Caminar y cambiar
Madrid - Publicado el - Actualizado
2 min lectura
El día 13 de octubre de este año 2019 ha sido canonizado el cardenal John Henry Newman. Hace años la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca tuvo el acierto de crear una cátedra bajo su nombre.
Su paso del anglicanismo al catolicismo fue un escándalo para unos y una sorpresa para otros. Pero al cabo de los años se ha podido comprobar que aquel paso de Newman, motivado especialmente por su estudio de la literatura patrística y por su amor a la verdad, ha propiciado el diálogo y la comprensión entre ambas confesiones.
Con motivo de la canonización de John Henry Newman, es oportuno recordar algunos de sus pensamientos más frecuentemente citados con relación a posturas humanas que se repiten una y otra vez en la vida de las personas y de los grupos sociales.
Nos asombra en este momento evocar su reflexión sobre la audacia, esa virtud que el papa Francisco suele mencionar con el nombre griego de la parresía. Según Newman, "el cálculo nunca hace al héroe". Caminar es arriesgarse.
El mundo nunca daría un paso adelante si todos nos sentáramos a considerar los peligros que supone ponerse en camino. Es preciso renegar de ese dogma de la poltronería que tozudamente se apoya en el lema: "Siempre se hizo así".
Ante la tentación de esa cómoda inactividad, que nos arrastra hasta el pecado de omisión, Newman habría afirmado que "si estamos destinados a grandes obras, estamos llamados a grandes peligros".
Junto a la pereza que hoy parece embargarnos, aparece también la tentación de la frivolidad, que nos lleva a la dispersión. En los últimos tiempos hemos aprendido a abrir muchas pantallas a la vez. Newman estaba convencido de que "las grandes cosas las realizan hombres que insisten en una sola idea".
Otra cara de la pereza es la que se esconde tras la máscara del perfeccionismo. Puesto que no nos sentimos con fuerzas para cambiar el mundo, nunca nos decidimos a cambiar nosotros mismos. Pero, según Newman, "el hombre no haría nada si esperara hasta que lo pudiera hacer tan bien, que nadie le encontrara defectos".
Frente al vicio de esa inmovilidad generada por el perfeccionismo, tantas veces narcisista, es preciso asumir con humidad la necesidad de dar un paso cada día y decidirse a cambiar esquemas y actitudes. El mismo Newman dejó escrito que "en un mundo superior puede ser de otra manera, pero aquí abajo, vivir es cambiar y ser perfecto es haber cambiado muchas veces".
Él pedía con sencillez la guía de esa luz que puede indicar el sendero a seguir con tanta decisión como humildad. Con razón se volvía a Dios con la oración del peregrino: "Señor, no te pido ver el horizonte lejano, un paso por día es suficiente para mí".
José-Román Flecha Andrés