Notre-Dame y el misterio de la Asunción de Nuestra Señora

Notre-Dame y el misterio de la Asunción de Nuestra Señora

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

NOTRE- DAME Y EL MISTERIO DE LA ASUNCIÓN DE NUESTRA SEÑORA

Por Fidel García Martínez

Durante muchos años, los días 14 y 15 de agosto, el centro histórico del París más auténtico que rodea a la catedral Notre-Dame se llena de fieles y curiosos para festejar la gran fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen María en cuerpo y alma al cielo.

Actos religiosos dentro y fuera de la Santa Catedral, incendiada por aparentes causas desconocidas, convertían al Sena en una alfombra de agua para procesionar la imagen de la Virgen Asunta al Cielo. Si dentro de Notre-Dame se podía vivir una liturgia llena de símbolos majestuosos, cantada en el sobrio gregoriano latino, por los aledaños de la Catedral en el corazón del París laico, cientos de fieles en recogida procesión cantaban y rezaban al misterio más maternal de la Madre de Jesucristo, Dios y hombre verdadero.

Otros años la catedral gótica más famosa y visitada del mundo, Notre- Dame, para sus grandes días de fiesta recibía miles de fieles (150.000) entre peregrinos y visitantes. Alrededor de las islas de la Cité y San Louis, el día 14 por la tarde se embarcaban miles de fieles a bordo de catorce barcos. Ese día 15 de agosto el día de la fiesta, después del medio día parten andando cerca de 10.000 peregrinos desde la Isla de la Cité hasta la Isla de Saint-Louis, por los muelles del Sena. Haber vivido esta experiencia y posteriormente conocer el demoledor incendio, como decía un amigo pintor que expone en Paris, causa dolor y lágrimas.

Es de esperar que después del gran y reciente jubileo de los 850 años de la catedral del Paris, Notre-Dame, vuelva renacer tan esbelta y bella como siempre, para honrar a la Madre de Dios, en el glorioso misterio de su Asunción en cuerpo y alma al Cielo, como solemnemente lo definió el gran papa Su Santidad el Papa Pío XII, el 1 de noviembre, 1950.

Fidel García Martínez