¿Y si contamos que hay gente que hace un mundo mejor?

¿Por qué no compartimos que, en un mundo secularizado, hay sacerdotes, religiosos y laicos que siguen intentando cambiar su entorno movidos por su fe? 

¿Y si contamos que hay gente que hace un mundo mejor?

Rodrigo Pinedo Texidor

Publicado el - Actualizado

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Hace unos días, el Papa alertó de cuatro peligrosas actitudes en las que podemos caer los periodistas: la desinformación, la calumnia, la difamación y la coprofilia. Esta advertencia se suma a su permanente invitación, tanto en los mensajes para las jornadas de las comunicaciones sociales como en distintas entrevistas, a hacer información pensando siempre en las personas y con el espíritu de «crear puentes».

Todos los que trabajamos en comunicación, a uno y otro lado de la noticia, deberíamos hacer nuestro este deseo. No se trata de dulcificar la realidad u ocultar lo malo, sino de escuchar a las distintas partes implicadas, buscar los datos, analizarlos de manera sosegada y, en la medida de lo posible, mostrar también historias que arrojen esperanza. En mi oficina, parte del trabajo es reactivo: los medios nos llaman preguntando por un tema determinado y nosotros intentamos responder con rapidez y transparencia, con la prudencia debida. Al mismo tiempo, en un contexto de enorme secularización, emerge el reto de ser más propositivo… ¿Cómo hacemos llegar mejor a la gente todo lo bueno que hace la Iglesia?, ¿cómo conseguimos que estas historias resulten atractivas en medio del ruido y del permanente bombardeo de mensajes de tantas y tantas instituciones?

No queremos que la mano izquierda sepa lo que hace la derecha ni colgarnos medallas, sino poner el foco en realidades que nos preocupan y nos ocupan porque, al final, es una forma de hablar de Dios en un mundo que cada vez escucha menos sobre Él. Contemos que en medio de las rutinas, en medio de los problemas, hoy hay sacerdotes, religiosos y laicos que, movidos por su fe, siguen haciendo un mundo un poco mejor.

Para ilustrarlo, déjenme ponerles un ejemplo de esta misma semana: el colegio Nuestra Señora del Recuerdo de Madrid acoge la Fiesta Solidaria por el Trabajo y la Alegría (FSTA). Los jóvenes de la Comunidad Universitaria Francisco Javier, en su mayoría antiguos alumnos del centro, intentan acercar a los estudiantes y a sus familias distintas realidades de pobreza y exclusión, así como apoyar a quienes trabajan en ellas. Además de charlas y puestos informativos, con el apoyo de toda la comunidad educativa organizan competiciones deportivas, un torneo de mus, un rastrillo, juegos para los más pequeños, una tómbola, bares, conciertos y toda clase de actividades para recaudar dinero para una quincena de proyectos solidarios.

La maravillosa iniciativa, en la que he tenido la suerte de participar, se remonta a 1983. Un grupo de universitarios católicos quería comprar unos ordenadores para una asociación que ayudaba a jóvenes en riesgo de exclusión de Villaverde. A pesar de la lluvia de aquel día, gracias al apoyo del Recuerdo y de los jesuitas, recaudaron 800.000 pesetas. La fiesta fue creciendo y hoy se destinan más de 110.000 euros a organizaciones como Entreculturas, Cáritas, Pueblos Unidos o Norte Joven. Pero eso no es lo esencial, sino que, como dice el lema de este año, lo hacen Por y para ti.

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