Don Juan Tenorio, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC

Don Juan Tenorio, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC

Alfonso V. Carrascosa

Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Don Juan Tenorio, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC

Unas palabras sobre la obra literaria referida en el título, en este recién concluido Año de la Misericordia, con el propósito de indicar hechos que permiten explicar el porqué de la tradición cultural de representarla por estas fechas: las raíces son, una vez más, eminentemente religiosas.

Se trata de la vida del típico crápula que hace de abusar de los demás su deporte favorito. Llegado el caso no se le ocurre otra cosa que utilizar a una mujer dedicada a la vida religiosa, doña Inés, para satisfacer sus deseos y ganar la apuesta previamente concertada. El caso es el de una persona que ha hecho del sufrimiento de los inocentes su fuente de gozo y disfrute y, en lo tocante a moral sexual, un auténtico pisoteador de la teología del cuerpo, que diríamos tras san Juan Pablo II.

Don Juan Tenorio, en un momento dado próximo al final de su vida, se arrepiente de sus desmanes y, aunque demasiado tarde, obtiene el perdón de sus culpas precisamente de la intercesión de una de sus víctimas, doña Inés, ganando de este modo e in extremis la vida bienaventurada. El mensaje es claro: conviértete, arrepiéntete de tus pecados y vuélvete a Dios aunque sea en el último momento de tu existencia.

Esto mismo han hecho varios personajes célebres, Manuel Azaña, sin ir más lejos. Carmencita – María del Carmen González-Valerio y Saénz de Heredia (Madrid, 14 de marzo de 1930-17 de julio de de 1939), hija de una víctima de checa y fusilamiento posterior, ofreció su enfermedad por los asesinos de su padre, y Azaña obtuvo la gracia de su conversión poco antes de morir, como atestiguó Pierre Marie Theas, obispo de Tarbes y de Lourdes, que le dio confesión y comunión http://www.maricarmengv.info/. Otro que tal bailó fue uno de esos que en la historia han dicho "Yo soy" y han suplantado a Dios, dejando millones de víctimas a su paso: nada menos que Napoleón Bonaparte. "Soy católico romano, y creo en lo que cree la Iglesia" dice el Cardenal Giacomo Biffi que llegó a repetir Napoleón muchas veces en su destierro en Santa Elena. Los discursos de Bonaparte fueron transcritos fielmente y después publicados por Antoine de Beauterne en 1840, y allí se encuentran estas expresiones del corso y otras tales como "Entre el cristianismo y cualquier otra religión hay la distancia del infinito".

Todos los Santos y el Día de los Difuntos nos presente el panorama de la misericordia de Dios de múltiples formas. Una de ellas es que desea que todos vivamos eternamente con él ya, comenzando a ser santos aquí en la Tierra porque Él es santo, y que sigamos disfrutando de su presencia cuando engrosemos las filas de los difuntos, por los que hemos de seguir intercediendo tanto como por los vivos que conozcamos tienen necesidad. Que como el buen ladrón, nos arrepintamos a tiempo y si no que encontremos una doña Inés que interceda por nosotros como don Juan.