Jesús, se puede decir que es el primer santo de la historia.
32 Llevaban además otros dos malhechores para ejecutarlos con él.
33 Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
34 Jesús decía: "Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen". Se repartieron sus vestidos, echando a suertes.
35 Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: "A otros salvó; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido".
36 También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre
37 y le decían: "Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!"
38 Había encima de él una inscripción: "Este es el Rey de los judíos".
39 Uno de los malhechores colgados le insultaba: "¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!"
40 Pero el otro le respondió diciendo: "¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena?
41 Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho".
42 Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino".
43 Jesús le dijo: "Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso".
El "otro" gran protagonista de la Semana Santa: "Tú"
La Semana Santa es un tiempo para los cristianos de vivir estos misterios. La Iglesia recuerda que la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo son por todos nosotros, por los pecados de todos los hombres de todos los tiempos. Del mismo modo, el Amor por el que Jesús se deja matar también es por cada uno.
Por eso, la Iglesia invita a los fieles a participar, acompañar y contemplar los misterios con liturgias especiales, ayuno, abstinencia, simbologías propias, etc. También, es una invitación a celebrar, porque estos hechos dan sentido a la fe que profesan los cristianos.