La misericordia de Dios no excluye a nadie y se reconoce mediante nuestras obras ? editorial Ecclesia
Madrid - Publicado el - Actualizado
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La misericordia de Dios no excluye a nadie y se reconoce mediante nuestras obras
"La misericordia de Dios se reconoce a través de nuestras obras", señaló el Papa tras el ángelus del domingo 6 de septiembre, Y esta misericordia de Dios ?añadió el Santo Padre- encuentra ahora un deber imprescindible para el cristiano y para las personas buena voluntad ante la tragedia del éxodo de miles de refugiados de Oriente Medio (páginas 12, 17 y 52), que buscan en Europa las oportunidades y la dignidad que les han sido arrebatadas en sus países. "La misericordia ?subrayó asimismo Francisco- es el segundo nombre del Amor" y ni hay ni puede haber excusas o justificaciones de ningún tipo para permanecer alejados, indiferentes, anestesiados o egoístamente cerrados ante este drama humanitario, al que, el domingo anterior, el Papa había ya definido como "crimen contra la familia humana".
Siempre y máxime ahora, en las vísperas mismas, además, del Año de la Misericordia, toda la Iglesia ?con palabras literales otra vez de Francisco, del ángelus del domingo 6: "Cada parroquia, cada comunidad religiosa, cada monasterio, cada santuario de Europa hospede a una familia, empezando por mi diócesis de Roma"- está urgida a mostrar y a servir este Evangelio de la Misericordia. A ello nos apremia expresamente, por ejemplo, Mateo 25, que, en la larga y fecunda tradición eclesial, se ha concretado en las Obras de Misericordia, que tanto interés tiene el Papa en que se reactualicen y visibilicen cada vez más.
Por otro lado, el Evangelio de la Misericordia se dirige sin excepción a todas las personas que quieren acogerlo y ponen los medios oportunos para ello. En este sentido, el 1 de septiembre (páginas 50 y 51), el Santo Padre escribió una carta anunciando disposiciones especiales de gracias ante el Año de la Misericordia. La opinión pública se ha fijado singularmente en el anuncio papal de que del 8 de diciembre de 2015 al 20 de noviembre de 2016 todos los sacerdotes podrán absolver el pecado del aborto a quienes lo han practicado y arrepentidos de corazón piden por ello perdón.
La decisión es acertada, supone predicar con el ejemplo y facilitará, sin duda alguna, la reconciliación de muchas personas. No obstante, creemos de justicia recordar que esta medida no es tan excepcional y única como algunos medios de comunicación han dado a entender, quizás más por ignorancia, precipitación y sensacionalismo que por otras razones. Ya sucedió así, por citar dos ejemplos recientes, en el Gran Jubileo del Año 2000 y en la JMJ 2011 Madrid. Además, es también necesario precisar que el pecado de aborto -durante el Año de la Misericordia y siempre el aborto seguirá siendo pecado- lo puede absolver cualquier confesor y que otra cuestión es la remisión de la pena de excomunión que conlleva el aborto. Esta, la pena, la pueden remitir todos los ordinarios (obispo, vicarios generales y episcopales y aquellos otros sacerdotes a quienes los obispos otorguen las correspondientes licencias) y el canónigo penitenciario de cada catedral de cada diócesis.
Las anteriores precisiones, con todo, no empañan la generosidad de la anunciada papal y su preciosa reflexión sobre el conjunto del contexto en que se produce la tan generalizada mentalidad vigente, que provoca "una pérdida de la debida sensibilidad personal y social hacia la acogida de una nueva vida".
Y es más aún, en este caso y en todos los demás casos, la grandeza de la misericordia, el mandato amoroso del Señor, es tal que significa que "el perdón de Dios no se puede negar a todo el que se haya arrepentido, sobre todo cuando con corazón sincero se acerca al sacramento de la confesión para obtener la reconciliación con el Padre". Pero, claro, leamos entera la frase de Francisco, que, en román paladino, quiere decir que para recibir el perdón y el abrazo acogedor de la misericordia hace falta arrepentirse de los pecados y confesarlos.
No queremos, por último, que quede desapercibida otra medida de gracia y de misericordia anunciada por Francisco en su citada carta. Está en su penúltimo párrafo (página 52) y se refiere a las absoluciones sacramentales impartidas por sacerdotes de la Fraternidad Sacerdotal San Pío V (Lefebvrianos). Estas, durante el Año de la Misericordia, serán válidas y legítimas. El gesto del Papa conlleva gran calado y es un servicio a la misericordia, a la reconciliación y a la unidad.