Francisco, en el Encuentro Ecuménico en Bahréin: "Lo que nos une supera con creces lo que nos separa"
El Papa cierra su segundo día en la Catedral de Nuestra Señora de Arabia: "La fe no es un privilegio que se ha de reclamar, sino uno don que se debe compartir"
Publicado el - Actualizado
4 min lectura
El Papa Francisco ha cerrado su segundo día en Bahréin participando en el encuentro ecuménico y oración por la paz en la Catedral de Nuestra Señora de Arabia.
El discurso del Santo Padre empezó con una reflexión sobre la lectura de los Hechos de los Apóstoles (2,9-11) y subrayando que esas palabras “parecen escritas para nosotros hoy; que de tantos pueblos y de tantas lenguas, de tantas partes y de tantos ritos, estamos aquí juntos, y lo estamos por los grandes obras realizadas por Dios […] hoy, como entonces (en Pentecostés), la variedad de orígenes y lenguas no es un problema, sino una ventaja”. El Papa ha afirmado que “es correcto decir que lo que nos une supera con creces lo que nos separa, y que cuanto más caminemos según el Espíritu, más nos inclinaremos a desear y, con la ayuda de Dios, a restablecer la unidad plena entre nosotros”.
Volviendo a reflexionar sobre el texto de Pentecostés, Francisco ha subrayado que hay dos elementos que le parecen útiles para el camino de comunión: “La unidad en la diversidad y el testimonio de vida”.
La unidad en la diversidad
Sobre el primer elemento, la unidad en la diversidad, el Papa ha analizado que el Espíritu Santo, que se posa sobre cada uno, “elige el momento en el que están todos juntos”: “Podían adorar a Dios y hacer el bien al prójimo incluso por separado, pero es al converger en la unidad cuando las puertas se abren de par en par a la obra de Dios. El pueblo cristiano está llamado a reunirse para que las maravillas de Dios se hagan realidad”.
Preguntándose sobre cuál es el punto de encuentro entre las distintas culturas y religiones, el Papa ha subrayado “la alabanza a Dios”: “La oración de alabanza no aísla, no encierra en uno mismo y en las propias necesidades, sino que nos introduce en el corazón del Padre y, de esta manera, nos conecta con todos nuestros hermanos y hermanas”.
“La oración de alabanza y adoración es la más elevada; gratuita e incondicional, atrae la alegría del Espíritu, purifica el corazón, restablece la armonía, recompone la unidad. Es el antídoto contra la tristeza, contra la tentación de dejarnos afectar por nuestra pobreza interior y la pobreza exterior de nuestros números”, ha dicho el Papa durante el encuentro ecuménico en la Catedral de Nuestra Señora de Arabia.
Francisco ha pedido continuar con la “hermosa costumbre” de poner los edificios de culto a disposición de otras comunidades para adorar al único Señor: “No sólo aquí en la tierra, sino también en el cielo hay una estela de alabanza que nos une. Es la de los muchos mártires cristianos de diversas denominaciones - ¡cuántos ha habido en los últimos años en Oriente Medio y en todo el mundo! Ahora forman un solo cielo repleto de estrellas, que indica el sendero a los que caminan por los desiertos de la historia. Tenemos la misma meta; todos estamos llamados a la plenitud de la comunión en Dios”.
El testimonio de vida
Sobre el segundo elemento, el testimonio de vida, el Papa se ha vuelto a referir al texto de Pentecostés cuando los discípulos, recibiendo el don del Espíritu Santo, salieron del Cenáculo y se fueron “hacia el mundo entero”: “Jerusalén, que parecía su punto de llegada, se convirtió en el punto de partida de una aventura extraordinaria”.
Francisco ha pedido así que nuestro testimonio sea no tanto un discurso “que se realiza con palabras, sino que se muestra con hechos; la fe no es un privilegio que se ha de reclamar, sino uno don que se debe compartir”.
“Estar aquí en Bahréin les ha permitido a muchos de ustedes redescubrir y practicar la auténtica sencillez de la caridad. Pienso en la asistencia ofrecida a los hermanos y hermanas que llegan; en una presencia cristiana que, en la humildad de cada día, da testimonio, en los ambientes de trabajo, de comprensión y paciencia, de alegría y mansedumbre, de benevolencia y de espíritu de diálogo. En una palabra, de paz”, ha dicho el Papa.
Acabando su discurso, el Santo Padre ha querido dejar algunas preguntas para reflexionar: “¿Somos realmente personas de paz? ¿Estamos habitados por el deseo de manifestar en todas partes la mansedumbre de Jesús, sin esperar nada a cambio? ¿Hacemos nuestros, llevándolos en nuestros corazones y en nuestras oraciones, los cansancios, las heridas y la desunión que vemos a nuestro alrededor?”.
Durante el encuentro ecuménico, el Santo Padre ha subrayado que no se puede dar verdadero testimonio del Dios del amor “si no estamos unidos entre nosotros como Él quiere, y no podemos estar unidos permaneciendo cada uno por su lado, sin abrirnos al testimonio, sin ampliar las fronteras de nuestros intereses y de nuestras comunidades en nombre del Espíritu que abraza a todas las lenguas y quiere llegar a cada uno. Él une y envía, reúne en comunión y manda en misión”.