Carta de Navidad de Buenafuente, 2015

Carta de Navidad de Buenafuente, 2015

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Carta de Navidad de Buenafuente, 2015

Querido amigo de Buenafuente:

Si lo piensas, los acontecimientos que nos suceden cada día y aquellos que se perciben en la propia conciencia, pueden hacer creer que la Navidad es un concepto contracultural.

Las caravanas de exiliados, de víctimas del terror, de la violencia, del miedo; los atentados suicidas, el odio premeditado, dejan muy poco espacio a la paz, a la convivencia serena y a la alegría. En estas circunstancias, se hace muy difícil entonar un villancico, encender el belén, adornar el árbol, comer con los amigos?

Y sin embargo, gracias al hecho más sorprendente de la historia -Dios se hace Niño y nace de mujer, de una Virgen Nazarena, en Belén-, el mundo recupera la esperanza, el universo se ilumina, y la humanidad descubre que no está destinada a la destrucción.

Es muy difícil, y hasta parece escandaloso intentarlo, substraerse de las imágenes dramáticas que nos presentan en un primer plano los medios de comunicación. Pero, al mismo tiempo que se dan las manifestaciones más terribles del ser humano, hay muchos que se dedican a curar, a acompañar, a servir a los que sufren, bien sea por un sentimiento solidario, bien sea por una opción creyente.

Por el nacimiento de Jesús en Belén, toda persona adquiere un valor sagrado y sacramental, pues lleva impresa la imagen del Hijo de Dios hecho hombre. El Hacedor de todo quiso imprimir en la criatura la imagen de su Hijo, identidad que se nos revela en el momento de ver nacer a Jesús en Belén.

Por el nacimiento de Jesús, ningún ser humano pierde su dignidad sagrada, "no hay griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo y libre, sino Cristo, que lo es todo, y en todos" (Col 3, 11).

Cantar la Navidad, intercambiar regalos, ofrecer gestos entrañables, testimoniar que existe la bondad, la belleza, la verdad, y que la luz de cada día es reflejo de la mirada de Dios al mundo, del Sol que nace de lo alto, es una llamada que tenemos todos los cristianos como mejor antídoto contra los depredadores de la paz y de la naturaleza.

Que la Navidad ilumine nuestro corazón y nos haga testigos de la paz del Niño de Belén, la que cantaron los ángeles, y que toda la Creación reconozca la verdad del nacimiento de Jesús por la bondad, el amor, la generosidad, los gestos de compasión y de misericordia que compartimos.

Este Año de la Misericordia, más que nunca hagamos visible la expresión de Zacarías: "Por la misericordia de nuestro Dios nos visita el Sol que nace de lo alto". Y también el cantico de María: "La misericordia de Dios llega a sus fieles de generación en generación". Hoy nos toca a nosotros entregar el testigo de la misericordia a nuestros contemporáneos.

¡Feliz Navidad!