Conferencia pronunciada por monseñor José L. Redrado hace diez años sobre la salud en África
Madrid - Publicado el - Actualizado
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LAS ENFERMERAS CATÓLICAS FRENTE A LOS DESAFÍOS DE LA SALUD EN ÁFRICA
Congreso del CICIAMS en África. Nigeria, 21-26 de septiembre de 2004, José L. Redrado, O.H.
NOTA: Se trata de una Conferencia pronunciada hace diez años. Es verdad que han cambiado muchas cosas en salud, pero tengamos en cuenta que estos cambios en África son más lentos. Creo que siguen siendo válidas las afirmaciones y mensajes del texto.
Mi exposición consta de dos partes: en la primera, trato de trazar un cuadro general de la salud en África; en la segunda, pongo de relieve algunos desafíos que plantea la salud a las enfermeras católicas. En esta segunda parte se recogen algunos puntos fuertes que las enfermeras, sobre todo las católicas, han de poseer en su bagaje formativo y en el ejercicio de su misión.
PRIMERA PARTE: LA SALUD EN ÁFRICA
Hablar de salud en un continente como África que, además incluir decenas de Estados soberanos, ofrece un mosaico de pueblos, de culturas y tradiciones religiosas diferentes, resulta más bien audaz. El riesgo estriba en tratar de generalizar de manera fácil situaciones completamente diversas, según la historia de cada Nación o de unas regiones concretas.
La historia africana de estos últimos años ha demostrado, no obstante, que se da todavía un proceso ideológico irreversible. Muchos africanos han ido adquiriendo progresivamente conciencia de la urgencia de un razonamiento africano común, imperativo éste que, a largo plazo, podría resultar decisivo a la hora de conciliar las legítimas particularidades de cada uno con los intereses del entero continente.
En el campo social, político y económico, es evidente que está latente la urgencia de una unión de las fuerzas vivas, de una colaboración en los diversos campos de la vida social y económica, así como una solidaridad entre los Estados africanos, premisa y preludio de distintos reagrupamientos y agregaciones regionales y la creación de los Estados Unidos de África.
El mismo discurso vale para Iglesia africana, que celebró su primer Sínodo continental hace ya diez años, exactamente en 1994. Se trató de un momento importante en la historia de la Iglesia africana, llamada a redefinir su propia identidad y misión, en la fidelidad a Cristo y en su empeño por responder a los desafíos a los que se enfrenta en el camino de la evangelización.
Entre estos desafíos figura la situación en que se encuentra el mundo del sufrimiento y de la salud en el continente. Ésta suscita una gran preocupación y plantea una pregunta a todos, especialmente a cuantos tienen deberes y responsabilidades en lo que atañe al bien común y al destino de los pueblos. Para las comunidades cristianas no es momento para echarse atrás, saltándose así una de sus responsabilidades. Ahora bien, hay que abordar la cuestión en términos no solo de economía, de técnica o de profesionalidad, sino también de asistencia al enfermo y de una pastoral orgánica que comprometa a toda la comunidad cristiana y, de modo especial, a los agentes sanitarios laicos y a los grupos de voluntariado.
Génesis de las instituciones sanitarias de la Iglesia en África
"A su vez, los misioneros, al realizar la tarea de evangelización, constantemente asociaron la predicación de la Buena Nueva con la asistencia y el cuidado de los enfermos"[1] .
Este binomio predicación evangélica-asistencia al enfermo se ha revelado, una vez más, fecundo en la historia de la evangelización del continente africano. De modo que, en el activo del balance misionero en el continente, no solo constan comunidades cristianas vivas y florecientes, sino además una extensa red de estructuras sanitarias de la Iglesia, que constituyen todavía hoy, a veces incluso más que en el pasado, un importante punto de referencia para la salud de las poblaciones africanas.
Por motivos evidentemente históricos, la evangelización de África acompañó, y a veces coincidió, con la penetración colonial en el continente. De ahí la colaboración entre los Estados coloniales y muchas Congregaciones religiosas misioneras. El mundo de la sanidad y de la salud ha sido uno de los sectores en los que dicha colaboración se ha revelado necesaria y útil. De hecho, al no poder ofrecer ni garantizar asistencia sanitaria a todos, las autoridades coloniales habían constatado que necesitaban contar con la Iglesia en este sector y habían solicitado su ayuda. Por lo tanto, fue por motivos prevalentemente de suplencia por lo que la Iglesia creó una red de instituciones socio-sanitarias que comprenden hospitales, ambulatorios, leproserías y sanatorios de diversa naturaleza.
La suplencia, no obstante, no basta para explicar la intensa dedicación de la Iglesia al mundo del sufrimiento y de la salud. El precepto evangélico de la caridad que, con la enseñanza y el ejemplo de Cristo adquiere especial pertenencia evangélica, espiritual y pastoral cuando se trata del hermano que sufre[2], es el fundamento teológico de la presencia y de la acción de la Iglesia en el mundo del sufrimiento y de la salud.
Algunos aspectos de la situación sanitaria en África
Muchos de los llamados Países en vías de desarrollo se encuentran en África. Por razones internas y externas, estos Países adolecen de males estructurales y coyunturales que suponen un auténtico freno al desarrollo social y económico de las poblaciones que habitan en el continente.
Todo ello repercute en el mundo del sufrimiento y de la salud, profundamente marcado por una carencia crónica de estructuras adecuadas y por un progresivo deterioro del nivel general de salud en África.
He aquí algunos datos indicativos del nivel de salud en África
N.B. Datos del Informe sobre desarrollo humano 2003, UNDP.
Con todo, más que los citados indicadores, que dan una idea de la gravedad de la situación sanitaria en el continente, es preocupante la realidad de las enfermedades, sobre todo las tropicales, que cada año siegan miles de vidas, entre hombres, mujeres y niños. Por hallarse en regiones cálidas y húmedas, en las zonas ecuatoriales y tropicales, las poblaciones africanas han de hacer frente ?sin contar con los medios financieros ni estructurales adecuados- a numerosos y peligrosos parásitos que, en muchas regiones del continente encuentran un lugar idóneo para desarrollarse y propagarse. Entre las principales enfermedades tropicales del continente merecen particular mención: la malaria, la bilharziasis, la filariosis, la tripanosomiasis, la leishmaniasis y la lepra. Tales patologías constituyen el mayor obstáculo para el logro de un buen nivel de salud en el continente africano.
Las enfermedades tropicales, con todo, no agotan el cuadro de las patologías en el continente. Existen patologías que llevan "la fama de ser modernas, o bien, importadas del Norte"[3]. Se trata de la tuberculosis, de la poliomielitis, del tétanos, de la tosferina, de la difteria, del sarampión, de la meningitis, sin olvidar todas las demás, como las cardiopatías, que en África se propagan a un ritmo inquietante[4].
El SIDA, que se propaga por todas partes, no respetó al África, añadiendo un ulterior capítulo a sus problemas socio-sanitarios. Pero aun conservando todo su valor, las estadísticas al respecto podrían presentar el problema únicamente a nivel psicológico y social, sin dar a la gente la ocasión de llegar hasta el fondo del problema, de plantearse valientemente la única pregunta que cuenta: ¿de dónde nace el fenómeno del SIDA, y cómo prevenir, de una manera humana y segura, su contagio? La respuesta a este interrogante la encontramos en el discurso del Papa a los participantes en la Conferencia Mundial organizada en 1989 en el Vaticano sobre el SIDA. En aquella ocasión, Juan Pablo II tuvo la valentía de ir más allá de la política de corto alcance de los Estados y organismos internacionales, al invitar al mundo a vencer ese "sida" mortal al que con justicia llamaba inmunodeficiencia en el plano moral, enfermedad grave de nuestro tiempo y causa principal de la propagación del SIDA[5].
A esta causa mortal, válida para todos, se añade, especialmente en África, el agravamiento de las condiciones de subdesarrollo, que es la verdadera causa del creciente número de seropositivos y de enfermos de SIDA en el continente.
TABLA 2
N.B. Datos del Informe de la ONU sobre el SIDA
Para responder a las necesidades sanitarias del continente, la Iglesia dispone de una importante red de instituciones socio-sanitarias, de las que deseamos mostrar ahora algunos datos estadísticos.
Estructuras socio-sanitarias de la Iglesia en África
TABLA 3
ÁFRICA: Instituciones de asistencia y de beneficencia a 31 de diciembre de 2002
Con el paso de los años, la Iglesia trató de corregir el sistema sanitario basado en la medicina curativa, potenciando su propia red con la creación de numerosos nuevos centros sanitarios accesibles a muchas personas. El resultado fue el gran número de ambulatorios de que dispone para promocionar la salud a gran escala. Todo ello permite a sus agentes sanitarios estar en contacto con todas las personas y, de un modo especial, con los pobres y los más humildes que habitan en las regiones interiores del País, difícilmente accesibles. Los ambulatorios son esenciales para poder llegar a un mayor número de personas. Al mismo tiempo, sin embargo, requieren muchos medios materiales, tanto de logística como de personal, de todo lo cual por desgracia la Iglesia no dispone. De aquí la urgencia de la cooperación entre las Iglesias, para potenciar la red de instituciones sanitarias en África, que hoy tienen que afrontar muchos problemas, sobre todo de orden financiero y logístico.
Esforzarse en colaborar para mejorar el nivel sanitario de las poblaciones africanas significa contribuir al desarrollo de todo el continente. El desarrollo socio-económico depende en gran medida de las condiciones de salud de las poblaciones, las cuales, si viven en condiciones precarias, mal pueden dar lo mejor de sí. De este modo, la salud se convierte en el nuevo nombre del desarrollo.
La ayuda a África
La ayuda a las poblaciones africanas tendrá lugar a través de la colaboración y la solidaridad de todos los hombres de buena voluntad.
Colaboración y solidaridad
En su intervención durante los trabajos de la Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para la Salud que tuvo lugar en febrero de 1990 en el Vaticano[6], el Cardenal Zoungrana, Arzobispo de Ouagadougou, expresaba en los siguientes términos las condiciones para una colaboración concreta y eficaz entre Norte y Sur en el campo sanitario:
Considerar a los Países en su especificidad, según su aspecto positivo y su situación concreta.
Tener en cuenta el hecho de que, si la enfermedad compromete directamente la responsabilidad de los agentes sanitarios, la acción sanitaria debe comprometer a los agentes sociales, profesores, urbanistas, publicistas, economistas, políticos, a los propios enfermos?
Considerar que la colaboración no es un sentimiento, sino un método, que se sustenta sobre una convicción razonada. La colaboración no elimina las diferencias, sino que trata de transformarlas en dinamismo creativo, asumiendo los aspectos positivos de las diferentes posiciones, para integrarlos.
Tener en cuenta el hecho de que nadie es maestro de sanidad: todos la buscan. Para llegar a ser posible, la sanidad necesita desarrollarse globalmente, pero a su vez es condición necesaria para cualquier desarrollo ulterior.
Dicha búsqueda presupone: ayudas para aquellas situaciones de extrema pobreza y para casos imprevistos; educación sanitaria y participación en los programas de lucha por la salud emprendidos por varios Países; vigilancia de los embarazos y de los nacimientos; investigación científica de las causas de las enfermedades; control de los medicamentos y del coste de los tratamientos[7].
En concreto, en el ámbito eclesial se pueden localizar algunos sectores interesantes para la colaboración. Acertadamente Renato Di Menna alude a algunos de ellos en su artículo Las "estructuras de pecado" del mundo de la salud en los países en vías de desarrollo. Entre estos cabe mencionar:
establecer el hermanamiento entre municipios, diócesis, parroquias, colegios?
dedicación al campo de la animación y formación de jóvenes y adultos en la solidaridad nacional e internacional[8].
La solidaridad, no obstante, no puede reducirse a una simple colaboración. Es una virtud cristiana que, a la luz de la fe, tiende a superarse a sí misma, a adquirir las dimensiones cristianas de la gratuidad total, del perdón y la reconciliación. Entonces "el prójimo no es solamente un ser humano con sus derechos y su igualdad fundamental ante todos, sino que se convierte en la viva imagen de Dios Padre"[9].
Desafíos y perspectivas para la Iglesia
Los desafíos y las perspectivas que interpelan de un modo especial a la Iglesia en el continente africano van en cuatro direcciones:
Necesidad de coordinación en el sector socio-sanitario
Urge coordinar los diferentes programas socio-sanitarios, de modo que cada una de las iniciativas se integre en proyectos y actuaciones corales, inteligentes, programadas y generosas, tanto a nivel de las Conferencias Episcopales como de la Iglesia continental. La coordinación permitirá a África economizar sus limitados recursos propios y buscar, con la colaboración de todos, soluciones y respuestas adecuadas a las principales causas del deterioro de su infraestructura sanitaria.
El mundo del sufrimiento y de la salud está llamado a transformarse en banco de pruebas privilegiado de la comunión afectiva y efectiva entre las Iglesias, de lo que tantas veces habla el Concilio Vaticano II[10]. La coordinación del sector socio-sanitario se justifica, en fin, en razón de los graves e inquietantes interrogantes que la ciencia y la medicina plantean a la humanidad, y que requieren de las comunidades cristianas unidad de dirección, de puntos de vista y de testimonio respecto de los valores morales y cristianos que están en juego[11].
La culturización del Evangelio, un valor y un bien para todos
Desde hace un decenio, en el continente africano se habla mucho de la necesidad de culturizar el cristianismo, de manera que Cristo no sea percibido ni vivido por los africanos como un extranjero, antes al contrario como Hijo de Dios encarnado en la cultura africana. Dicha cultura, aun no siendo cristiana, encierra lo que los Padres de la Iglesia llaman las semillas del Verbo, don del Creador al hombre, que providencialmente preparan la aceptación del Evangelio de Cristo por parte de los pueblos.
Algunos aspectos característicos de la cura africana tienen un valor inestimable, no solo para la cultura occidental, sino también para la Iglesia.
Medicina integral. Con este concepto se entiende que la cura se refiere a toda la persona enferma; cuerpo, alma y espíritu. Por tanto no basta con curar el mal físico descuidando la psique o el espíritu del enfermo.
Medicina comunitaria. Además de atañer al individuo, la enfermedad afecta a la comunidad entera, de la que él forma parte. Por consiguiente la cura debe tender a restablecer el equilibrio psico-físico deteriorado por las enfermedades no solamente respecto de la persona enferma, sino de todo su grupo (familia, aldea, clan). Comentando este aspecto de la medicina africana, el jesuita Hegba escribe: "?de ahí esos discursos y sacrificios para la reconciliación entre los vivos, o entre éstos y los muertos, sacrificios que con frecuencia incluyen una comida de comunión fraterna"[12].
Medicina litúrgica. La medicina africana, al igual que toda la cultura africana, tiene en sí esta nota de carácter sagrado. Hebga describe así esta dimensión: "es una verdadera celebración con el concurso de un público, o por lo menos de algunos actores, visibles o invisibles. El drama se desarrolla entre el oficiante y las fuerzas del bien, de una parte, y la enfermedad y las fuerzas del mal, de la otra. Este carácter litúrgico de la cura africana explica el recurso, en ocasiones, al canto, a la danza, al diálogo entre el oficiante y el público, cuando no son seres invisibles"
El compromiso por una cultura de la vida
La vida, aun siendo el fundamento de la cultura africana, podría correr un grave riesgo en un futuro próximo. Lo demuestran ciertas políticas de planificación familiar promovidas por algunos Estados y organismos, y que empiezan a plantear graves problemas y desórdenes en el ámbito moral y cultural. Se trata de un problema serio que la Iglesia africana tiene que afrontar, no solamente con una enseñanza clara y unívoca, fiel al Magisterio pontificio, sino además con la creación de centros de formación y educación, en orden a hacer efectivo su punto de vista en materia de planificación familiar. Defender al hombre creado a imagen y semejanza de Dios, significa hoy defender su vida y su dignidad frente a las manipulaciones, las violencias y humillaciones de todo tipo. Y esto se refiere a la entera trayectoria de la existencia humana, desde la concepción hasta su ocaso natural. África, en su cultura, dispone de muchos recursos para no dejarse conquistar por una cultura que no siembra vida, sino muerte.
El problema de los ancianos se plantea en la misma línea. Por más que la situación siga siendo aún satisfactoria, con todo es preciso preocuparse por el futuro, que podría conducir a África a problemas similares a los ya existentes en Europa, alterando su tradición. A este propósito el profesor Bujo escribe acertadamente:
"Envejecer en África no es en absoluto un hecho negativo? Ser viejo, o envejecer, en este sentido quiere decir volverse más sabio. Una buena relación con los ancianos es, por tanto, muy importante, y en definitiva no por su sabiduría? Por eso no es lícito repudiar a los progenitores ancianos, aun cuando estén cargados de años, es más, justamente por esto. Ello significaría infringir el bien máximo, esto es la vida, la cual, en última instancia, se fundamenta en Dios mismo? El arco, no obstante, aún no se ha tensado del todo, si bien hay que tomar medidas preventivas antes de que sea demasiado tarde"[13].
Eficiencia de las estructuras y evangelización del mundo del sufrimiento y de la salud
La eficiencia médico-profesional de las estructuras sanitarias de la Iglesia es una exigencia totalmente justificable. Con todo, la eficiencia profesional y la validez de las estructuras sanitarias no bastan. Hay que pensar en evangelizar a los hombres que componen este mundo, ayudándoles a poner en práctica, en las circunstancias actuales, el precepto de la caridad, que tiene en el buen samaritano del Evangelio su mejor expresión. La pastoral del sufrimiento es esencial en la Iglesia. Dicho ministerio es, para la comunidad cristiana, fuente perenne de gracia y de renovación espiritual. Está basada en el evangelio del sufrimiento, teológicamente traducido por Juan Pablo II en la Salvifici doloris por este binomio: hacer el bien al que sufre y hacer el bien con el sufrimiento propio[14]. En numerosos pasajes, la encíclica misionera de Juan Pablo II se refiere a la pastoral sanitaria, uno de los campos privilegiados del apostolado eclesial[15].
El Sínodo para África constituyó un "kairós", un momento de gracia para reflexionar y lanzar una propuesta orgánica en esta dirección. Es tiempo de implicar a la entera comunidad cristiana en este ministerio del enfermo. A fin de cuentas, se trata de dar lo máximo para garantizar a las estructuras sanitarias de la Iglesia una verdadera eficiencia médico-profesional, sin por ello descuidar los cimientos de todo el edificio, este es, la evangelización del mundo del sufrimiento y de la salud.
La salud en la Exhortación post-sinodal "Ecclesia in Africa"
En la Exhortación Apostólica post-sinodal "Ecclesia in Africa", de 14 de diciembre de 1995, no aparece una referencia sistemática en relación al mundo de la salud. Sin embargo, el tema de la salud, de los agentes sanitarios y el de los enfermos son aludidos en varios números de la Exhortación, como por ejemplo:
necesidad de buenos samaritanos (n. 41);
respeto por la vida y atención de la familia africana a los ancianos (n. 43;
primado de la caridad: opción por los pobres (n. 44);
labor en el campo de la asistencia-buenos samaritanos (n. 45);
difusión del SIDA (n. 51);
ministerio de Jesús vinculado a los enfermos (n. 68);
rol profético de la Iglesia: ser voz de los sin voz (n. 70);
ayudar a los jóvenes a superar? la droga (n. 93);
solicitud hacia los sacerdotes ancianos, enfermos (n. 97);
unión y testimonio de los movimientos apostólicos y asociaciones de carácter religioso (en esta cita pueden incluirse las asociaciones de médicos, de enfermeros, ?) (n. 101);
apostolado de la Iglesia en el campo sanitario (n. 107);
atención a la desnutrición, a la carencia de servicios sanitarios, al azote del SIDA (n. 114);
todo el n. 116 está dedicado al "azote del SIDA", una lucha que debe implicar a todos.
Llamamiento a los agentes sanitarios para que lleven a estos enfermos consuelo material, moral y espiritual.
Llamamiento a los hombres de ciencia y a los políticos para que empleen todos los medios a su alcance en acabar con este mal.
El papel de las organizaciones profesionales sanitarias católicas.[16]
El Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, el Cardenal Javier Lozano Barragán, en su libro "Teologia e medicina" dedica un capítulo a los enfermeros y, subrayando la identidad y el papel de los enfermeros en el proceso de globalización, afirma:
"Los enfermeros católicos han de estar en primera fila en la lucha contra la despersonalización de su profesión, contra la tendencia a hacer prevalecer los aspectos técnicos de la enfermedad, de donde se derivan la falta de atención y la deshumanización, que llegan incluso a repercutir en el derecho a la vida de los pacientes o de los nascituri".
Y refiriéndose en particular al papel del CICIAMS (Comité Internacional Católico de Enfermeros y Asistentes Médico-Sociales), el Card. Lozano Barragán ofrece a los miembros del CICIAMS numerosos criterios, tales como: la formación, la visión cristiana de su profesión y del sufrimiento, el derecho a la objeción de conciencia, para que no olviden que su profesión es un ministerio eclesial y hacer de manera que el CICIAMS multiplique sus miembros y "brille así con mayor luminosidad la cultura de la vida en el campo de la Enfermería por todo el mundo".
SEGUNDA PARTE: LOS DESAFÍOS QUE PLANTEA LA SALUD EN EL CONTINENTE
Tras la reflexión de la primera parte, desearía exponer, a modo de conclusión, los desafíos, los puntos fuertes en que deben apoyarse las enfermeras católicas en su papel y misión de salud en África:
Algunas indicaciones del texto precedente
Es urgente un sentido de colaboración y de solidaridad, una especie de dinamismo creativo e integrador. Unir fuerzas.
Coordinar programas y recursos, proyectos y actuaciones.
Prestar atención a ciertos aspectos de la cura africana: medicina integral, comunitaria, litúrgica.
La vida está siendo amenazada también en África. Crear una conciencia de compromiso por la vida: amarla, defenderla, cuidarla. Las enfermeras son "ministros de la vida". Todo ello obliga a una mayor formación.
No olvidar que el mundo del sufrimiento constituye un terreno privilegiado para la evangelización.
Las enfermeras católicas en África encontrarán en la Exhortación post-sinodal "Ecclesia in Africa" numerosas alusiones, ya indicadas anteriormente en el n. 5, que animan al respeto por la vida, al testimonio personal y asociativo en el apostolado con los enfermos y ancianos, en la lucha contra el "azote del SIDA". La Exhortación Apostólica hace un llamamiento constante a los agentes sanitarios para que lleven a los enfermos el consuelo material, moral y espiritual.
Desafíos entresacados de una breve encuesta
Para reafirmar las ideas expuesta en la primera parte de mi reflexión, he querido preguntar a algunos profesionales y profesores del sector de la Enfermería, precisamente sobre los desafíos que la salud plantea a las enfermeras católicas.
He aquí algunas de las respuestas que me han llegado, y que son una llamada a encarnar la misión de ellas no pocas veces en condiciones heroicas.
Las siguientes indicaciones constituyen a modo de puntos fuertes, elementos para la reflexión.
La enfermera debe:
Enfrentarse a las dificultades ambientales tratando de programar actuaciones que no sean una mera reproducción de esquemas rígidos importados de otras culturas.
Orientarse hacia las necesidades concretas de la población local aferrándose a una fe cristiana reconocida y aceptada como recurso vital.
Poseer coherencia moral, dentro de un respeto por aquellos principios válidos que se comparten para establecer una ética universal, junto con el respeto a los derechos humanos.
Tener en cuenta, en la propia formación, la posibilidad de crisis provocadas por el impacto con las enfermedades graves que ponen a prueba a la población de África.
Enseñar-educar a prevenir las enfermedades, de manera que la salud sea considerada objeto concreto de responsabilidad personal y colectiva.
Las enfermeras han de procurar una continua puesta al día, para ser capaces de organizar servicios adecuados a cada una de las situaciones locales.
Sobre todo en las instituciones sanitarias católicas hay que oponerse a la tentación de asumir lógicas de poder y de privilegio para estar por encima de los demás: la enfermera es un ministro de la vida.
El enfermero en África está llamado a restablecer un equilibrio entre los cuidados tradicionales, muchas veces inadecuados pero, a pesar de ello, buscados por la gente, las técnicas asistenciales modernas, y las nociones de higiene compartidas por los usos tradicionales.
Educar a las personas en ser responsables de su propia salud (cfr. SIDA) y solidarias con quienes viven la difícil experiencia de la enfermedad.
Sobre todo en ausencia de servicios organizados, el enfermero se introduce en el tejido social local para interpretar las necesidades de salud y encontrar respuestas compartidas y sostenibles.
Debe poner el concepto de salud en relación con la autodefensa y tutela de la dignidad personal del hombre africano y del ambiente, tan rico y a la vez tan maltratado.
Evangelizar la sanidad, en el contexto africano, puede significar reconstruir una jerarquía de valores que ponga en el centro de todo y como base fundamental el respeto de la vida humana desde el nacimiento hasta la muerte.
Prevenir con una educación continuada sobre todo en relación a las mujeres jóvenes, con una asistencia acogedora, el posible recurso al aborto como solución a la tan extendida violencia sexual y a la promiscuidad, casi endémica también, en las aldeas.
Fieles a las culturas tradicionales africanas, hay que cuidar a los enfermos terminales y a los ancianos, considerándoles de nuevo como parte inseparable del tejido social.
Todos los agentes deben contribuir a formar comunidades en las que en torno al bien de la salud se descubra el don de Dios que es la vida: recordar que la mejor cura es el amor, como bien testimonia la tradición cristiana.
Tratar de obrar de manera integrada con el contexto cultural, incluyendo los valores aún vivos de la solidez de las relaciones familiares y de la solidaridad entre los componentes de un mismo grupo social: de la solidaridad local se puede pasar a una generosidad más amplia.
La enfermedad no es un castigo, sino un fenómeno natural fruto de nuestro ser corpóreo limitado y condicionado. Se puede prevenir y curar la enfermedad, pero también convivir con ella. Con tal de que se acepte la ayuda de los demás, que se reconozca el valor del sufrimiento en la lógica del misterio de la pasión de Cristo y se mejoren hasta donde sea posible las condiciones higiénicas de vida.
En una Asociación de Enfermeras Católicas en África,
su misión debe estar dirigida a encarnar a Cristo pobre con los pobres, dando signos de esperanza y de vida allí donde hay tanta muerte y tanta carencia de recursos. Cristo es el enfermo y muere, entre otras muchas razones, por la injusticia de un mundo injusto.
este "viernes santo" de sufrimiento constituye un día especialmente indicado para el testimonio y el compromiso de la Iglesia;
es necesaria la unión y la colaboración?; no es momento de luchas ideológicas en África, sino de empeño, colaboración y coordinación.
Los valores por los que deben luchar las enfermeras católicas son:
la persona humana: sus derechos, su dignidad, su vida;
la profesionalidad: no son los aspectos técnicos sino la honradez, la responsabilidad, la transparencia?;
la hospitalidad: mantenerla, incrementarla como acogida, como servicio, empeño, generosidad?;
atención integral a la persona: atención física, psíquica, social y espiritual;
espíritu de sacrificio y vivencia "pascual" de la profesión;
ser testigos, profetas de esperanza en un mundo que sufre.
Son muchos los desafíos anteriormente indicados pero, por resumirlos, se reducen a los siguientes:
formación integral básica y continuada;
profesionalidad;
testimonio.
CONCLUSIÓN
La Iglesia, que a lo largo de los siglos caminó siempre al lado del hombre, está siendo requerida, de un modo especial en África, a que renueve su propia fe y su compromiso en favor del hombre, principal camino de su apostolado. Este hombre espera mucho de la Iglesia, que desde hace decenios está a su lado para ayudarle y para luchar contra todo lo que puede poner en peligro su vida y su dignidad. El sufrimiento y la enfermedad figuran entre los males que pueden comprometer el futuro de generaciones enteras en el continente.
Además de los Estados, la Iglesia debe esforzarse al máximo a través de sus estructuras, de su ministerio y de las Asociaciones Católicas, no solo en curar físicamente a los enfermos, sino que debe preocuparse también por su salvación. Existe un carisma del sufrimiento, del que la Iglesia debe saber sacar provecho espiritualmente. De lo contrario, corre el riesgo de hacer muchas cosas, olvidando de lo esencial?
[1] Juan Pablo II, Motu Proprio Dolentium hominum, n. 1
[2] Cfr. Juan Pablo II, Carta Apostólica Salvifici doloris, nn. 6-8
[3] Cfr. Di Menna, R., Le "strutture di peccato" del mondo de la salute nei paesi in via di sviluppo, Ed. Camillianum, 3 (1991) 61.
[4] Cfr. Ibidem
[5] Cfr. Juan Pablo II, Discurso a los participantes en la Conferencia Internacional sobre el SIDA, promovida por el Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, en Dolentium hominum, 13 (1990) 7.
[6] Cfr. Redrado, J.L., Iglesia y Salud en el Mundo, en Labor Hospitalaria, 219 (1990), 45.
[7] Zoungrana, P., op. cit. pp. 30-31
[8] Fr. Di Menna, R. op. cit., p. 8
[9] Juan Pablo II, Encíclica Sollicitudo rei socialis, n. 40
[10] Cfr. Nota previa de Lumen Gentium, n. 24.
[11] Cfr. Juan Pablo II, Motu Proprio Dolentium hominum, n. 5.
[12] Hebba Meinard, La guarigione in Africa, en Concilium, 2 (1991), 89-90
[13] Bujo Benezet, Etica e Invecchiamento in Africa, en Concilium, 3 (1991), 136-140.
[14] Cfr. Juan Pablo II, Carta Apostólica Salvifici doloris, n. 30
[15] Cfr. Juan Pablo II, Encíclica Redemptoris missio, n. 2, 3, 8, 13, 20, 28, 38, 58, 60, 78.
[16] Cfr. Javier Lozano Barragán: "Teologia e medicina", EDB, Bologna 2001, pp. 111-118