La historia de las escuelas residenciales de Canadá para niños indígenas

Investigaciones han puesto al descubierto la situación de precariedad, la imposición cultural y en algunos casos la explotación que sufrieron los niños indígenas en estas escuelas

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Eva Fernández Huéscar

Roma - Publicado el - Actualizado

8 min lectura

El Papa Francisco inicia un histórico viaje a Canadá que tiene como origen el proceso de reconciliación de la iglesia católica con los pueblos indígenas puesto en marcha por los obispos de aquel país. En el trasfondo están las escuelas residenciales instituidas por el gobierno canadiense desde finales del siglo XIX para asimilar a las poblaciones indígenas, cuya gestión fue confiada a distintas confesiones cristianas, en su gran mayoría católicas.

Distintas investigaciones han puesto al descubierto la situación de precariedad, la imposición cultural y en algunos casos la explotación que sufrieron los niños indígenas en estas escuelas. Un asunto doloroso y grave cuyo responsable inicial fue propio gobierno canadiense. La Iglesia jamás ha negado su implicación en esta mala praxis y de hecho el primer pontífice en pedir perdón por esta actuación fue Benedicto XVI. La Conferencia Episcopal de Canadá está participando en las investigaciones para aclarar lo sucedido y exigir responsabilidades a todos los implicados. El Papa Francisco emprende un viaje de purificación y de reconciliación que el mismo ha calificado de penitencial en el que volverá a encontrarse cara a cara con los líderes de las antiguas naciones indias, repitiendo la petición de perdón que realizó en el Vaticano.

El gobierno de Canadá y su forzada política de asimilación sobre los indígenas

Según los informes publicados en 2015 por la Comisión Canadiense Verdad y Reconciliación, cuando en 1867 Canadá logró independizarse de Gran Bretaña, la mayor parte del gobierno consideraba que los indígenas suponían un obstáculo para el progreso del país. Requería una “solución final”, no violenta, pero contundente. Dentro del mismo gobierno existía otra corriente minoritaria, más partidaria de que los pueblos originarios se adaptaran a la nueva economía y a la revolución industrial para que no terminaran desapareciendo. Según este informe, muchos misioneros católicos, incluso algunos indígenas eran partidarios de esta segunda opción y consideraban que el mejor modo de que los estudiantes nativos asimilaran la civilización europea era separarles de sus raíces. De lo que no eran partidarios era de realizarlo sin el consentimiento de los padres. El gobierno tenía menos escrúpulos y obligó a los padres a enviar a sus hijos a estas residencias, muchas veces lejos de su familia y donde a menudo se les prohibía hablar su lengua nativa.

Lamentablemente el gobierno de Canadá no estaba muy dispuesto a asumir los gastos correspondientes a la educación de los hijos de los indígenas. Tanto la iglesia católica como la anglicana y presbiteriana habían puesto en marcha escuelas desde principios del siglo XVII, por lo que al gobierno le vino muy bien contar con esas infraestructuras. El acuerdo inicial era que el Estado se encargaría de financiarlas y la gestión quedaría en manos de las confesiones religiosas. Como el gobierno quería gastar lo menos posible en estas escuelas, las condiciones materiales eran precarias. Cuando estalló una epidemia de tuberculosis en Canadá, las tasas de mortalidad en estas residencias fueron muy superiores a la media del país. Muchos niños murieron de hambre, frío o enfermedad debido a la ineficacia del gobierno, que no les proporcionó suficiente.

150.000 niños nativos fueron apartados de sus familias y acabaron en muchas residencias católicas

A partir del siglo XIX unos 150.000 niños nativos fueron apartados de sus familias y acabaron en muchas residencias católicas, que era la confesión que había puesto en marcha mayor número de instituciones educativas. El último internado cerró definitivamente en 1998.

Las escuelas estaban construidas con materiales pésimos, faltaban saneamientos, la calefacción era inadecuada y a menudo había dos niños por cama en dormitorios hacinados. El Gobierno pagaba a los internados una exigua cantidad por niño, por lo que las escuelas intentaban admitir al máximo de alumnos. Algunos enfermaban tras beber leche de vacas sin pasteurizar. Muchas escuelas tenían ganado en malas estructuras que no se podían sanear, otra fuente de epidemias. Después de la Segunda Guerra Mundial, con el avance de las vacunas se frenó drásticamente la mortalidad infantil.

El primer ministro Justin Trudeau aceptó públicamente el resultado de la investigación institucional, según la cual Canadá había cometido un genocidio cultural contra los pueblos indígenas. El julio de 2021 declaraba: “El mayor error que ha cometido este país es la asimilación forzosa de los menores indígenas a través de los internados”.

Esto no exonera de culpabilidad a quienes estaban al frente de los internados católicos. Lamentablemente hay muchos testimonios escritos de maltrato y falta de cuidados de los niños que nunca debieran haberse permitido en personas que tendrían que haber sido ejemplares. Por otra parte, no todos actuaron de esta forma. En algunas escuelas se intentó cuidar a sus residentes lo mejor que se podía, y algunos antiguos estudiantes indígenas hablan positivamente de su experiencia.

La Comisión de la Verdad y la Reconciliación, la entidad establecida para investigar la historia de las escuelas residenciales, estima que entre 4.100 y 6.000 alumnos murieron en estos colegios, aunque el informe no fue capaz de identificar los nombres de un tercio de los niños ni la causa de muerte en la mitad de los casos. Oficialmente en estos momentos están certificados 4.100.

Peticiones de perdón por parte de la iglesia

A lo largo de los últimos treinta años se han sucedido diversas peticiones de perdón. Los primeros en hacerlo, en marzo de 1991, fueron los obispos de la Conferencia Episcopal y los responsables de las órdenes religiosas que se encontraban al frente de los internados.

También en 2009, el Papa Benedicto XVI expresó “su dolor por la angustia causada por la deplorable conducta de algunos miembros de la Iglesia en Canadá”. Según se iban produciendo los descubrimientos de los últimos años, el arzobispo de Vancouver, monseñor Michael Miller pidió “sinceras y profundas disculpas a los supervivientes y a sus familias, así como a todos los afectados posteriormente, por la angustia causada por la deplorable conducta de aquellos católicos que perpetraron malos tratos de cualquier tipo en estos internados”. Eso sí, el arzobispo Miller tampoco eximió de su responsabilidad a la política orquestada por el gobierno, que intentó aniquilar el sentido de pertenencia de las comunidades indígenas.

La Comisión de Verdad y Reconciliación en 2015 publicó un informe de 6 volúmenes con recomendaciones. La Iglesia Católica se comprometió a participar en la reparación, incrementando su apoyo a las comunidades indígenas con becas de escolarización y proyectos solidarios.

El paso adelante en la reconciliación tuvo lugar el 28 y 31 de marzo de 2022 cuando el Papa Francisco recibió en el vaticano a varias delegaciones de los pueblos indígenas canadienses para pedirles perdón por los abusos que sufrieron a manos de la Iglesia católica en los internados. En un paso definido como “histórico” por los representantes de estas minorías, el Pontífice les aseguró que sentía “indignación y vergüenza” por las políticas de asimilación que tanto dolor causaron a estas comunidades. Ante 200 representantes de los pueblos originarios de Canadá, inuits, métis y “first nations”, Francisco les aseguraba que volvería a pedir perdón durante el viaje a Canadá.

Las fosas nunca encontradas de niños indígenas en Canadá

A finales de mayo de 2021 tuvo gran repercusión mundial el supuesto hallazgo de los restos de 215 niños indígenas en un enterramiento cercano a la escuela residencial de Kamloops, gestionada por la congregación católica de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada desde 1890 a 1969.

Los Misioneros Oblatos estaban al cargo de un gran número de estas escuelas residenciales y han reiterado su petición de perdón en numerosas ocasiones: “Nos equivocamos. Debimos haber investigado lo que se decía. Nuestra sordera contribuyó al sufrimiento que muchos han experimentado y a la ira que muchos expresan ahora”.

La escuela Kamloops llegó a ser la más grande de todas y cuando estalló la noticia muchos medios dieron por sentado que realmente se habían encontrado los restos de los niños, cuando tan sólo se trataba de una posibilidad. La antropóloga Sarah Beaulieu había utilizado un radar de penetración para examinar el terreno y, a partir de las irregularidades de la tierra, interpretó que en el lugar podría haber enterramientos, Pero para confirmarlo era necesario excavar primero y de momento no se ha encontrado ningún resto.

El revuelo que causó esta noticia fue tal que incluso el primer ministro Justin Trudeau ordenó poner a media asta la bandera en los edificios federales. Como represalia, varias iglesias católicas fueron atacadas. Amnistía Internacional pidió que se persiguiera a las personas e instituciones responsables.

En el caso de la escuela residencial de Kamloops, un experto, Jacques Rouillard, profesor emérito de Historia de Universidad de Montreal, publicó el 11 de enero de 2022 un artículo detallado señalando que se habían dado unas cifras equivocadas. Había investigado los certificados de defunción de 49 niños indígenas que fallecieron allí entre 1915 y 1964, cuyos nombres se recogen en el informe de la Comisión Verdad y Reconciliación. Combinando diversas fuentes, comprobó que se conocían las causas de muerte de al menos 35 de los 49 niños. También que se sabía dónde estaban enterrados la inmensa mayoría: 24 en cementerios de las Reservas indias de procedencia y 4 en el cementerio de la Reserva india de Kamloops. Estos datos indicaban que no era cierto que las autoridades habían ocultado las muertes de los niños o de que los padres no fueron informados.

Desde el año 1935 el Departamento de Asuntos Indios (una organización gubernamental) exigía la información a las familias cuando se producía un fallecimiento. Por otra parte, la escuela residencial de Kamloops está situada en el corazón de la propia Reserva india de Kamloops, y cuenta con cementerio por lo que no resulta muy fácil creer que 200 niños fueran enterrados clandestinamente en una fosa común sin que la comunidad indígena se enterara. Tampoco se comprende que se intentara ocultar la muerte de los niños sin que los agentes del Departamento de Asuntos Indios se hubieran percatado de que "desaparecían" niños.

Al cabo del tiempo nadie ha encontrado ningún resto ni tan siquiera hay planes para seguir excavando. La realidad es que en esa escuela no hay fosas comunes ni secretas ni ocultas.