Católicos y científicos: Mártires Vicencianos, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC
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Católicos y científicos: Mártires Vicencianos, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC
Es cuando menos sorprendente el planteamiento que desde el laicismo se hace de la historia de la ciencia española reciente. Se repite ad nauseam que la Iglesia Católica fue enemiga del desarrollo científico y que las ideologías que se integraron en el Frente Popular defendieron la ciencia.
Hoy el Cardenal Osoro beatifica en Madrid a mártires de la Familia Vicenciana, algunos de los cuales desarrollaron actividad científica incipiente ? tesis doctoral- otros investigaron y otros muchos impartieron clase. Todos fueron asesinados vilmente. No se tuvo en cuenta ni su formación científica ni su actividad docente o investigadora, y entonces las personas que las desarrollaban eran muy escasas en España. Veamos algunos casos.
JOSE MARÍA FERNÁNDEZ SÁNCHEZ nació en Oviedo el 15/01/1875. Fue seminarista en la diócesis de Oviedo. A los veinte años, en cuarto de teología, solicitó el ingreso en la Congregación de la Misión. Completó sus estudios en el colegio Leoniano de Roma adquiriendo el grado de doctor en sagrada teología, trabajo el de doctorado que se considera el primer estudio científico de realizado por el doctorando en cualquier materia, teología en este caso. Fue profesor en Hortaleza, Madrid y Guadalajara. En 1921 lo destinaron a fundar la misión de Cuttack (India), diócesis de Vizagapatán, provincia de Orissa, confiada a la Congregación por Propaganda FIDE. En 1925, al ser erigida esta misión en viceprovincia, ya con tres comunidades, fue nombrado Vicevisitador. De regreso a la patria, en 1927 ocupó la cátedra de teología pastoral en el seminario de Oviedo hasta que, en 1930, fue nombrado subdirector de la Provincia Española de las Hijas de la Caridad, cargo que desempeñará hasta su muerte. Se pueden contar por miles las Hijas de la Caridad que se han beneficiado de su magisterio a lo largo de varias generaciones con la publicación de sus conferencias profundas y didácticas sobre el espíritu de la vocación. Entre las Hermanas tenía fama de santidad en vida. Al P. Fernández junto a otros dos sacerdotes y cinco hermanos coadjutores de la Congregación de la Misión los martirizaron en el cementerio de Vallecas el 23 de octubre de 1936.
HILARIO BARRIOCANAL QUINTANA nació en Quintanavides (Burgos) el 14/01/1869. Excepto tres años que estuvo en Hortaleza, su residencia fue la casa provincial de Madrid. Hasta 1916 fue profesor de filosofía, teología, hermenéutica, historia eclesiástica y derecho. Este fue el caso de muchos de los casi 7000 religiosos asesinados por el Frente Popular durante la Guerra Civil. Por eso se entiende muy mal que las ideologías herederas digan que entonces defendían la ciencia y la enseñanza. Dejó las clases al ser nombrado administrador de la revista María Milagrosa, publicación creada para encauzar la devoción a la Virgen Milagrosa en España y en el extranjero. Al mismo tiempo desempeñó los cargos de maestro de ceremonias, prefecto de la basílica de la Milagrosa, y capellán de dos colegios de Hijas de la Caridad. En 1921 fue nombrado secretario del P. Visitador, cargo que desempeñó hasta la muerte. Lo fusilaron en la Casa de Campo el 12 de agosto de 1936 es uno de los días que más matanzas de religiosos hubo en Madrid.
BENITO PARADELA NOVOA nació en Amoeiro (Orense) el 22/10/1887. Hizo la carrera brillantemente en Hortaleza y Madrid. Su primer destino fue Limpias. Nombrado archivero de la Congregación en junio de 1922, se trasladó a la casa central de Madrid. Dirigió la revista Anales de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad. Destacó como investigador incansable, notable historiador y cronista de la Congregación, con la finalidad no solo de evangelizar por medio de la pluma, sino también de proporcionar materiales sencillos que pudieran utilizar sus hermanos de Congregación dedicados especialmente a la predicación. Se conserva una relación mecanografiada por él mismo, en la que va dejando referencia de sus principales publicaciones. En la vida del P. Paradela brilla la integridad de su alma, el amor a la Congregación y la devoción mariana que vivió desde niño en el santuario de los Milagros. Para evitar que se perdiera el archivo de la Congregación y la buena biblioteca de la comunidad, imprescindible para la preparación de los misioneros, antes de agudizarse la persecución religiosa, el P. Benito Paradela fue llevando personalmente los mejores libros y documentos al n.º 4 de la calle de S. Felipe Neri. También se trasladaron allí los ficheros y documentos importantes de la provincia. Él mismo se refugió en ese lugar con otros hermanos de la Congregación y allí permaneció arriesgando su vida. Hacían una vida completamente de recogimiento y estudio. Durante algún tiempo pudo atender su capellanía del colegio de Santa Isabel en la calle Hortaleza. El P. Paradela forma parte del grupo de mártires de Vallecas que entregaron su vida el 23 de octubre de 1936, viernes anterior al domingo de Cristo Rey.
JUAN PUIG SERRÁ nació S Martin Centelles (B) 21/07/1879. Su caso es el de un profesor, transmisor del conocimiento, cuya vida, como la de tantos, no fue respetada por los en teoría custodios del saber y de la ciencia. Cursó las humanidades en el seminario diocesano de Vich y allí descubrió su vocación a la Congregación de la Misión. Sus clases de griego, castellano, catalán, geografía e historia natural podían servir de modelo. Aunque de temperamento muy distinto al del P. Querlat, ambos se complementaban muy bien y formaron lo que en el método vicenciano llaman bina, equipo misional integrado por dos sacerdotes que tienen las funciones distribuidas. Al P. Puig lo mataron violenta y cruelmente el 13 de octubre de 1936, dentro de la cárcel, junto con otros 8 sacerdotes y 4 seglares destacados por su relación con la iglesia local. En los días anteriores a la masacre fueron trasladando a todos los demás presos a la cárcel de la ciudad, quedando ellos solos en el castillo con una segura sentencia de muerte. Los encerraron juntos en una celda oscura del sótano y, hacia el atardecer del día 13, fueron allí un grupo de milicianos marxistas, abrieron las puertas de la celda y comenzaron a disparar tiros contra ellos bárbaramente, divirtiéndose con el espectáculo, hasta que no quedó ninguno vivo.