La historia de la Medalla Milagrosa: la devoción mariana que conmovió e inspiró a San Maximiliano María Kolbe

El origen del sacramental se remonta a 1830, cuando la Virgen se aparece a Santa Catalina Laboure bajo la advocación de la Inmaculada Concepción y con rayos saliendo de sus manos

La historia de la Medalla Milagrosa: la devoción mariana que conmovió e inspiró a San Maximiliano María Kolbe

Redacción Religión

Publicado el - Actualizado

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La devoción de la Medalla Milagrosa surge en el año 1830, cuando la Virgen se aparece a Santa Catalina Laboure en París. Presentándose como la Inmaculada Concepción, María estaba situada encima de una esfera y con rayos de luz brillantes saliendo de sus manos. Bajo los pies de la Madre, Santa Catalina veía una serpiente cuya cabeza era aplastada por María.

Según el testimonio de Santa Catalina, una voz le exhortó: "Hay que hacer una medalla semejante a esto que estás viendo. Todas las personas que la lleven, sentirán la protección de la Virgen".

San Maximiliano María Kolbe, un enamorado de la Virgen

San Maximiliano Kolbe, franciscano y mártir, conoció esta particular devoción mientras estudiaba en Roma, en el año 1917. Concretamente, conoció la historia de cómo se convirtió el entonces masón Alfonso de Ratisbona gracias a la intercesión de María a través de la medalla. Después de ver transformada toda su vida, Alfonso entró a la Compañía de Jesús, que posteriormente abandonó para viajar a Jerusalén, donde fundó un convento para una congregación dedicada a la evangelización entre el pueblo judío.

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Fruto de su amor a la Virgen, San Maximilano tuvo siempre especial cariño a la medalla milagrosa, y la describía como "una bala con la que un soldado fiel golpea al enemigo, es decir, al mal, y así rescata las almas". También recalcaba el carácter prodigioso de la medalla: "Aunque una persona sea del peor tipo, si tan solo acepta llevar la medalla, dársela... y luego rezar por él, y en el momento oportuno esforzarse por acercarlo a su Madre Inmaculada".

El santo polaco consagró toda su vida a la Virgen. Fue el fundador de la Milicia de la Inmaculada, congregación que -como su propio nombre indica- fue encomendada a las manos de María. También dejó en manos de Ella todos sus proyectos, como la misión que realizó al viajar a Japón.

Años después de una vida como misionero y evangelizador, Kolbe fue detenido por los nazis y llevado al campo de concentración de Auschwitz, donde se entregó en lugar de un prisionero, padre de familia, condenado de forma arbitraria a morir de hambre en una celda junto a otras nueve personas. Durante el mortal e inhumano cautiverio, alentaba a sus compañeros de condena y les animaba a rezar. Antes de morir, no dejaba de repetir las mismas palabras: "Ama a la Inmaculada".

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