El Baldaquino de Bernini se restaura por primera vez en 250 años

Cada Jubileo que se celebra en Roma viene acompañado de una serie de mejoras no sólo en las infraestructuras de la ciudad, sino, sobre todo, en el ingente patrimonio artístico

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Eva Fernández Huéscar

Roma - Publicado el - Actualizado

5 min lectura

Ante la llegada prevista de 30 millones de peregrinos, la Basílica de San Pedro ha decidido acometer la restauración de uno de sus buques insignia: el baldaquino, que fue realizado por el mayor escultor del barroco, Gian Lorenzo Bernini.

Hacía 250 años que el baldaquino no se sometía a unos trabajos de restauración, que han comenzado esta semana, y que se prolongarán a lo largo de los próximos 10 meses con el objetivo de que estén concluidos para la apertura de la Puerta Santa, prevista para el 24 de diciembre de 2024. Los especialistas, en equipos de entre 10 y 12 restauradores trabajarán con las mismas técnicas que se emplearon en en el siglo XVII

Realizado en bronce entre 1623 y 1633, la restauración supone un gran desafío para los expertos, puesto que el Baldaquino pesa 63 toneladas y tiene una altura de 29 metros, equivalente a un edificio de 10 plantas. Y aunque desde el suelo no lo parece, las esculturas de los ángeles de la parte superior miden cuatro metros, lo que requiere una sólida y gran estructura a la que puedan encaramarse los especialistas durante la restauración. A lo largo de los años se ha ido acumulando una pátina de polvo y suciedad que es necesario eliminar. La presencia de cerca de 50.000 visitantes al día ha acelerado su corrosión. De hecho en algunas zonas las láminas de bronce han perdido consistencia, y apenas quedan vestigios de su brillo original.

Durante los diez meses que durarán los trabajos de restauración, el baldaquino estará cubierto, y en ningún momento se impedirá el normal desarrollo de las habituales celebraciones litúrgicas. Durante las ceremonias centrales de la Semana Santa veremos los andamios del Baldaquino cubiertos por una tela que no desvíe la atención del altar de la confesión, que se encuentra a sus pies, desde donde se celebrará el Triduo Pascual.

Antes de que existiera el Baldaquino tal como lo conocemos hoy en algunas épocas litúrgicas como la Cuaresma era costumbre decorar la Basílica de San Pedro con arquitecturas efímeras, que simulaban baldaquinos, pero el Papa Urbano VIII decidió que había llegado el momento de levantar uno permanente que encargó a su artista preferido del momento. Bernini empleó 10 años de su vida en crear el Baldaquino y como tuvo dificultades para encontrar material, utilizó el bronce del Panteón, de ahí el dicho "quod non fecerunt barbari, fecerunt Barberini" (Lo que no hicieron los Bárbaros lo hicieron los Barberini, en alusión al apellido de la familia de Urbano VIII, “Barberini”)

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El Baldaquino está concebido como un gigantesco palio que, en mitad de una procesión, es mecido por el viento. Se trata de una obra de arte llena de simbolismo ya que sus columnas salomónicas hacen alusión al Templo de Salomón en Jerusalén. Está constituido por cuatro columnas rematadas con un dosel situadas justo en el centro del crucero de la basílica, bajo la monumental cúpula de Miguel Ángel. Tan sólo a doce metros de profundidad en su vertical se venera la tumba de San Pedro. En la decoración de las columnas se distinguen hojas de laurel y racimos que representan la eucaristía, y abejas, símbolo distintivo de la familia Barberini.

Aunque todos lo conocemos como el Baldaquino “de Bernini”, en su construcción trabajaron también otros maestros de la época y su principal “oponente”, Borromini, cuya participación podría ser mayor de lo que se piensa a raíz de las últimas investigaciones. No se trató de un simple "asistente" de Bernini, sino que llegó a intervenir en el proyecto final de la estructura. Los expertos consideran que la cima del Baldaquino fue realizada según la nueva concepción arquitectónica inspirada por Borromini. Además los últimos documentos descubiertos explican que parte de famosa "rivalidad" entre los dos podría ser que Bernini ganaba en promedio cinco veces más que Borromini.

Una restauración en tres fases

La primera fase ha comenzado ya, que sobre todo afecta a la construcción del andamiaje para seguir con la más importante, realizar el diagnóstico de las partes más afectadas. Según el responsable técnico de la obra, Alberto Capitanucci, se trata de uno de los momentos más importantes, porque deben comprobar si las imágenes tomadas con drones confirman el estado real de la estructura. El último paso se centrará en la restauración de las superficies metálicas, de bronce y hierro y las superficies de piedra y estructuras de madera. El proceso de limpieza de la grasa acumulada se realizará manualmente para no dañar las superficies en bronce y hierro, y para la piedra se utilizarán pinceles con los que se quitará el polvo antes de añadir los fragmentos que se puedan haber desprendido. La madera necesitará un tratamiento especial que elimine y prevenga la existencia de insectos.

El proyecto, que se espera cueste unos 700.000 euros está siendo financiado en su totalidad por Caballeros de Colón, una entidad que ha cubierto ya varios proyectos de restauración dirigidos por la Fábrica de San Pedro. Los Caballeros de Colón fueron fundados por el beato Michael J. McGivney en 1882 con la misión de brindar apoyo financiero a los inmigrantes católicos y a sus familias. Posteriormente la entidad se ha convertido en una de las organizaciones católicas más grandes del mundo, con 2 millones de miembros . Tan sólo el pasado año los Caballeros de Colón donaron 185 millones de dólares a la caridad. Con esta ayuda a la restauración del Baldaquino desean renovar su profesión de fe y apoyo al Papa.

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