El Papa Francisco asegura que los abusos son "la mayor vergüenza de la Iglesia y nuestra humillación"

El Pontífice ha pronunciado su discurso en el castillo de Laeken, en Bélgica, su segunda parada en este viaje apostólico. En él, ha puesto el foco en la cercanía de una "guerra casi mundial" y en el envejecimiento de la población, "el invierno demográfico"

El Papa Francisco junto a los reyes de Bélgica en el castillo de Laeken
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Papa Francisco en el castillo Laeken, Bélgica

Redacción Religión

Publicado el - Actualizado

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El Papa Francisco aterrizaba ayer, jueves 26, en Bélgica, continuando así con su viaje apostólico número 46. Le recibieron en Bruselas a las 19.00h en la base aérea de Melsbroek, donde se celebró una ceremonia de bienvenida. 

Hoy, viernes 27 de septiembre, en esta segunda jornada del viaje, el Papa Francisco se ha reunido con el Rey del Bélgica en el castillo de Laeken. A las 9:45h ha tenido lugar un encuentro con el Primer Ministro y a las 10:00h, un encuentro con las autoridades y la sociedad civil, en el que el Pontífice ha pronunciado un discurso en el que los protagonistas principales han sido el envejecimiento de la población, refiriéndose así al “invierno demográfico”, los abusos de menores,calificándolos como “la mayor vergüenza de la Iglesia y nuestra humillación” y ha mostrado una especial preocupación por encontrarnos "cerca de una guerra casi mundial". 

la guerra, los abusos y el envejecimiento de la población

"Efectivamente, las proporciones y el orden de las grandezas engañan. Bélgica no es un estado tan extenso, pero su historia peculiar ha hecho que, inmediatamente después del final de la Segunda Guerra Mundial, los pueblos europeos, cansados y debilitados, iniciando un serio camino de pacificación, colaboración e integración, vieran en Bélgica la sede natural de las principales instituciones europeas. Por el hecho de ser la línea divisoria entre el mundo germánico y el latino, colindante con Francia y Alemania, países que más habían encarnado las antítesis nacionalistas en la base del conflicto, Bélgica aparece como el lugar ideal, casi una síntesis de Europa, desde el cual contribuir a la reconstrucción física, moral y espiritual.

Se podría decir que Bélgica es un puente entre el continente y las islas británicas, entre el área de matriz germánica y francófona, entre el sur y el norte de Europa. Un puente, para permitir que la concordia se expanda y las controversias se disipen. Un puente donde cada uno, con su lengua, mentalidad y convicciones, encuentra al otro y elige la palabra, el diálogo y el intercambio como medios para relacionarse. Un lugar donde se aprende a hacer de la propia identidad, no un ídolo o una barrera, sino un espacio de acogida que sea punto de partida y retorno, donde se promueven intercambios válidos, se buscan juntos nuevos equilibrios y se construyen nuevas síntesis. Un puente que favorece el comercio, que comunica y pone en diálogo las civilizaciones. Un puente, por lo tanto, indispensable para construir la paz y repudiar la guerra.

Europa necesita a Bélgica para llevar adelante el camino de paz y de fraternidad entre los pueblos que la forman. Este país recuerda a todos los demás que, cuando —basándose en las más variadas e insostenibles excusas— se comienzan a desacatar las fronteras y los tratados, y se deja a las armas el derecho de crear el derecho, subvirtiendo el que está vigente, se destapa la caja de Pandora y todos los vientos comienzan a soplar violentamente, batiéndose contra la casa y amenazando con destruirla".

"La concordia y la paz no son una conquista que se logra de una vez por todas"

En efecto, la concordia y la paz no son una conquista que se logra de una vez por todas, sino una tarea y una misión que se deben cultivar incesantemente, tratadas con tenacidad y paciencia. El ser humano, en efecto, cuando deja de hacer memoria del pasado, privándose de la enseñanza de este, posee la desconcertante capacidad de volver a caer, incluso después de haberse levantado, olvidando los sufrimientos y el costo aterrador de las generaciones pasadas.

En este sentido, Bélgica es más valiosa que nunca para la memoria del continente europeo. Memoria que, naturalmente, pone a disposición argumentos irrefutables para el desarrollo de una acción cultural, social y política constante y oportuna, a la vez valiente y prudente y que excluya un futuro en el que la idea y la práctica de la guerra, con sus consecuencias catastróficas, vuelvan a ser una opción viable.

"A CONFIAR EN EL FUTURO PARA VENCER EL INVIERNO DEMOGRÁFICO Y EL INFIERNO DE LA GUERRA"

La historia, magistra vitae, muy frecuentemente ignorada, desde Bélgica llama a Europa a reemprender su camino, a recuperar su verdadero rostro, a confiar nuevamente en el futuro abriéndose a la vida, a la esperanza, para vencer el invierno demográfico y el infierno de la guerra.

La Iglesia católica quiere ser una presencia que, dando testimonio de su fe en Cristo resucitado, ofrece a las personas, a las familias, a las sociedades y a las naciones, una esperanza antigua y siempre nueva, una presencia que ayuda a todos a afrontar los desafíos y las pruebas, sin entusiasmos volátiles ni pesimismos sombríos, sino con la certeza de que el ser humano, amado por Dios, tiene una vocación eterna de paz y de bien, y no está destinado a la disolución ni a la nada.

Con la mirada fija en Jesús, la Iglesia se reconoce siempre como discípula, que con temor y tremor sigue a su Maestro, reconociéndose santa en cuanto fundada por Él y, al mismo tiempo, frágil e insuficiente en sus miembros, siempre carente y superada por la tarea que le ha sido confiada.

La Iglesia anuncia una Noticia que puede colmar de alegría los corazones y, con las obras de caridad y los innumerables testimonios de amor al prójimo, busca brindar signos concretos y pruebas del amor que la mueve. Ella, sin embargo, vive en lo concreto de las culturas y mentalidades de una determinada época, que ella contribuye a dar forma o que, de algún modo, en ocasiones la somete; y no siempre comprende y vive el mensaje evangélico en su pureza y plenitud". apuntaba el Papa Francisco. 

"Basta que uno solo se haya cometido en la iglesia para avergonzarnos"

Uno de los momentos más importantes en el pronunciamiento de este discurso ha sido el nombramiento de “La mayor vergüenza de la Iglesia y nuestra humillación” refiriéndose en estos términos Francisco a los abusos que se han cometido en el seno de la Iglesia. Además, ha recalcado que la Iglesia “debe avergonzarse y pedir perdón por todos los abusos”, incidiendo además en que “muchas veces me dicen que la mayoría de los abusos se producen en el barrio o en las familias pero solamente basta que uno se haya cometido en la Iglesia para avergonzarnos”.

En esta permanente coexistencia entre luces y sombras vive la Iglesia, a menudo con resultados de gran generosidad y espléndida dedicación, y a veces, lamentablemente, con la irrupción de dolorosos antitestimonios. Pienso en los dramáticos casos de abusos de menores, un flagelo que la Iglesia está afrontando con decisión y firmeza, escuchando y acompañando a las personas heridas e implementando un amplio programa de prevención en todo el mundo".

el papa francisco recuerda el fenómeno de las 'adopciones forzadas' en bélgica

"A este respecto, me entristeció el fenómeno de las “adopciones forzadas”, presentes también aquí en Bélgica entre los años 50 y 70 del siglo pasado. En esas historias espinosas se mezcló el fruto amargo de un crimen y un delito, con aquello que era lamentablemente el resultado de una mentalidad difundida en todos los estratos de la sociedad; hasta el punto que, quienes actuaban de acuerdo a esa mentalidad, pensaban en conciencia que estaban haciendo un bien, tanto para el niño como para la madre. Con frecuencia las familias y otras entidades sociales, incluida la Iglesia, pensaron que, para quitar el estigma negativo, que desgraciadamente en esos tiempos afectaba a la que era madre soltera, sería mejor para ambos, madre e hijo, que este último fuera adoptado. Hubo incluso casos en los cuales a algunas mujeres no se les dio la oportunidad de decidir si quedarse con el niño o darlo en adopción.

Como sucesor del apóstol Pedro, suplico al Señor para que la Iglesia encuentre siempre en sí misma la fuerza para actuar con claridad y no uniformarse con la cultura dominante, aun cuando esa cultura utilizase —manipulándolos— valores que derivan del Evangelio, pero sólo para sacar de ellos conclusiones ilegítimas, con sus consecuentes cargas de sufrimiento y exclusión.

Rezo para que los responsables de las naciones, fijándose en Bélgica y en su historia, sepan aprender de ello y, así, ahorren a sus pueblos catástrofes incesantes e innumerables lutos. Rezo para que los gobernantes sepan asumir su responsabilidad, el riesgo y el honor de la paz, y sepan alejar el peligro, la ignominia y la absurdidad de la guerra. Rezo para que teman al juicio de la conciencia, de la historia y de Dios, y conviertan la mirada y los corazones, poniendo siempre el bien común en primer lugar", finalizaba el Pontífice. 

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