El Papa Francisco asegura en este Domingo de Ramos "que la locura de la guerra vuelve a crucificar a Cristo"
El Santo Padre, al inicio de la Semana Santa en la Plaza de San Pedro, ha pedido "responder a los clavos de la vida con el amor y a los golpes del odio con la caricia del perdón"
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“Cuando se usa la violencia ya no se sabe nada de Dios, que es Padre, ni tampoco de los demás, que son hermanos. Se nos olvida porqué estamos en el mundo y llegamos a cometer crueldades absurdas. Lo vemos en la locura de la guerra, donde se vuelve a crucificar a Cristo”. Así lo ha expresado el Papa Francisco en la homilía de la Santa Misa de este Domingo de Ramos.
Después de dos años los fieles han vuelto a celebrar la Eucaristía en la Plaza de San Pedro. El Papa Francisco ha presidido los ritos iniciales aunque no ha participado en la procesión hasta el altar tras la bendición de las palmas, y ha seguido este momento desde el altar.
Las dos mentalidades del calvario
El Papa ha expresado que “Cristo es clavado en la cruz una vez más en las madres que lloran la muerte injusta de los maridos y de los hijos. Es crucificado en los refugiados que huyen de las bombas con los niños en brazos. Es crucificado en los ancianos que son abandonados a la muerte, en los jóvenes privados de futuro, en los soldados enviados a matar a sus hermanos”. De esra forma, la guerra ha estado muy presente en esta celebración, en la que el Pontífice ha explicado “las dos mentalidades que se enfrentan en el calvario”.
“La mentalidad del yo se opone la de Dios; el sálvate a ti mismo discuerda con el Salvador que se ofrece a sí mismo. En un momento específico, durante la crucifixión, cuando siente que los clavos le perforan las muñecas y los pies. Intentemos imaginar el dolor lacerante que eso provocaba. Allí, en el dolor físico más agudo de la pasión, Cristo pide perdón por quienes lo están traspasando. En esos momentos, uno sólo quisiera gritar toda su rabia y sufrimiento; en cambio, Jesús dice: Padre, perdónalos”.
Por eso, ha proseguido, “clavado en el patíbulo de la humillación, aumenta la intensidad del don, que se convierte en perdón. Hermanos, hermanas, pensemos que Dios hace lo mismo con nosotros. Cuando le causamos dolor con nuestras acciones, Él sufre y tiene un solo deseo: poder perdonarnos. Para darnos cuenta de esto, contemplemos al Crucificado”.
Contemplar la cruz
En estos días de Semana Santa, ha animado el Papa, “contemplemos a Jesús en la cruz y comprendamos que nunca hemos recibido un abrazo más amoroso. Contemplemos al Crucificado y digamos: «Gracias, Jesús, me amas y me perdonas siempre, aun cuando a mí me cuesta amarme y perdonarme»”.
Por eso, Francisco ha recordado que “el Señor nos pide que no respondamos según nuestros impulsos o como lo hacen los demás, sino como Él lo hace con nosotros. Nos pide que rompamos la cadena, que respondamos a los clavos de la vida con el amor y a los golpes del odio con la caricia del perdón”.
Acojamos la certeza, ha dicho, “de que Dios puede perdonar todo pecado, toda distancia, y puede cambiar todo lamento en danza; la certeza de que con Jesús siempre hay un lugar para cada uno; de que con Jesús nunca es el fin, nunca es demasiado tarde. Con Dios siempre se puede volver a vivir”.