El evangelio de la paz, según Benedicto XVI en Líbano
Madrid - Publicado el - Actualizado
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La frase de Jesucristo "la paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde" (Jn 14,27) ha sido no solo el lema del viaje de Benedicto XVI a Líbano -y desde Líbano a todo Oriente Medio-, sino su verdadero hilo conductor, su proclama más reiterada, suplicada y explicitada. Y en dos días y medio agotadores y repletos de fieles, en una decena de extraordinarios discursos en seis lugares distintos de este pequeño y emblemático país, el Papa de la palabra ha sido también el Papa de la paz, de la paz auténtica, verdadera, duradera y definitiva: la paz de Cristo.
Fue, sobre todo, en el discurso de la mañana del sábado 15 de septiembre, en el palacio presidencial de Baabda, cuando Benedicto XVI trazó lo que podríamos denominar un tratado programático sobre lo que es la paz cristiana, don de los dones de lo Alto, compendio, en suma, del mensaje de Jesucristo, revelación, pues, del plan de Dios para la humanidad.
La paz es mucho más que lo que su opuesto o antónimo significan. Es mucho más que "la pública tranquilidad y quietud de los Estados, en contraposición a la guerra o a la turbulencia". O ?en otra definición tradicional del vocablo paz- "el tratado o convenio que se concuerda entre los gobernantes para poner fin a una guerra". ¡Tantas veces la historia pasada y reciente ?y más aún en el lacerado Oriente Medio- nos demuestra la fragilidad de esta paz, de estas paces!
La paz, la paz auténtica, la paz de Cristo, es honradez, es sinceridad, es rectitud de intención, es conciencia limpia, es armonía, es concordia, es convivencia, es solidaridad, es fraternidad, es unidad y pluralidad ensambladas para el bien, es el respeto y la aceptación del otro y de las diferencias. Es unión con Dios. La paz cristiana es justicia, es libertad, es tolerancia, es compartir, es diálogo, es escucha, es perdón, es reconciliación. La paz es vencer el mal con el bien. La paz es don y camino del amor. Y esta paz, claro, exige de la conversión del corazón. La paz de Cristo es la siembra y, a la vez, el fruto de la revolución del amor, la única revolución que transforma siempre para bien y para el bien y construye una humanidad mejor.
"Para edificar y consolidar la paz -afirmó Benedicto XVI en su citado discurso a las autoridades civiles y religiosas, diplomáticos y gentes de la cultura-, hay que volver incansablemente a los fundamentos del ser humano. La dignidad del hombre es inseparable del carácter sagrado de la vida que el Creador nos ha dado… Si queremos la paz, defendamos la vida", añadió el Papa más adelante. Y ello significa que hay que desterrar toda violencia física o verbal, que jamás se puede utilizar la religión como pretexto de la violencia en cualquiera de sus expresiones, que ninguna, tierra, lugar, tradición y cultura es exclusivamente de nadie, que el derecho a la libertad religiosa es sagrado y que el respeto y la promoción de toda vida humana y a que toda persona pueda vivir pacíficamente y con dignidad es un ineludible e imprescindible deber.
Y fue con este tan hermoso como necesario Evangelio de la Paz como Benedicto XVI -"peregrino de la paz, amigo de Dios y amigo de los hombres", se presentó en Beirut el viernes 14 de septiembre- a recordarlo y a testimoniarlo a Líbano, país ejemplo de convivencia interreligiosa y estratégico enclave en el corazón del atribulado Oriente Medio. El viaje papal comenzó además dos días después de que esta región se viera envuelta en nuevos episodios de violencia con el atentado mortal en el consulado norteamericano de Bengasi (Libia) como epicentro y un supuesto vídeo ofensivo al islam como detonante. Y al Papa no le tembló el corazón ni se acobardó para que, con su característico y tan admirable estilo, suscribiera en Líbano y en Oriente Medio otra memorable página en su ministerio petrino y en su servicio a la humanidad.
"La misión de los cristianos es la paz", afirmó en la misa dominical en Beirut el patriarca maronita Bechara Boutros Rai. Y esta misión de paz, de la paz de Cristo, ha sido la siembra generosa y abundante de Benedicto XVI en Líbano, su impagable profecía, testimonio y plegaria.