Las claves del viaje del cardenal Parolin a Sudán del Sur: "El mal no tiene la última palabra"
La Iglesia sigue mediando en el proceso de paz en el estado africano, desolado por las guerras y catástrofes naturales que han obligado a desplazar a más de 2 millones de personas
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El Vaticano sigue preocupado por la paz en Sudan del Sur, lo que ha llevado a su secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, a visitar el estado africano después de su estancia en Angola. El cardenal italiano llegó a Sudan del Sur el pasado lunes, para retomar el llamamiento por la paz y la reconciliación nacional seis meses después de que el Papa Francisco visitara el territorio ubicado en el cuerno de África. Este viaje de cuatro días del máximo diplomático de la Santa Sede termina este jueves, 17 de agosto, con una solemne Eucaristía en Rumbek, en el Estado de los Lagos.
Parolin dedicó su primera jornada para los encuentros con los líderes políticos sudaneses. En Juba se reunió con Salva Kiir, presidente de Sudán del Sur, a quien entregó un mensaje del Santo Padre, sobre la Paz y la Reconciliación de la sociedad sursudanesa. Además, los dos interlocutores, según informaron fuentes próximas al gobierno, abordaron otros asuntos de interés, como la organización de las próximas elecciones generales que celebraría Sudán del Sur el próximo año 2024.
Cercanía del Papa a las zonas más castigadas por la violencia
El cardenal Parolín también ha trasladado la cercanía del Santo Padre a Malakal, una de las regiones más asoladas por la violencia, los enfrentamientos armados y las catástrofes naturales. “Aquí han sufrido y experimentado en primera persona conflictos, tensiones, hambre, inseguridad, inundaciones, luchas étnicas, luchas de poder y juegos políticos”, exclamaba el secretario del Estado Vaticano durante la homilía pronunciada en la Solemnidad de la Asunción, el 15 de agosto en la Catedral de Cristo Rey de Malakal.
“¿Hasta cuándo, Señor, tendremos que sufrir todos estos males? ¿Cuándo volverán la paz y la serenidad a nuestras comunidades? Los gritos de madres, abuelas e inocentes rasgan los cielos. ¿Hasta cuándo, Señor?”, increpó el cardenal Parolin ante un nutrido público, entre ellos, el obispo de la diócesis de Malakal quien, en una declaración a los medios, expresó su alegría por este viaje. “Es una visita que da esperanza, que trae el amor de la Iglesia”, continuó el obispo de esta porción del Pueblo de Dios, que acoge un asentamiento de más de 42.000 personas, donde Parolin llegó por medio de una embarcación acompañada con algunos de estos desplazados.
“La esperanza es “muy necesaria”
Más de dos millones de personas huyeron por la guerra. Algunos han regresado. La Iglesia no pierde la esperanza. "El mal no tiene la última palabra y no siempre vence”, dijo el cardenal, recordando las palabras del Papa Francisco durante su visita. “La figura de la Asunción es signo de consuelo y de esperanza y hoy ilumina las tinieblas y la oscuridad de la vida”, dijo. Y la esperanza es “muy necesaria” en Malakal, como en el resto del país, en el vecino Sudán y en todo el mundo”.
Después de más de seis años de guerra, la Iglesia busca sembrar la esperanza en Sudán del Sur. “Aquí no queda nada”, expresó el obispo, mientras urgía la ayuda de la comunidad internacional. “La situación aquí realmente requiere gente de buena voluntad, requiere humanidad, para que podamos ayudar”, concluía el prelado.
Impulsos ecuménicos
La Iglesia quiere valerse de todos los medios a su alcance para que la paz y la reconciliación de Sudán del Sur sean más efectivos. Por eso, el cardenal Parolin aprovechó su instancia en Juba para reunirse con el Consejo de Iglesias de Sudán del Sur en la Catedral de Santa Teresa de Jesús.
Junto a los representantes de este organismo religioso que aglutina a representantes católicos, presbiterianos, pentecostales y episcopales, resonó de nuevo la invitación del Pontífice de “sembrar la semilla de un nuevo Sudán del Sur, semilla para el crecimiento fecundo y floreciente”. Además, el Secretario de Estado del Vaticano, la juventud ecuménica y otros niños sudaneses, sembraron algunos árboles, como expresión del deseo de unidad y símbolo de la paz y la esperanza para las futuras generaciones.