Las tres palabras de Juan Pablo II que hicieron que el mundo sea tal y como lo conocemos

En el centro de Varsovia, alrededor de un millón de polacos escuchaban con lágrimas en los ojos al Santo Padre un año después de ser elegido, en 1979, con el telón de acero separando Europa

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Plaza de la Victoria, ahora Plaza Pilsudski. El Papa Juan Pablo II despega en helicóptero de LOT tras su primera visita a Polonia y celebra una misa para estudiantes ante una gran multitud.

José Manuel Nieto

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En junio de 1979, San Juan Pablo II regresó a su Polonia natal en una visita pastoral que se convirtió en un punto de inflexión en la historia de Europa. El mundo estaba dividido por el telón de acero, que separaba a las naciones libres de Occidente del bloque comunista liderado por la Unión Soviética. A pesar de las presiones del régimen, el Papa polaco decidió llevar un mensaje de esperanza a su pueblo, un mensaje que no solo cambió Polonia, sino que sacudió los cimientos del comunismo en todo el continente. Hoy lo recordamos cuando están a punto de cumplirse 20 años de su muerte.

El momento culminante de aquel viaje tuvo lugar en el centro de Varsovia, donde un millón de polacos se reunieron para escuchar al Santo Padre. En un discurso que quedó grabado en la memoria colectiva, San Juan Pablo II pronunció unas palabras que resonaron con una fuerza arrolladora: "Vosotros sois católicos. Vosotros sois polacos. Vosotros sois jóvenes. El futuro os pertenece". Aquellas frases no solo reafirmaron la identidad nacional y religiosa de Polonia, sino que se convirtieron en un estandarte de resistencia contra el ateísmo de Estado impuesto por el comunismo.

Vosotros sois católicos"

San Juan Pablo II

En su viaje apostólico a Polonia en junio de 1979

A través de su carisma y de su valentía, el Papa alentó a su pueblo a superar el miedo y a unirse en la defensa de su fe y su libertad. Su mensaje fue el catalizador del nacimiento de Solidaridad, el sindicato liderado por Lech Wałęsa, que con el tiempo se transformaría en el motor del cambio político en Polonia y en el comienzo del fin del dominio soviético en Europa del Este. Lo que parecía imposible hasta entonces, comenzó a tomar forma con una rapidez inesperada. El pueblo polaco encontró en San Juan Pablo II un símbolo de resistencia, un líder que les recordaba que la dignidad y la libertad eran derechos inalienables.

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Inscripción bajo el crucifijo en la plaza Pilsudski de Varsovia, que conmemora la visita a Polonia en 1979 del Papa Juan Pablo II.

Los efectos de esta visita trascendieron el plano religioso y político. Para la Iglesia, significó el fortalecimiento de la fe en un territorio donde el régimen comunista intentaba erradicar cualquier influencia cristiana. Para el mundo, representó la primera grieta visible en el muro de opresión que mantenía sometida a Europa del Este. Las imágenes de la multitud vitoreando al Papa, con lágrimas en los ojos, dieron la vuelta al mundo y demostraron que el espíritu de un pueblo unido podía desafiar incluso a los regímenes más autoritarios.

"¡Que descienda tu espíritu y renueve la faz de la Tierra!"

El día de su llegada, San Juan Pablo II presidió una misa en la Plaza de la Victoria de Varsovia y proclamó con fuerza: "¡Que descienda tu espíritu y renueve la faz de la Tierra!". Luego hizo una pausa y añadió con énfasis: "¡De esta tierra!". Aquellas palabras fueron suficientes para encender la llama de la esperanza en los corazones de los polacos, que comprendieron que la lucha por la libertad y la fe ya había comenzado.

¡Que descienda tu espíritu y renueve la faz de la Tierra!"

San Juan Pablo II

El régimen comunista intentó desestabilizar la visita del Papa y minimizar su impacto, pero el entusiasmo del pueblo polaco desbordó cualquier intento de censura. Ni las amenazas ni las restricciones impuestas por el gobierno pudieron frenar el despertar de una nación que comenzaba a entender que la opresión no era un destino inevitable. La valentía de San Juan Pablo II y su mensaje de unidad y fe no solo influyeron en el curso de la historia de Polonia, sino que marcaron el comienzo de la caída del comunismo en toda Europa del Este.

A medida que los años avanzaban, el movimiento de resistencia liderado por Solidaridad se fortaleció. Enfrentaron persecuciones, encarcelamientos y represión, pero nunca dejaron de luchar. San Juan Pablo II siguió apoyando a su pueblo desde el Vaticano, recordando al mundo que la lucha de Polonia no era solo por su libertad, sino por la dignidad de toda la humanidad. Su apoyo a la causa polaca y su influencia en el ámbito diplomático se convirtieron en piezas clave para la transición democrática en el país.

El legado de aquel viaje trascendió el tiempo. En 1989, apenas una década después, el mundo fue testigo de la caída del Muro de Berlín, un hecho que simbolizó el colapso del comunismo y la victoria de la libertad. La semilla plantada por San Juan Pablo II en su primer viaje a Polonia había dado frutos. Sus palabras, su valentía y su fe inquebrantable demostraron que la historia no la escriben únicamente los poderosos, sino aquellos que se atreven a desafiar el miedo con la verdad.

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Los habitantes de Varsovia se reunieron en la Plaza de la Victoria, ahora Plaza Pilsudski, durante la primera visita del Papa Juan Pablo II a Polonia en 1979.

Hoy, cuando se estudian los factores que contribuyeron a ese cambio histórico, es imposible ignorar la figura de San Juan Pablo II y las palabras que pronunció en Varsovia en 1979. Su mensaje sigue resonando en el corazón de aquellos que luchan por la libertad y la justicia en todo el mundo, ahora que están a punto de cumplirse 20 años de su muerte. Porque, como él mismo recordó en múltiples ocasiones, la verdadera revolución no comienza con las armas, sino con la convicción de que cada ser humano está llamado a vivir en la verdad y en la libertad.

El Papa polaco no solo fue un líder espiritual, sino un protagonista clave en la historia contemporánea. Su mensaje de fe y coraje inspiró a millones y demostró que las palabras, cuando son pronunciadas con verdad y convicción, tienen el poder de transformar el mundo. Hoy, más de cuatro décadas y 20 años de su muerte, su legado sigue vivo y su ejemplo continúa iluminando el camino de quienes luchan por un mundo más justo.

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