La clave común de los viajes del Papa a Estrasburgo y a Turquía ? editorial Ecclesia

La clave común de los viajes del Papa a Estrasburgo y a Turquía – editorial Ecclesia

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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La clave común de los viajes del Papa a Estrasburgo y a Turquía ? editorial Ecclesia

¿Adónde ha viajado el Papa Francisco en los últimos días? ¿Cuáles han sido las claves y los denominadores comunes de sus visitas, no lejanas geográficamente, pero sí distantes en contenidos, expectativas y contextos? ¿Qué aúna, en suma, su fugaz e intensísimo paso por Estrasburgo, corazón de la Unión Europea (UE), y su peregrinación por la unidad, el diálogo y la paz a Turquía? El hilo conductor de ambos viajes es la reiterada proclamación de la dignidad del ser humano y su necesario vínculo de unión con su Dios y Creador. De este modo, podríamos decir, respondiendo singularmente a primera pregunta recién formulada, que Francisco ha viajado a Estrasburgo y a Turquía para servir a la causa de la dignidad sagrada, inviolable -¡tantas veces, por otro lado, violada y violada impunemente!- y transcendente del hombre y a potenciar, pues, su nexo, fecundo y fecundador, con Dios.

Como una gráfica y sugerente imagen, en su discurso en el Parlamento de la UE, Francisco aludió al hermoso y conocido fresco de la Escuela de Atenas del pintor del Renacimiento italiano Rafael Sanzio. "En el centro están Platón y Aristóteles. El primero ?explicó- con el dedo apunta hacia lo alto, hacia el mundo de las ideas, podríamos decir hacia el cielo; el segundo tiende la mano hacia delante, hacia el observador, hacia la tierra, la realidad concreta. Me parece una imagen ?concluyó- que describe bien a Europa en su historia, hecha de un permanente encuentro entre el cielo y la tierra, donde el cielo indica la apertura a lo trascendente, a Dios, que ha caracterizado desde siempre al hombre europeo, y la tierra representa su capacidad práctica y concreta de afrontar las situaciones y los problemas".

Desde estos planteamientos y desde un certero diagnóstico de la realidad de una Europa cansada, escéptica, individualista, enferma de soledad, ávida de enriquecimiento insostenible, tantas veces insolidaria, egoísta e injusta, el Papa realizó un vibrante llamamiento a la esperanza, a la recuperación de las raíces y de de los auténticos valores y al redescubrimiento de la identidad y alma buena del viejo continente. La clave ?vino a decir el Papa venido del Sur- está en promover la dignidad de la persona, en reconocer en la práctica sus derechos inalienables, en preocuparse activa y eficazmente por la fragilidad de los pueblos y de las personas y en potenciar su indisociable dimensión transcendente, que brota de Dios y que conduce a Dios. Una Europa sin Dios es y será una Europa peor. Peor, ante todo y sobre todo, para el hombre.

Tres días después y en un contexto sustancialmente distinto al de las naciones de la UE, Francisco en Turquía ?país supuestamente laico y con más del 99% de la población musulmana- volvió a reivindicar, con otros acentos y otras prioridades, esta doble y misma realidad: la dignidad trascendente de la persona y su relación -sin patologías, fundamentalismos o fanatismos varios- con Dios. Y lo dijo claramente ante el presidente de la República, el polémico Erdogan, y, en la Diyanet, ante el presidente del Consejo de Asuntos Religiosos del país

"Es fundamental ?afirmó ante las autoridades civiles turcas- que los ciudadanos musulmanes, judíos y cristianos, gocen -tanto en las disposiciones de la ley como en su aplicación efectiva- de los mismos derechos y respeten las mismas obligaciones? La libertad religiosa y la libertad de expresión, efectivamente garantizadas para todos, impulsarán el florecimiento de la amistad, convirtiéndose en un signo elocuente de paz".

Y ante las autoridades religiosas, clamó: "La violencia que busca una justificación religiosa merece la más enérgica condena, porque el Todopoderoso es Dios de la vida y de la paz. El mundo espera de todos aquellos que dicen adorarlo, que sean hombres y mujeres de paz, capaces de vivir como hermanos", más allá de sus diversidades.

La paz, la justicia y el desarrollo de los pueblos y de sus gentes no son, pues, tan difíciles, quiméricos e imposibles. Paz, justicia y desarrollo son el plan querido por Dios para la humanidad. De lo que se trata es de conocer, reconocer y promocionar la verdadera identidad de las personas, de todas las personas. La guía de los derechos humanos para todos ha de ser incuestionable. Pues ellos, los derechos humanos, muestran, sí, la voluntad de Dios. Un Dios sin el cual, o falseado, la vida de los hombres deviene, tarde o temprano, en una pesadilla.