Francisco recuerda que "la riqueza de Dios no empobrece a nadie, sino que se basa en dar y compartir"
El Santo Padre ha invitado a preguntarnos en el Ángelus nuestra "relación con la coidicia" y si se está "tentado a sacrificar la legalidad y la honestidad en el altar"
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El
ha realizado este domingo el rezo del Ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano antes centenares de fieles. El Santo Padre ha invitado a preguntarnos nuestra relación con la codicia y si se está tentado a sacrificar la legalidad y la honestidad en el altar de esta. “
”.
Respecto al Evangelio de la Liturgia de hoy,
Francisco se ha centrado en la petición de un hombre a Jesús: "Maestro, dile a mi hermano que comparta la herencia conmigo”. Ha hecho referencia a una situación lamentable mente común en nuestra sociedad. “
”, ha lamentado.
La ambición desenfrenada por las posesiones es una enfermedad
Jesús, respondiendo al hombre, no entra en detalles, sino que va a la raíz de las divisiones causadas por la posesión de cosas, y dice: "Guardaos de toda codicia " (v. 15). El Papa ha explicado que la codicia “es la ambición desenfrenada por las posesiones, siempre queriendo enriquecerse. Es una enfermedad que destruye a las personas, porque el hambre de posesiones es adictiva. Especialmente los que tienen mucho nunca están satisfechos: siempre quieren más, y sólo para ellos mismos”.
Francisco ha denunciado que “la codicia es también una enfermedad peligrosa para la sociedad” y que por ello “hemos llegado hoy a otras paradojas, a una injusticia como nunca antes en la historia, donde unos pocos tienen mucho y muchos tienen poco”. Ha puesto de manifiesto que debemos pensar también en los grandes conflictos como las guerras: “¡Cuántos intereses hay detrás de una guerra! Sin duda, uno de ellos es el comercio de armas”.
Servir a la riqueza es ofender a Dios
El Santo Padre ha invitado a preguntarnos nuestra relación con la codicia y si se está tentado a sacrificar la legalidad y la honestidad en el altar de esta. “Jesús nos advierte con palabras fuertes. Dice que no se puede servir a dos señores, y -tengamos cuidado- no dice Dios y el diablo, o el bien y el mal, sino Dios y las riquezas (cf. Lc 16,13). Servirse de las riquezas sí; servir a la riqueza no: es idolatría, es ofender a Dios”.
En contraposición expone que es justo desear ser rico, “¡pero rico según Dios! Dios es el más rico de todos: es rico en compasión, en misericordia. Su riqueza no empobrece a nadie, no crea peleas ni divisiones. Es una riqueza que ama dar, distribuir, compartir”. Por último, ha expresado que “acumular bienes materiales no es suficiente para vivir bien, porque la vida no depende de lo que se posee”.