El Papa Francisco recibe una silla de ruedas que ha devuelto la esperanza a miles de camboyanos

Se la ha entregado Enrique Figaredo, jesuita asturiano que lleva 35 años de su vida dedicado a la atención de las personas más pobres de Camboya, especialmente a los discapacitados 

Eva Fernández Huéscar

Roma - Publicado el

5 min lectura

En medio de los trabajos del Sínodo, que está a punto de concluir, durante los descansos el Papa Francisco aprovecha para saludar a los participantes en el Sínodo. Todos los que quieren acercarse a conversar con el lo hacen con total familiaridad. Unos le cuentan de su familia, otros le enseñan fotografías de amigos que necesitan oraciones o le regalan libros o algún objeto representativo de su país.

Lo que posiblemente nunca se hubiera llegado a imaginar Francisco es que iba a recibir un regalo muy especial: una silla de ruedas llegada desde Camboya con una impresionante historia a sus espaldas. Se la ha entregado Enrique (“Kike”) Figaredo, jesuita asturiano, prefecto de la diócesis de Battambang, una extensa región que abarca ocho provincias del país, con seis millones de habitantes.

El Papa Francisco ha recibido con sorpresa y alegría la silla de ruedas, que lleva en el respaldo el escudo del pontificado y a los lados los dibujos de dos palomas. Lo que más le ha gustado ha sido descubrir la historia y simbología que encierra su fabricación, pero también se ha dado cuenta de las diferencias que existen con la silla de ruedas que el utiliza habitualmente, porque la que ha recibido está adaptada para las irregularidades del campo. De hecho intentó usarla, pero era demasiado alta para él, según ha explicado el obispo de Battambang.

Kike Figaredo lleva más de 35 años de su vida dedicado a la atención de las personas más pobres de Camboya, especialmente las discapacitadas. Cuando el llegó al país en 1985 comenzó su trabajo en campos de refugiados cerca de la frontera entre Tailandia y Camboya, y descubrió que allí los que tenían alguna discapacidad no recibían ningún tipo de atención especial y estaban condenados a una vida que rozaba la indignidad. Ser inquilinos de la nada marca para siempre.

Tras esta silla de ruedas conocida con el nombre de “Mekong” hay muchos protagonistas que no se ven, pero que han convertido una simple silla de ruedas en una epopeya que ha cambiado la vida de varias generaciones de discapacitados camboyanos. Entre ellos se encuentra el ya conocido como “el obispo de las sillas de ruedas", Kike Figaredo, un misionero de los que siempre están cuando se llama a su puerta.

El origen de la famosa silla de ruedas “Mekong”

En 1991 Kike Figaredo fundó Banteay Prieb (Casa de la Paloma), cerca de Phnom Penh: un centro de formación profesional para personas con discapacidad en el que actualmente encuentran un oficio más de 200 estudiantes y donde se creó la silla de ruedas “Mekong”, de la que se producen y distribuyen más de 1.400 ejemplares de esta silla en todo el país. La peculiaridad de esta silla de ruedas es que está construida con madera y llantas de bicicleta y tiene tres ruedas.

El modelo ha sido perfeccionado por los propios discapacitaos en función de sus necesidades y teniendo en cuenta las difíciles características del terreno por donde tienen que moverse. La silla “Mekong" es ligera y sólo pesa 21 kilos.

La mayor parte de los discapacitados de Camboya lo son fruto de minas y bombas de racimo, pero también de otras consecuencias de la guerra, como la falta de vacunas de la polio. Muchos de los niños y jóvenes que acuden a la escuela proceden de pueblos remotos. En Camboya, debido a la pobreza, una persona con discapacidad está en los márgenes de la sociedad y de la comunidad. Vive aislada y está condenada en vida.

El centro de educación técnica donde se realizan estas sillas recibe apoyo, apoyo de Manos Unidas, y ha conseguido irradiar vida en los últimos 30 años.

La metáfora de la silla de ruedas entregada al Papa

Nadie como el propio Papa Francisco, cuyos problemas de rodilla le han obligado a utilizar la silla de ruedas para comprender la importancia que tienen estas sillas para todos los que carecen de movilidad, en su mayoría por el poder destructivo de las minas anti persona.

Esta silla ha cambiado la vida de cientos de miles de personas y se ha convertido en un instrumento imprescindible para el equipo que trabaja con Kike Figaredo en su trabajo en los pueblos remotos, donde visitan a personas quienes tras sufrir accidentes han perdido toda posibilidad de acceder a medios de vida para subsistir y ayudar a sus familias. En el caso de los niños, no pueden ir a la escuela ni hacer una vida normal sin silla de ruedas. La silla transforma las vidas de la gente, en dignidad y esperanza. Les vuelve a hacer personas activas dentro de las comunidades y de la sociedad.

La silla es también un instrumento de formación, de trabajo y muchos supervivientes de minas, tras cambiar su vida gracias a estas sillas de ruedas se han convertido en ayuda y acompañamiento de otras personas con discapacidad.

El propio Kike Figaredo asegura que además de transformar la vida de mucha gente también le ha cambiado a el mismo su propia vida al darse cuenta del cambio que provoca en mucha gente. Una silla devuelve la esperanza y ofrece una visión nueva sobre la realidad.

Poder entregar la silla Mekong al Papa Francisco ha supuesto también unirlo aún más si cabe a esa ingente misión que la Iglesia desarrolla en Camboya. Utilizando palabras del propio Kike Figaredo: ”Una forma de hacerle sentir muy cerca de los que la construyen, y de las víctimas de las guerras, para que el Papa se sienta unido a todos ellos y que puedan ir más allá de sus sufrimientos. Supone ser testigo de la transformación de tantas vidas. Una silla para que le dé fuerza porque estará sentado y “movilizado” gracias a la fuerza de personas que han vencido el sufrimiento y trabajan por la paz y la reconciliación a través de la silla de ruedas”.

La Camboya actual sigue siendo un país roto por las guerras que ha sufrido. La malnutrición está a la orden del día y las tierras más fértiles permanecen incultivables a causa de las minas. Se calcula que todavía quedan activas 10 millones de minas (más de una por habitante), concentradas en los lugares más destructivos: el acceso a las fuentes, los puentes, los campos de arroz y los caminos.

El Obispo de Battambang, que acaba de celebrar los 45 años de su incorporación a la Compañía de Jesús, escogió desde su llegada a Camboya la misma forma de querer que define este pontificado y que distingue a quienes optan por vivir el Evangelio de forma radical: amar pensando en las personas sin buscar agradecimientos.