Católicos y científicos: Manuel de Torres, por Alfonso V. Carrascosa, científico del MNCN-CSIC
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Católicos y científicos: Manuel de Torres, por Alfonso V. Carrascosa, científico del MNCN-CSIC
El Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid (MNCN) es una de las instituciones científicas españolas más longevas. En su fundación y puesta en marcha fue determinante el concurso de dos personas, Antonio de Ulloa y Pedro Franco Dávila, que compartieron la pasión por la ciencia y profundas convicciones católicas.
Forman parte del elenco de creyentes que sacó adelante la etapa de la Ilustración Española, parte de cuyas colecciones son hoy visitables en el MNCN. Destaca por su interés e importancia el archiconocido megaterio, ubicado en el pabellón de geología. Manuel de Torres (1750-7817), su estudioso y descubridor, fue cura y fraile dominico de la Iglesia Católica. Además de recibir religión en la escuela, compaginó de maravilla ciencia y fe. En el octavo centenario de los Dominicos sirva de homenaje por lo mucho que han hecho por la ciencia.
Sobre la importancia del megaterio y del cura católico y fraile que lo descubrió hay abundante información en internet. Manuel de Torres, creador del Colegio de Santo Tomás en Buenos Aires, es uno de los padres de la paleontología española y mundial. Se le considera también el padre de la paleontología americana, y cuenta con un museo a su nombre en Argentina. Siendo virrey del Río de la Plata Nicolás de Campo, fray Manuel de Torres le informó del hallazgo de unos huesos gigantes en Luján, a 70 km. de Buenos Aires. Es la primera persona que encuentra en 1787 un resto fósil de un Megatherium .
Luján pertenecía a la Corona Española, por eso primero se los envía a Buenos Aires y de ahí a España. EI día 2 de septiembre de 1788 el rey de España recibió siete grandes cajones en los cuales iban embalados los huesos de un enorme y casi completo megaterio, el que había sido descubierto y metódicamente excavado en las cercanías de Luján poco tiempo antes. El recibo de éstos, para ese entonces, extraños huesos, llegó al Real Gabinete de Historia Natural Madrid por orden de Carlos III, donde se armó el esqueleto para ser estudiado por sabios y curiosos, el primero de ellos su pintor y disecador Juan Bautista Bru, que realizó un magnifico juego de láminas de los huesos y la forma que debió tener el animal en origen. En 1793 fue examinado por el profesor Abilgaard, que viajó desde Copenhagen, y en 1796 fue descrito y publicado por José Garriga y Juan B. Brú en un folleto titulado "Descripción de un cuadrúpedo muy corpulento y raro que se conserva en el Real Gabinete de Historia Natural", ilustrado con varias láminas: fue este último el responsable de su montaje. Pero en 1795 visitó el Real Gabinete el representante del gobierno francés en Santo Domingo, Phillipe Rose Roume, que llevó los dibujos al Institut de France donde trabajaba el joven y famoso naturalista europeo, el Barón Georges Cuvier, considerado padre de la anatomia comparada y la paleontología mundial. Cuvier concluyó en 1796 en su primer estudio de las láminas que los huesos no pertenecían a ningún animal vivo, y lo clasificó en un grupo cercano al d los actuales perezosos, llamándolo Megatherium americanum. Posteriormente, en su célebre libro "Recherches sur les ossements fossiles des quadrupédes"(1812) escribió que "es de todos los animales fósiles de gran talla, el último descubierto y, hasta ahora, el más raro. Sin embargo es el primero cuya osteología ha sido completamente conocida, porque se tuvo la felicidad de encontrar casi todos los huesos reunidos, y que se hubiese puesto el mayor cuidado en montarlos en el esqueleto". El hallazgo del megaterio tuvo una influencia decisiva en la aparción de la teoría de la evolución en el siglo XIX, teoría perfectamente conciliada con la fe católica siempre y cuando no se haga de ella una lectura desde la fe materialista.