El Papa, en en Ángelus: "No me canso de repetir que los chismes son una plaga en la sociedad"

Francisco profundiza en la corrección fraterna, "que es una de las expresiones más grandes del amor, pero también una de las más exigentes"

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Sara de la Torre

Publicado el - Actualizado

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Este 10 de septiembre, durante el rezo del Ángelus, el Papa Francisco ha hablado de la corrección fraterna, "que es una de las expresiones más grandes del amor, y también una de las más exigentes. Cuando un hermano en la fe comete una falta contra ti, tú, sin rencor, ayúdalo corrigiéndolo".

Pero, por desgracia, ha dicho el Papa, "lo primero que se suele crear en torno a quien se equivoca son habladurías, en las que todos se enteran del error, con todos los detalles, ¡menos la persona afectada! Esto no está bien y no agrada a Dios. No me canso de repetir que los chismes son una plaga en la vida de las personas y de las comunidades, porque traen división, sufrimiento y escándalo, y nunca ayudan a mejorar y a crecer".

¿Cómo trato a los que se equivocan contra mí?

Así, el Papa ha recordado a san Bernardo de Claraval, que decía que "la curiosidad estéril y las palabras superficiales son los primeros peldaños de la escalera de la soberbia, que no conduce hacia lo alto, sino hacia abajo, precipitando al hombre a la perdición y la ruina". por su parte, Jesús, "nos enseña a comportarnos de otra manera". "Si tu hermano comete una falta contra ti, ve y repréndelo entre tú y él a solas". Háblale "cara a cara", lealmente, para ayudarlo a entender en qué se equivoca. Hazlo por su bien, superando la vergüenza y encontrando verdadero valor, que no es hablar mal de él a sus espaldas, sino decirle las cosas a la cara con mansedumbre y amabilidad".

Además, el Papa ha animado a preguntarse si esto "es suficiente". En el caso de que no lo sea, ha dicho, "hay que buscar ayuda. "Pero, ¡cuidado! ¡No la del grupito que chismea! Seamos claros: no se trata de poner a la persona en la picota, de avergonzarla públicamente, sino de unir los esfuerzos de todos para ayudarla a cambiar. Señalar con el dedo a las personas no es bueno, de hecho, a menudo hace más difícil que quien se ha equivocado reconozca su propio error. Más bien, la comunidad debe hacerle sentir a él o a ella que, al tiempo que condena el error, le está cerca con la oración y el afecto, siempre dispuesta a ofrecer el perdón y a empezar de nuevo".

Entonces, preguntémonos: ¿cómo trato a los que se equivocan contra mí? ¿Me lo guardo y acumulo resentimiento? ¿Hablo acerca de ello a sus espaldas? ¿O intento de hablarles? ¿Rezo por él o ella, pido ayuda para hacer el bien? Y nuestras comunidades, ¿se hacen cargo de los que caen, para que puedan volver a levantarse y empezar una nueva vida? ¿Señalan con el dedo o abren sus brazos?