Los Reyes Magos y los niños

Los Reyes Magos y los niños

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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San Mateo escribe en su Evangelio: "Habiendo nacido Jesús en Belén en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente llegaron a Jerusalén preguntando ¿dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer, porque hemos visto su estrella en Oriente y venimos a adorarle. El rey Herodes al oír esto, se turba y con él toda Jerusalén. Reúne a todos los príncipes del sacerdocio y a los escribas del pueblo preguntándoles dónde podía nacer el Mesías. Ellos le contestan en Belén de Judá, pues así está escrito".

Continúa: "Los magos, guiados de nuevo por la estrella, caminan hasta pararse sobre el lugar donde estaba el niño. Entran en la casa, y ven al niño con María, su madre. De hinojos le adoran, y abriendo sus cofres le ofrecen regalos de oro, incienso y mira. Advertidos en sueños de no volver junto a Herodes, regresan a su tierra por otro camino" (Mt. 2, 7-12). ¡Precioso y encantador relato! Ciertos críticos racionalistas niegan su historicidad considerándolo un mito, sin embargo la Iglesia afirma y sostiene que fue un hecho real.

El citado texto evangélico de san Mateo habla de "unos magos de Oriente" sin el término de reyes y sin concretar su país, nacionalidad y número. La palabra mago proviene del término persa magu, dado a los sacerdotes persas de la religión de Zoroastro, consultores de los reyes y dedicados a la astrología y astronomía, quienes creían en la existencia del doble principio beligerante entre el bien y el mal. Los judíos tomaron este término en su destierro en Persia.

La tradición cristiana, fundada en textos del Antiguo Testamento, llama Reyes a dichos Magos. Las catacumbas romanas de los primeros tiempos de Cristianismo contienen y expresan sus imágenes en las paredes, y en el siglo III, Tertuliano utiliza ya la expresión Reyes Magos. Su número osciló entre dos, cuatro, seis, doce y más.

Orígenes, en este siglo, los fija en tres, atendiendo a los tres tipos de regalos que ofrecen al niño Jesús en Belén. De este modo, queda establecido el número de tres. En el siglo VIII, unos escritos atribuidos a san Beda les dan los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar, considerando al primero como representante de Europa, al segundo de Asía y al tercero de África. Un mosaico del siglo XI de Ravena contiene sus nombres.

Una leyenda tradicional enseña que, en siglo IV, Santa Elena, madre del emperador Constantino, encuentra las reliquias de los tres Reyes Magos en Belén, y las lleva a Constantinopla, hoy día, Estambul. Posteriormente, según una tradición, pasan, en el siglo XII, a Milán, y de aquí a la catedral de la ciudad alemana de Colonia, donde actualmente se veneran.

La Iglesia, a partir del siglo V, en la fiesta solemne de epifanía o manifestación de Jesús al mundo que se celebra en el día 6 de enero, pone cómo ejemplo a los Reyes Magos quienes guiados por una estrella vinieron a Belén a adorarle y donarle regalos de oro, incienso y mirra. En memoria y recuerdo de este hermoso hecho, las familias cristianas celebran este día con alegría y con regalos a los niños. De víspera, los homenajean con cabalgatas y villancicos y los niños les dirigen cartas pidiéndoles regalos que ilusionados y ansiosos los reciben en dicho día y comparten exquisitas tartas con su familia y amigos.

Me viene a mi memoria, los recuerdos de mi niñez: las cartas escritas a los Reyes Magos, los cantos de los villancicos por las casas de los vecinos de mi pueblo recibiendo aguinaldos y la ilusión con que me dormía y despertaba para conocer sus regalos. Pienso, también, en aquellos niños que ilusionados escribieron y escriben sus cartas a los Reyes Magos y no reciben regalo alguno porque sus padres son pobres y necesitados. ¡Qué tristeza y qué desilusión!

Conocí un niño pobre y necesitado que le había pedido a los Reyes Magos, por medio de su madrina, el regalo de una cartera de colegio para guardar sus libros. Todos los años, por estas fechas, vivía ilusionado esperándolo, pero llegaba el día de los Reyes Magos y el regalo no aparecía. Triste, creía, mi madrina no le habrá escrito o se habrá olvidado. Se consolaba pensando que el próximo año llegaría. Pero, llegado, de nuevo, el día de Reyes Magos del Nuevo Año, tampoco, llegaba. El niño, más triste y más contrariado, siguió esperando, año tras año, pero el regalo que nunca llegaría.

La causa no eran los Reyes Magos, sino que su madre viuda, pobre y necesitada no podía donárselo, y su madrina, que se lo había prometido, era una egoísta y una tacaña. ¡Cuantos casos de estos hay en la vida! ¡Que pena!

A todos, mis queridos lectores, os deseo cordialmente ¡un feliz Año Nuevo con salud, paz y amor, y que los Reyes Magos les traigan toda clase de bienes espirituales y materiales!

José Barros Guede.

A Coruña, 4 de enero del 2013