El Papa Francisco a los Misioneros: "Conversión y perdón son las dos caricias con las que el Señor enjuga toda lágrima de nuestros ojos"

El Santo Padre destacó la importancia de su servicio al dar testimonio del "rostro paterno de Dios, infinitamente grande en el amor" y les animó "ser atentos al escuchar, listos para acoger y constantes en el acompañamiento"

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Sofia Gómez Pérez

Madrid - Publicado el

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En el marco de su peregrinación jubilar, los sacerdotes Misioneros de la Misericordia recibieron un mensaje especial del Papa Francisco, leído por S.E. Mons. Rino Fisichella. En su misiva, el Papa expresó su "gratitud y su aliento" a estos misioneros por su importante labor.

El Pontífice destacó la manera en que los Misioneros de la Misericordia, a través de su servicio, "dan testimonio del rostro paterno de Dios, infinitamente grande en el amor, que llama a todos a la conversión y siempre nos renueva con su perdón". Subrayó la centralidad de la conversión y el perdón, describiéndolos como "las dos caricias con las que el Señor enjuga toda lágrima de nuestros ojos; son las manos con las que la Iglesia nos abraza a nosotros pecadores; son los pies sobre los cuales caminar en nuestro peregrinaje terrenal". En este sentido, recordó que "Jesús, el Salvador del mundo, abre para nosotros el camino que recorremos juntos, siguiéndolo con la fuerza de su Espíritu de paz".

El Poder Transformador de la Misericordia Divina

Dirigiéndose a los sacerdotes en su ministerio de confesores, el Papa Francisco los exhortó a "ser atentos al escuchar, listos para acoger y constantes en el acompañamiento de aquellos que desean renovar su propia vida y regresan al Señor". Enfatizó el poder transformador de la misericordia divina, afirmando que "con su misericordia, en efecto, Dios nos transforma interiormente, cambia nuestro corazón: el perdón del Señor es fuente de esperanza, porque siempre podemos contar con Él, en cualquier situación. ¡Dios se hizo hombre para revelar al mundo que nunca nos abandona!".

Finalmente, el Santo Padre les deseó "una peregrinación rica en frutos" y les impartió su bendición apostólica: "Bendigo de corazón su apostolado, pidiendo a María Inmaculada que vele por ustedes como Madre de misericordia". Concluyó su mensaje con una petición personal: "Y no se olviden, por favor, de rezar por mí"