Mensaje de Navidad

Mensaje de Navidad

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Mensaje de Navidad, por Ángel Moreno de Buenafuente

En Belén he sido testigo del paso de miles de peregrinos, que desean ver la gruta del nacimiento de Jesús, y al palpar las paredes, y besar la estrella, lugar donde se fija el parto de María, todos se llevan en su rostro el impacto de la pobreza y de la simplicidad del espacio, a la vez que la emoción ante el Misterio que inunda la cueva del nacimiento.

Por gracia, en mi última peregrinación a Tierra Santa, al introducir en la gruta de la Natividad a una persona necesitada, sin tener que hacer espera, pude permanecer cerca de dos horas en el rincón más extremo de la gruta, y como amanuense levantar acta de los sentimientos que se despiertan en el alma, cuando se contempla el acontecimiento del nacimiento de Jesús.

Creer que Dios se ha hecho hombre, nacido de Santa María, el Primogénito de la humanidad, concede descubrir el modelo de perfección humana. Te aseguro, que si das fe a la noticia de la Encarnación y del nacimiento del Hijo de Dios humanado, tu mirada sobre la realidad adquiere una luz diferente.

Si das fe a que Dios nació de la Virgen Nazarena, y se hizo enteramente uno de nosotros, podrás no solo valorar a los demás como sacramentos del nacido de Mujer, sino que también podrás sentir en ti mismo, en tu naturaleza, lo que sintió el Hijo de María y reconciliarte con tu historia.

Las narraciones evangélicas descubren cómo se cumplen las profecías en el Niño Jesús, y si das fe a que el Hijo de María es el Hijo de Dios, reconocerás que ni la creación, ni la humanidad están abandonadas a un devenir informe, sino que todo ha sido recreado y asumido por las manos del Creador, que son el Hijo y el Espíritu Santo.

Te invito a sumarte a todas las generaciones de creyentes, a entonar el himno de alabanza, y aunque solo sea por un instante brindar al mundo la experiencia emocionada, a la vez que serena, según nos cuentan las Escrituras, que sintieron María y José ante el pequeño Niño.

Desde la fe cabe entrar al ámbito del Misterio, y cuando esto sucede, se hace silencio en el alma, luz y equidistancia ante los hechos. No es por pérdida de memoria, ni por abstracción vacía. Se siente la presencia en el hondón del ser, la inabarcable mirada, y sin palabras, se apodera la quietud, la calma.

Sé que es privilegio el escuchar por dentro el canto de los ángeles, la música del cielo. No es invento la paz interior, la percepción del tiempo quieto, el sabor a eterno. Y surge unirse a la canción del cielo, melodía secreta, armonía de voces invisibles.

Ante tanta bondad, surge el deseo de que llegue a todos el destello: "Niño de Belén, te presento a tantos que necesitan una luz en el horizonte de sus vidas, una tregua en su dolor, esperanza en el desespero, una palabra en su soledad. Sin querer pretender la representación de todos, te expongo, Niño de Belén, la bendición, el canto, el beso, a la vez que te pido que bendigas a quienes les cuesta comprender y sentir tu Misterio.

Imagen del Niño Jesús, que se venera en Buenafuente