El idealismo de Jesús de Nazaret

El idealismo de Jesús de Nazaret

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El idealismo de Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret, visto desde la razón, es un perfecto idealista y el más alto y más grande moralista que podemos concebir por su doctrina y por su vida, pero visto desde la fe cristiana es el Hijo de Dios, llamado Mesías o Cristo, persona divina de pensamiento y de acción. Perfecciona la ley de Moisés, predica y funda el reino de Dios de vida eterna para cuantos le crean y le sigan. Realiza numerosos milagros. Nos da el pan y vino de la Eucaristía para que vivamos eternamente.

Conoce que el príncipe de este mundo es el diablo. Quiere un culto y una religión que salga de los sentimientos del corazón y se relacione inmediatamente con Dios Padre. Sus discípulos y la gente de los pueblos de Galilea le llaman Mesías y Maestro y quieren hacerle Rey de los Judíos, pero no acepta, porque su reino no es de este mundo, como le dirá al gobernador romano Poncio Pilato. Prohíbe el divorcio, el juramento, la ley del talión. Condena la usura, la hipocresía y adulterio.

Sobre la justicia enseña: No hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti. Si alguno te pega en la mejilla derecha, preséntela la izquierda. Si alguno te pone pleito por tu túnica, dale la capa. No juzguemos y no seréis juzgados. Sobre el perdón: Perdonad y se os perdonará. Sobre la misericordia: Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. Sobre la humildad: El que se humilla será ensalzado y el que se ensalza será humillado. Sobre el amor: Amaos como hermanos, amad a vuestros enemigos, haced bien a quienes os odian y rogad por los que os persiguen. Sobre el dinero: No podeos servir a Dios y al dinero.

La prisión y muerte de Juan Bautista ordenada injustamente por Herodes Antipas le conmociona, la hipocresía de los escribas y fariseos, que no hacen lo que dicen, le parece una falsedad, el estado del culto del Templo de Jerusalén practicado por los sacerdotes y levitas y el medio ambiente de dicha ciudad no le agrada, de ahí que diga: ¡Jerusalén, Jerusalén!, que matas a los profetas y apedreas a quienes te han sido enviados, cuantas veces intenté reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus polluelos bajo su salas, y no has querido (Mt.13, 37).

Los poderes públicos religiosos y políticos judíos no le creen. Los escribas y fariseos le buscan para matarlo por perfeccionar la ley mosaica. Sus vecinos de Nazaret, admirados de su sabiduría y de sus milagros, se escandalizan. Sus hermanos no le creen. Los sumos sacerdotes y ancianos del Sanedrín judío le condenan a muerte por llamarse Hijo de Dios, y piden su crucifixión a Poncio Pilato por llamarse Rey de los Judíos, que cobardemente acede, siendo Jesús de Nazaret una persona divina y justa que pasó por este mundo haciendo el bien.

José Barros Guede

A Coruña, 21 de abril del 2015