El Papa Francisco, en la Audiencia General: "La misión verdadera es enemiga de todo nacionalismo"
Francisco ha reflexionado este miércoles sobre los santos Cirilo y Metodio: "Que el Espíritu de Dios enriquezca las culturas con un soplo de paz"
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El Papa Francisco ha presidido como cada miércoles la Audiencia General en la Plaza San Pedro y ha continuado sus catequesis sobre los “testigos ejemplares de celo apostólico”. Este miércoles el Santo Padre ha reflexionado sobre dos hermanos muy famosos en el Oriente cristiano: los santos Cirilo y Metodio.
Estos dos hermanos renuncian a la carrera política para dedicarse a la vida monástica y luego son enviados como misioneros en la Gran Moravia, que en esa época unía varios pueblos, en los cuales sobrevivían muchas costumbres y tradiciones paganas. Su primera tarea entonces es estudiar la cultura de estos pueblos. En primer lugar, inventan un instrumento proprio, adecuado y específico: el alfabeto glagolítico “para anunciar el Evangelio y rezar”. La gente así “siente que esa fe cristiana ya no es “extranjera”, sino que se convierte en su fe, hablaba en la lengua materna”.
Sin embargo, pronto comenzaron los conflictos por parte de algunos latinos, “que ven arrebatado su monopolio de la predicación entre los eslavos”: “Su objeción es religiosa, pero solo en apariencia: Dios puede ser alabado – dicen – solo en las tres lenguas escritas en la cruz, el hebreo, el griego y el latín. Pero Cirilo responde con fuerza: Dios quiere que todo pueblo lo alabe en la propia lengua”.
Piden al Papa que apruebe sus textos litúrgicos en lengua eslava y él “los hace colocar en el altar de la iglesia de Santa María Mayor y canta con ellos las alabanzas del Señor según esos libros. Cirilo muere pocos días después, sus reliquias son todavía veneradas aquí en Roma, en la basílica de San Clemente. Metodio, sin embargo, es ordenado obispo y enviado de nuevo a los territorios de los eslavos. Aquí tendrá que sufrir mucho, incluso será encarcelado, pero la Palabra de Dios no es encadenada y se difunde entre esos pueblos”.
Francisco ha recordado que san Juan Pablo II los quiso copatrones de Europa y escribió una encíclica sobre ellos, “Slavorum Apostoli” y ha reflexionado sobre tres aspectos importantes. En primer lugar, la unidad: “Los griegos, el Papa, los eslavos. En esa época había en Europa una cristiandad no dividida, que colaboraba para evangelizar. La misión es más débil sin la unidad: un Cristo “partido” es un escándalo para quien recibe el anuncio. También hoy el Evangelio será más incisivo si crece nuestra unidad en Cristo”.
El segundo aspecto es la inculturación: “Evangelización y cultura están estrechamente conectadas […] sin embargo, los puristas habituales suben inmediatamente al escenario y dicen que “no se puede”. Escayolan el Evangelio en lo que consideran “lenguas sagradas”. Pero así, en nombre de una presunta sacralidad, se obstaculiza el flujo de la Palabra de Dios hacia nuevos pueblos. La inculturación es muy importante”.
El Papa ha subrayado que “la misión verdadera es enemiga de todo cierre y de todo nacionalismo”: “Cristo no mortifica, no selle, no construye muros, sino que estimula las energías más hermosas de los pueblos”. El último aspecto es la libertad: “El ministerio petrino se muestra aquí al servicio de un Evangelio que no acepta ser blindado, sino que se abre al futuro de Dios: que valora lo que el Espíritu ya ha sembrado y no se identifica con las formas del pasado. Dios es libre y liberador”.
Por último, Francisco ha pedido a estos dos santos “ser instrumentos de la “libertad en la caridad” para los otros”: “Pensemos, en particular, en esa parte de Europa que hoy está abrumada por la guerra: el Espíritu de Dios abra las mentes a ir más allá, a imaginar nuevos modos posibles de relación, enriquezca las culturas con un soplo de paz, que supere las barreras de los lugares comunes o de un pasado que quita el aire”.
“¿No es el Espíritu Santo quizá la "respiración" de Dios? Que respiren juntos los dos pulmones de la Iglesia, el oriental y el occidental. Respiren las culturas más allá del breve aliento del odio y la oposición”, ha concluido el Papa Francisco la tradicional Audiencia General de este miércoles, 25 de octubre.