Papa Francisco: Moisés nos insta a rezar como Jesús, intercediendo por el mundo
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La forma más adecuada de rezar de Moisés es a través de la intercesión, dijo en su catequesis el Papa Francisco, al hablar hoy sobre la oración de este patriarca. Su fe en Dios se funde con el sentido de paternidad que cultiva por su pueblo. La Escritura suele representarlo con las manos extendidas hacia arriba, hacia Dios, como para actuar como un puente con su propia persona entre el cielo y la tierra. Incluso en los momentos más difíciles, incluso el día en que el pueblo repudia a Dios y a sí mismo como guía para hacer un becerro de oro, Moisés no es capaz de dejar de lado a su pueblo. Le dice a Dios: " Este pueblo ha cometido un pecado gravísimo haciéndose dioses de oro. Pero ahora, o perdonas su pecado o me borras de tu registro."
Papa Francisco: Orar intercediendo por el mundo
Sobre esta forma de orar de Moisés, Francisco nos dice que es la oración que los verdaderos creyentes cultivan en su vida espiritual. "Incluso si experimentan los defectos de la gente y su distancia de Dios, estos orantes no los condenan, no los rechazan. La actitud de intercesión es precisamente la de los santos, que, a imitación de Jesús, son "puentes" entre Dios y su pueblo". Moisés, en este sentido, dijo el Papa, fue el mayor profeta de Jesús, nuestro abogado e intercesor.
"Moisés nos insta a rezar con el mismo ardor que Jesús, a interceder por el mundo, a recordar que éste, a pesar de todas sus fragilidades, siempre pertenece a Dios. Y el mundo vive y prospera gracias a la bendición de los justos, a la oración de piedad que el santo eleva incesantemente a los hombres, en todos los lugares y tiempos de la historia".
La relación de Dios con Moisés
El Papa recordó que Dios, en el tema de la oración, nunca amó tratar con "orantes fáciles", y que Moisés no fue un "interlocutor débil, desde el primer día de su vocación". Cuando Dios lo llamó, Moisés era humanamente "un fracaso".
"El libro del Éxodo lo describe como un fugitivo en la tierra de Madián, después de haber defendido a uno de su pueblo. Sus sueños de gloria se esfumaron: Moisés ya no era un funcionario prometedor, sino un fracasado que pastoreaba un rebaño que ni siquiera le pertenecía. Y es precisamente en el silencio del desierto donde Dios se le reveló en la zarza ardiente: "Yo soy el Dios de tus padres", y le encomendó la liberación de Israel".
El Santo Padre dijo en su catequesis, que Moisés presentó a Dios sus temores y objeciones ante la misión que le confería, de volver a Egipto y de ocuparse de su pueblo que sufría. No se consideraba digno de esa tarea, tartamudeaba; no conocía el nombre de Dios para presentarse ante los israelitas.
Moisés un puente entre Dios y su pueblo
Con estos miedos y vacilaciones, el Santo Padre, recordó que vemos en Moisés a un hombre como nosotros. Dios le confió grandes responsabilidades y, a pesar de ellas, supo mantener lazos de solidaridad con su pueblo.
"Moisés era tan amigo de Dios que hablaba con Él cara a cara; y siguió siendo tan amigo de los hombres que tenía misericordia por sus pecados e rezaba por ellos. Su oración era de intercesión, siendo esta la plegaria de los verdaderos creyentes, que a pesar de sus fragilidades tratan de ser "puentes" entre Dios y su pueblo".