El Papa recuerda a la ciudad de Belén de hoy en día, envuelta en la guerra: "No os dejamos solos"

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Redacción Religión

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En la audiencia con los figurantes del pesebre viviente de la Basílica de Santa María la Mayor, el Papa ha subrayado el valor de las representaciones vivientes de la Natividad: despertar en el corazón el asombro ante el misterio del Niño Dios A la Belén de hoy, y por extensión "a todos los habitantes de la tierra donde Jesús nació, vivió, murió y resucitó", Francisco ha querido enviar el saludo de la solidaridad.

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En una tierra que ha vuelto por enésima vez al crudo escenario de un conflicto que la hiere desde hace décadas, el Papa invoca la cercanía "con la oración, con la ayuda concreta y también -dice a los figurantes- con vuestro Pesebre viviente, que recuerda a todos cómo el sufrimiento de Belén es una herida abierta para Oriente Medio y para el mundo entero. "Así que vuestra representación debe vivirse en solidaridad con estos hermanos y hermanas que tanto sufren. Para ellos promete ser una Navidad de dolor, de luto, sin peregrinos, sin celebraciones. No queremos dejarlos solos".

La escena de la ternura

El pensamiento a la Belén del año cero se filtra a través del recuerdo del primer pesebre viviente, el concebido y escenificado por primera vez hace 800 años por San Francisco en Greccio. Para no reducir aquella invención "sólo a un hecho folclórico" es importante subrayar, dice el Papa, el "por qué" el santo de Asís quiso representar "el nacimiento de Jesús en vivo". Un "por qué" que todavía hoy es imperecedero.

Quiso dar concreción a la representación: no un cuadro, no estatuas, sino personas de carne y hueso, para que resaltara la realidad de la Encarnación. Así pues, la primera reflexión que les dejo es ésta: el pesebre viviente tiene por objeto despertar en el corazón el asombro ante el misterio de Dios que se hizo niño.