Francisco pide a las universidades católicas "globalizar la esperanza" en una época de fragmentación
El Papa ha instado a la FIUC a no sustituir "el deseo por el funcionalismo": "No basta otorgar títulos académicos: es necesario despertar en cada persona el deseo de ser"
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El Papa Francisco se ha reunido este viernes con unos 150 representantes de la Federación Internacional de Universidades Católicas (FIUC), fundada hace cien años como asociación y bendecida por Pío XI y le ha entregado un largo discurso. Un amplío texto que el Pontífice ha preferido no leer a causa de un “resfriado que no desaparece”.
En todo caso, Francisco ha agradecido a la FIUC por el encuentro y por “el bien que hacen las universidades”: “Sembrar la ciencia, la Palabra de Dios y el verdadero humanismo”. El Papa les ha pedido seguir adelante con esta misión tan bonita de las universidades católicas: “El humanismo hace comprender que el hombre tiene valores y que hay que respetarlos: es quizá lo más hermoso y lo más grande de vuestras universidades”.
De las raíces de la Federación Internacional de Universidades Católicas, Francisco ha destacado dos aspectos muy importantes: el primero es “la exhortación a trabajar en red”. Hay casi dos mil universidades católicas en el mundo y por eso Francisco ha pedido imaginar el potencial “que podría desarrollar una colaboración más eficaz y operativa, fortaleciendo el sistema universitario católico”. “En una época de gran fragmentación, debemos tener la audacia de ir contracorriente, globalizando la esperanza, la unidad y la concordia, en lugar de la indiferencia, las polarizaciones y los conflictos”, ha subrayado Francisco.
El Papa ha aprovechado el discurso a las universidades católicas para lamentar que este centenario se vive en un contexto de guerra: “Es esencial que las Universidades católicas desempeñen un papel de primer orden en la construcción de la cultura de la paz, en sus múltiples dimensiones que deben abordarse de manera interdisciplinar”.
“La Universidad Católica, siendo "uno de los mejores instrumentos que la Iglesia ofrece a nuestra época", no puede dejar de ser expresión de ese amor que anima toda acción de la Iglesia, es decir, el amor de Dios a la persona humana”, ha subrayado Francisco. El Papa ha lamentado que la educación se esté convirtiendo tristemente en un negocio y que grandes fondos económicos sin rostro “invierten en escuelas y universidades como se hace en la bolsa, las instituciones eclesiásticas deben demostrar que son de otra naturaleza y que funcionan según otra lógica”.
“Un proyecto educativo no consiste sólo en un plan de estudios perfecto, un equipamiento eficaz o una buena gestión empresarial. En la universidad debe palpitar una pasión mayor, debe verse una búsqueda común de la verdad, un horizonte de sentido, y todo ello vivido en una comunidad de conocimiento donde la generosidad del amor, por así decirlo, pueda conmover”, ha remarcado el Papa en el discurso entregado a la FIUC.
Francisco lo tiene claro: “Que las universidades católicas no sustituyan el deseo por el funcionalismo o la burocracia. No basta otorgar títulos académicos: es necesario despertar y acariciar en cada persona el deseo de ser. No basta modelar carreras competitivas: es necesario promover el descubrimiento de vocaciones fecundas, inspirar caminos de vida auténtica e integrar la aportación de cada persona en la dinámica creativa de la comunidad”.
“No podemos confiar la gestión de nuestras universidades al miedo; por desgracia, esto es más común de lo que pensamos. La tentación de encerrarse tras los muros, en una burbuja social segura, evitando riesgos o desafíos culturales, dando la espalda a la complejidad de la realidad, puede parecer el camino más fiable. Esto no es más que una ilusión. El miedo devora el alma. No rodeéis nunca la universidad con muros de miedo. No permitas que una universidad católica se limite a replicar los muros típicos de las sociedades en que vivimos: los de la desigualdad, la deshumanización, la intolerancia y la indiferencia, de tantos modelos que pretenden fortalecer el individualismo y no apuestan por la fraternidad”.
Al final de su discurso, el Papa ha pedido ayuda a las universidades católicas: “Sí, os pido que ayudéis a la Iglesia, en este momento de la historia, a iluminar las aspiraciones humanas más profundas con las razones de la inteligencia y las "razones de la esperanza"; que ayudéis a la Iglesia a dialogar sin miedo sobre las grandes cuestiones contemporáneas”.