El único papa y el viejo trabajador en la viña

El artículo aborda la presentación del libro del cardenal Sarah sobre el celibato sacerdotal

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José Luis Restán

Publicado el - Actualizado

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Al hilo de la historia, un tanto desgraciada, de la presentación del libro del cardenal Sarah sobre el celibato sacerdotal, y de la inclusión de un artículo de Benedicto XVI que, como ha quedado aclarado, en ningún caso permite hablar de un libro escrito conjuntamente, se han vertido ríos de tinta, en muchos casos maloliente.

Más allá de los errores cometidos por unos y otros en este caso, que han alimentado imágenes burdas y fantasiosas sobre la Iglesia y han servido para generar una dialéctica penosa para el bien precioso de la unidad, hay un hecho que me parece decisivo proclamar: es completamente falso hablar de oposición o deslealtad de Benedicto XVI al Papa Francisco. Aclarémonos: sólo hay un papa en la Iglesia y ese es Francisco, algo que Benedicto XVI es el primero en reconocer. No sólo eso, en todo momento le ha mostrado obediencia, admiración y devoción filial. Recordemos aquí su sencilla y hermosa confesión sobre la sorpresa y la alegría que le produjo ver cómo rezaba Francisco y cómo hablaba al corazón de la gente. En el libro “Últimas conversaciones”, el papa emérito describe la llegada de un papa del Nuevo Mundo como un signo de que la Iglesia está viva y no queda anquilosada en ningún esquema, y reconoce como un gran valor la afectividad directa de Francisco con las personas, y su valentía a la hora de afrontar los problemas y buscar soluciones.

Francisco es quien tiene hoy la tarea de conducir a la Iglesia, y lo hace con plena libertad, con decisión y escuchando a todos; también, ¿por qué no?, a aquel “humilde trabajador en la viña del Señor” que apenas puede ya caminar, e incluso hablar. Sus intervenciones actuales no pretenden invocar autoridad magisterial alguna (a la que renunció definitivamente) sino su propia aportación teológica, que no estamos para despreciar. Sería conveniente desdramatizar estas intervenciones y no ver en cada una de ellas una “operación eclesiástica”, algo totalmente ajeno a su estilo.

Cualquiera que conozca mínimamente a Joseph Ratzinger, cualquiera que haya escuchado y leído sus obras, entiende hasta qué punto existe una continuidad de fondo entre ambos pontificados, también en lo que se refiere al ministerio sacerdotal. Sigamos con ánimo abierto y corazón disponible el camino que marca nuestro papa Francisco. Y agradezcamos de corazón el inmenso servicio que ha prestado (y presta) a la Iglesia y al mundo Joseph Ratzinger, Benedicto XVI.