Michel Quoist o el triunfo del amor
El sacerdote francés escribió el libro «Triunfo», considerado un clásico de la espiritualidad, en el que el amor a Dios y el amor al prójimo van de la mano
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Recientemente encontré en el banco de una iglesia un libro abandonado. Sé quién era su autor, pero no conocía esa obra, titulada en español Triunfo y escrita por el sacerdote y teólogo francés Michel Quoist (1921-1997). Este escritor conoció un prolongado período de gran difusión, y tuvieron un particular éxito los libros titulados en español Oraciones para rezar por la calle, Amor. El diario de Daniel y Amor. El diario de Ana María, que se tradujeron a diversos idiomas.
El hallazgo del libro ha coincidido con el 25ºaniversario de la muerte de Quoist y tengo que decir que Triunfo me ha gustado bastante hasta el punto de considerarlo un clásico de la espiritualidad. La primera edición en francés es de 1960 y la primera en español data del año siguiente, si bien el libro que tengo es una quinta edición de 1962. Al parecer la editorial Estela de Barcelona, hoy desaparecida, llegó a tirar unos 40000 ejemplares. Quoist, sacerdote de la diócesis de Le Havre, es un representante del catolicismo social francés y es significativo que sus obras fueran publicadas por Éditions Ouvrières. Sin embargo, las modas eclesiales también pasan y alguien decidió dejar en una iglesia un ejemplar bien conservado de Triunfo, aunque con las páginas un tanto amarillentas. Durante unos días lo he incorporado a mi meditación y reflexiones.
Me ha gustado porque es un libro en que el amor a Dios y el amor al prójimo van de la mano. Por eso ocupa ahora un lugar “destacado” en mi biblioteca. Y es que el gran problema del cristianismo en todos los tiempos es la separación de ambos amores que, en realidad, son uno solo, tal y como nos recordó Jesús al contestar a aquel escriba que le preguntaba cuál era el mandamiento más importante (Mt 22, 34-40). Otra gran cualidad del libro es su defensa de la armonía entre lo humano y lo sobrenatural. Quien se considere cristiano y, sin embargo, separe ambas dimensiones solo dará lugar a un cristianismo ensimismado y estéril. Encontré además una frase subrayada por el antiguo propietario del volumen: “El hombre solo se forma a sí mismo obrando, y solo el amor práctico a sus hermanos puede enraizarle en la caridad de Cristo. Humana y sobrenaturalmente, el hombre solo puede “perfeccionarse” trabajando para que el mundo se perfeccione”. Ni que decir tiene que Quoist nos está diciendo que no podemos separar la fe de las obras, ni vivir de espaldas a la gente. A veces se da el caso de que estamos demasiado pendientes de nosotros mismos, incluso con pretextos piadosos, y olvidamos que la caridad de Cristo nos apremia (2 Cor 5, 14). Por lo demás, el autor nos recuerda que Dios es comunidad de personas y que, si el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, no puede concebir su vida como la de un individuo aislado. Al leer estas líneas, me he parado a pensar que existen dos clases de aislamiento: la de quien se aísla y vive como si Dios no existiera, y la de quien dice creer en Dios y se aísla del mundo para no contaminarse. Estas actitudes olvidan que el hombre tiene dos dimensiones, en opinión de Michel Quoist: la dimensión vertical, que va hacia Dios, porque “yo no soy quien vive, sino que Cristo es quién vive en mí” (Gal 2, 20); y la dimensión horizontal, que es la del hombre unido a todos los hombres de todos los tiempos y todos lugares. Es la dirección hacia los otros. Sin embargo, nunca hemos terminado de entenderlo y, tal y como señala el autor, “quien no ha alcanzado estas dos dimensiones es un hombre inacabado, truncado, mutilado”.
Se podría decir que Triunfo es un libro sobre el Amor con mayúsculas, en sus dos dimensiones. Nos pide que no nos apeguemos a nuestros proyectos “para triunfar en la vida”, aunque quizás esta expresión se emplea hoy menos que hace varias décadas. Y no puedo dejar de asociarlo con san Juan de la Cruz, aunque en la obra no se cite a este santo. Sin embargo, encajaría muy bien con lo de “pon amor dónde no hay amor y sacarás amor”, o con lo de “al atardecer de la vida te examinarán del amor”. Lo asocio porque en Triunfo se hace una pregunta válida para todos los tiempos: “Pregunta a tu amor si ama al Amor. Si lo ama sabrá que es capaz de amarte sin límites. Si no, te darás cuenta de que su amor es una mutilación del infinito”. El Amor es, por tanto, la medida de nuestro cristianismo. De ahí que Quoist escriba en el epílogo: “Los otros y el Mundo están esperando no simplemente amor sino amor divino. Tu caridad no debe ser una caridad natural sino sobrenatural”.
¿Una tarea imposible para nuestras fuerzas? Aquí conviene recordar aquello de que “sin Mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5), y la acertada definición que Michel Quoist de la caridad: “La caridad, con el don de la gracia, es el misterioso poder de amar como Dios ama, con el corazón de Cristo, a Dios, tu Padre, a los hombres, tus hermanos”. El triunfo del Amor, aunque desde un punto de vista meramente humano no siempre se vea así, “es el verdadero éxito completo, el éxito cristiano”. No habría que relegar esta obra de Quoist al olvido, aunque no esté reeditada, porque sabe unir, como pocos han hecho, la dimensión natural y sobrenatural del ser humano.