Benedicto XVI y la intolerancia del estado tolerante

'¿Qué es el cristianismo?' es un libro que recopila los escritos de Benedicto XVI como papa emérito y ha sido editado en Italia por su biógrafo, el teólogo Elio Guerriero

Benedicto XVI y la intolerancia del estado tolerante

Antonio R. Rubio Plo

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¿Qué es el cristianismo? es un libro que recopila los escritos de Benedicto XVI como papa emérito y ha sido editado en Italia por su biógrafo, el teólogo Elio Guerriero. Benedicto tuvo ocasión de escribir un prólogo que está fechado el 1 de mayo de 2022, en la festividad de san José artesano, un santo con el que se identificaba especialmente, pues tanto su padre como él llevaban ese nombre.

A José se le puede relacionar con la discreción, la gentileza y la constancia, con la fidelidad a la voluntad de Dios que le ha encomendado a Jesús y a María. Es un buen modelo para un pontífice estudioso, amable y sereno, que merece contarse entre los Padres de la Iglesia. Un estilo de elegancia y claridad se manifiesta en las casi doscientas páginas del libro, que lleva el subtítulo de Casi un testamento espiritual. La religión, la liturgia, el diálogo con judíos y musulmanes, la fe, el sacerdocio, la comunión, el escándalo de los abusos sexuales… son abordados con rigor, fidelidad al evangelio y sentido común. Cabe también afirmar que las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad, a las que dedicó sus encíclicas, informan el contenido de esta obra póstuma.

Con todo, la mayoría de los medios de comunicación han puesto el acento en las referencias en el libro de Benedicto XVI a la tolerancia, en las que se expresa un notable conocimiento bíblico e histórico. Pero habría que profundizar más allá de las informaciones sintéticas de la actualidad. En su exposición el papa considera decisivo el encuentro entre la filosofía griega y la fe de Israel, que se plasma particularmente en los libros sapienciales y sobre todo en la traducción de la Biblia al griego. Elogia Benedicto a Sócrates, filósofo piadoso y al mismo tiempo crítico, y sin solución de continuidad pone el acento en una tendencia actual: “El pensamiento moderno ya no quiere reconocer la verdad del ser, sino que quiere adquirir poder sobre el ser. Quiere reconstruir el mundo según sus propias necesidades y deseos”. Esta cita enlaza con observaciones bien conocidas de Benedicto XVI, pues en ella encaja la dictadura del relativismo y la construcción de Europa a partir de la razón pura. Podríamos añadir que donde se niega la verdad, o se relativiza su existencia, lo único que queda, y lo único que importa, es el poder. Las propias categorías del bien y del mal se diluyen y solo hay lugar para lo útil. Romano Guardini, uno de los filósofos de cabecera del papa, observó hace años que el hombre quiere dominar el mundo, pero es incapaz de dominarse a sí mismo. Las cosas no han cambiado mucho desde mediados del siglo XX.

A continuación, el autor hace una interesante alusión a los imperios helenísticos, sucesores de Alejandro Magno, que quisieron imponer una cultura unitaria al pueblo judío, según aparece en los dos libros de los Macabeos. El nuevo modelo cultural no era compatible con la fe y el estilo de vida de Israel. Muchos judíos lo aceptaron, aunque otros como Matatías y sus hijos se rebelaron ante la imposición de esa cultura unitaria helenística. Como bien subraya Benedicto, la fidelidad de esta familia no es en absoluto un apego a antiguas tradiciones. Responde a la creencia de que hay un único Dios verdadero y eso no lo comprenden quienes consideran que aquí hay una manifestación de intolerancia del monoteísmo. No valoran que hubiera una intolerancia del Estado helenístico frente a aquellos que querían ser fieles a la fe de sus padres. Podría añadirse que el monoteísmo, y en particular el cristianismo, siempre ha sido incompatible con los ídolos que exigen un reconocimiento absoluto, y el enfrentamiento está servido desde el momento en que esa idolatrización alcanza al Estado.

Este ejemplo bíblico e histórico sirve a Benedicto XVI para dirigir una mirada al tiempo presente. El Estado moderno occidental se considera a sí mismo como un ejemplo de tolerancia frente a “las tradiciones estúpidas e prerracionales de todas las religiones”. Se opone particularmente al cristianismo por medio de “la radical manipulación del hombre o la convulsión de los sexos por medio de la ideología de género”. En consecuencia, el papa subraya la contradicción por parte de una aparente racionalidad que siempre quiere tener la razón y “exige el abandono de la antropología cristiana y del estilo de vida que lo caracteriza, considerado como prerracional”. No hay una persecución abierta pero sí hay una legislación hostil al cristianismo.

Encontramos una afirmación clave de Benedicto XVI que permite captar la oposición a la que se enfrenta el cristianismo desde sus orígenes hasta nuestros días: “El cristianismo se entiende a sí mismo esencialmente como verdad y sobre esto se funda su pretensión de universalidad”. En un mundo en que triunfa el relativismo esto resulta inaceptable y de ahí surge la acusación de intolerancia. Hoy se considera que verdad y tolerancia están en contradicción. Afirma el papa que “la verdad es peligrosa”. Cabe añadir que no es una novedad, pues en su momento e Pilato preguntó a Jesús, aunque no para esperar su respuesta, qué es la verdad. Si el hombre aspira a ser creador de sí mismo, le importará más el poder que la verdad.

Pero el cristianismo no puede responder con la violencia a la intolerancia del Estado supuestamente tolerante. Benedicto cita en este sentido a Orígenes: “Cristo no consigue ninguna victoria sobre quien no quiere. Él solo vence con la persuasión. No por casualidad es el Verbo de Dios”. Para el papa la respuesta cristiana a cualquier forma de intolerancia no es otra que Cristo crucificado, y subraya que “el cristianismo ha conquistado sus victorias solo gracias a los perseguidos y nunca cuando se ha puesto de parte de los perseguidores”.

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