El deber de la honestidad y de la ejemplaridad es también para todos ? editorial Ecclesia
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El deber de la honestidad y de la ejemplaridad es también para todos ? editorial Ecclesia
No vamos a reflexionar en este comentario Editorial ni sobre el discurso del nuevo Rey de España, ni sobre el significado de los históricos acontecimientos vividos en nuestra nación el 19 de junio de 2014. Ya en esta misma página escribimos hace dos semanas acerca de lo que, a nuestro parecer, concierne a la visión eclesial de las realidades políticas y públicas y sobre la posición con que desde la Iglesia, con la guía del Concilio Vaticano II y con la trayectoria de la Iglesia católica durante la Transición, debemos situarnos ante ellas.
Por la indudable transcendencia histórica de los últimos días vividos en España, en nuestras páginas 6 y 7 de hoy hacemos crónica de ellos, con alusión especial a sus perfiles religiosos, sobre los que, en absoluto, queremos ni debemos entrar en polémica alguna. Y esto último tanto por la identidad de los acontecimientos y de su preciso y constitucional contexto cuanto por razones pragmáticas y de utilidad.
Queremos, eso sí, hacernos eco de alguna de las llamadas del nuevo Rey para aplicarla tanto a la sociedad civil como a la misma comunidad eclesial. Y es que, además, la apelación de Felipe VI a la honestidad, a la lucha contra la corrupción y a la ejemplaridad ha coincidido en el tiempo con una semana en la que, al hilo de la correspondiente liturgia de la Palabra de la misa, este mismo tema ha estado muy presente en las tres homilías matinales del Papa Francisco en la capilla de la Casa Santa Marta.
He aquí unos titulares de estas homilías de Francisco: "La corrupción de los poderosos termina siendo pagada por los pobres, quienes por avidez de los demás terminan sin aquello que necesitan y a lo que tienen derecho" (lunes 16 de junio);"el corrupto irrita a Dios y hace pecar al pueblo; para los corruptos solo hay una salida: pedir perdón y devolver lo robado" (martes 17 de junio); y "Jesús nos pide mantener nuestros corazones libres de dinero, vanidad y poder" (viernes 20 de junio), que son las tres mayores idolatrías que nos apartan de Dios y del servicio a los demás.
Nada, sí, necesita más nuestra sociedad occidental ?la antigua y oronda "sociedad del bienestar"- que un rearme moral, que extirpar de raíz su culto idolátrico al dinero y su autosuficiencia. Con ocasión de la crisis económica, hemos escrito hasta la saciedad que esta no desaparecerá del todo de nuestros horizontes sin una regeneración ética. Y en suma, si nuestro mundo sigue viviendo como si Dios no existiera.
Y esta tarea, y este reto concierne e interpela a toda la sociedad. En primer lugar, sí, a sus autoridades, representantes y servidores públicos. Pero también a todos los ciudadanos y, en nuestro caso, a todos los católicos (pastores y fieles). Y donde el nuevo Rey pedía para la Corona "buscar la cercanía con los ciudadanos" y "saber ganarse continuamente su aprecio, su respeto y su confianza", además que lo reclamemos, también nosotros debemos vivirlo y practicarlo.
La Corona ?añadió a continuación don Felipe- debe "observar una conducta íntegra, honesta y transparente". Y a renglón seguido, señaló, con énfasis, que "hoy, más que nunca, los ciudadanos demandan con toda razón que los principios morales y éticos inspiren -y la ejemplaridad presida- nuestra vida pública". Conducta íntegra, honesta, transparente y ejemplar ?añadimos nosotros- que debe asimismo acompañar a gobernantes ?por supuesto, que ellos los primeros, que ellos deben dar ejemplo- y también a gobernados. Y es que, retomando al Papa Francisco en unas frases citadas en el cuarto párrafo de este Editorial, "el corrupto irrita a Dios y hace pecar al pueblo". La corrupción tiene un lamentable dinamismo envenenador y hasta de contagio?
La Iglesia pobre y para los pobres que reclama el Evangelio, y desde él el Santo Padre, la Iglesia discípula y misionera y que no ha de ahorrar esfuerzos por abrir nuevos caminos a la evangelización tiene también, en todos los miembros de las comunidades eclesiales, el desafío de la autenticidad, de la honestidad, de la transparencia y de la ejemplaridad. Y de hacerlo de verdad y en verdad. Sin maquillajes, sin consignas al uso, con humildad, coherencia y sinceridad. Porque este es el único camino. No tengamos miedo ni recelo: el Papa nos guía y antecede. Es la voluntad, el modelo y el programa de Jesucristo.