Francisco, en la celebración Penitencial: "Si queremos que el mundo cambie, debe cambiar nuestro corazón"

El Papa ha presidido la celebración Penitencial en la basílica de San Pedro, donde ha recordado que la presencia de Dios es necesaria para devolver "la paz al corazón"

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Redacción Religión

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en el que “siguen entrando en nuestras casas noticias e imágenes de muerte, mientras las bombas destruyen las casas de tantos de nuestros

La guerra atroz que se ha abatido sobre muchos y hace sufrir a todos, provoca en cada uno miedo y aflicción”.

Un mensaje que ha transmitido este viernes el Sucesor de Pedro en la celebración Penitencial previa al acto de Consagración de Rusia y Ucrania al Corazón Inmaculado de María para pedir por la paz y el final de la guerra, y que ha tenido lugar en la basílica de San Pedro del Vaticano.

Ante la estatua de la Virgen de Fátima procedente del santuario San Vittorino de Roma, ha pedido a la Madre de Cristo que guíe al mundo por “los senderos escarpados y fatigosos de la fraternidad y el diálogo, por el camino de la paz”.

“La aceptación de María es el vivo deseo de adherir a Dios, que tiene planes de paz y no de desgracia. Es la participación más íntima en su proyecto de paz para el mundo. Nos consagramos a María para entrar en este plan, para ponernos a la plena disposición de los proyectos de Dios”, ha expresado el Pontífice argentino.

No se trata de una fórmula mágica, sino de un acto espiritual

Durante su homilía el Santo Padre ha hecho también hincapié en que para que el mundo cambie, “primero debe cambiar nuestro corazón”, siendo para ello necesario dejar que “la Virgen nos tome de la mano” para contemplar su Corazón Inmaculado.

En este sentido, el Pontífice ha deseado que, en unión con los obispos y los fieles de todo el mundo, “llevar al Corazón inmaculado de María todo lo que estamos viviendo; renovar a ella la consagración de la Iglesia y de la humanidad entera y consagrarle, de modo particular, el pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que con afecto filial la veneran como Madre. No se trata de una fórmula mágica, sino de un acto espiritual. Es el gesto de la plena confianza de los hijos que, en la tribulación de esta guerra cruel e insensata que amenaza al mundo, recurren a la Madre, depositando en su Corazón el miedo y el dolor, y entregándose totalmente a ella. Es colocar en ese Corazón limpio, inmaculado, donde Dios se refleja, los bienes preciosos de la fraternidad y de la paz, todo lo que tenemos y todo lo que somos, para que sea ella, la Madre que nos ha dado el Señor, la que nos proteja y nos cuide”, ha señalado.

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El Papa nos pide a los católicos que comprendamos que “la Reconciliación no es principalmente un paso que nosotros damos hacia Dios, sino su abrazo que nos envuelve, nos asombra y nos conmueve. Es el Señor que, como con María en Nazaret, entra en nuestra casa y nos trae un asombro y una alegría que antes eran desconocidos. Pongamos en primer plano la perspectiva de Dios: volveremos a descubrir la importancia de la Confesión”, ha apuntado.

Asimismo, nos llama a mantener siempre las puertas abiertas a la misericordia: “Ninguna rigidez, ningún obstáculo, ninguna incomodidad; ¡puertas abiertas a la misericordia! En la Confesión, estamos especialmente llamados a encarnar al Buen Pastor que toma en brazos a sus ovejas y las acaricia; a ser canales de la gracia, que vierten el agua viva de la misericordia del Padre en la aridez del corazón”.